Segundo capítulo.

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Segundo capítulo.

Pete se paró en el umbral del dormitorio de su madre. Allí estaba, en una cama como hace meses, casi sin fuerzas, prácticamente desvaneciéndose ante su mirada. Reunió la fuerza que requería cada vez que la veía así, y es en este último tiempo el deterioro de ese débil cuerpo era más rápido y notorio. No quería llorar frente a ella, necesitaba meterse en la cama a su lado y robar todo el tiempo que pudiera, impregnarse de su aroma para que su cerebro lo grabara para siempre.
-Pete...-el susurro era apenas audible.-hijo ven...
-Si ma...-secó las lágrimas que habían logrado escapar- estaba esperando a Plan, sabes que hace desastres en la cocina.
Se acostó a su lado y deseo ser pequeño de nuevo, meterse en su regazo y sentir los brazos acunándolo como antes. Sintió un beso casi imperceptible en su pelo.
-Eres tan bonito hijo...- la voz salía suave, casi imposible oír si no se estaba atento. -siempre fuiste un bebé de lo mas lindo.
Pete no podía hablar si no quería que la voz se le quebrara. Día a día, la evidencia de la enfermedad degenerativa que agobiaba a la omega se llevaba su fuerza. Hace unos años atrás detectaron que el cuerpo de su madre había manifestado una rara condición genética propia de algunas omegas luego de parir. Y de allí mismo surgía el rencor de su padre alfa por sus hijos, en especial por Pete. El hombre que alguna vez amó a sus hijos fue convirtiéndose en un monstruo, endilgándoles una responsabilidad que no les correspondía, y su madre ya no tenía el poder de hacer que las cosas cambiaran para mejor.
-¿Tu papá ya llegó?- el cabello de Pete fue peinado por los dedos suaves y largos que se movían con parsimonia.
-No mamá, está trabajando.- instintivamente escondió aún mas sus brazos bajo las mangas para ocultar los moretones que su padre había dejado en su piel al jalonearlo en un momento de enojo. La brusquedad imprimida en sus modos cada vez dejaban mas marcas, pero la condición de su madre no permitían que viera o se diera cuenta de nada, no es que alguna vez se lo dijera.
-Pete, tengo sueño- su respiración se hacía mas pesada y dificultosa.
-¿Quieres que me vaya?- intentó levantarse.
-No mi amor, no quiero que te vayas y tampoco quiero dormir- inspiró con fuerza para llenarlos de un aire que le era esquivo. -bebé...ya no queda mucho tiempo...
-No digas eso...-quería apretarla y no dejarla escapar de sus brazos.
-Escucha mi niño...te amo, tu y Plan son lo mejor que me pasó en la vida....
-Pero si yo no hubiera nacido...-fue inevitable el mar de lágrimas que surcaron sus ojos.
-Shhhh, si tu no hubieras nacido solo habría sido feliz a medias...-inhalar, contener, exhalar- tu padre algún día también lo verá...
-No hables mas mamá...guarda fuerzas...
-No, mis fuerzas son tuyas...el día que tengas tus hijos lo entenderás...-la voz salía ahogada y trabajosa, pero ella no podía dejar esto en su pecho.-Quiero que sean felices...los dos deben buscar su felicidad...
-Si mamá, si...-Escuchó su respiración casi al borde de detenerse y de a poco sus ojos se cerraron y volvió a dormir.
Pete se quedó allí y fingió que todo estaba bien, su mundo no se estaba derrumbando por una madre que estaba al borde de la muerte y un padre que lo culpaba. Él era un niño amado por esta omega vibrante y maravillosa, por esta mujer irrepetible que dio todo de sí y lo seguía haciendo aún cuando su cuerpo exigía que se rindiera. Su corazón y pulmones no resistirían mucho más, el corazón de la omega, ese órgano que bombeaba su sangre tibia a través del cuerpo era el mismo que la estaba traicionando. Apoyó la cabeza en su pecho y tomó la mano fría de su madre, alguna vez habían sido del mismo tamaño. Entrelazó sus dedos y se quedó allí, hasta que Plan lo encontró aferrado a su madre.
Ante los ojos de Plan, Pete era ese bebé envuelto en una mantita blanca que apareció junto a su mamá una tarde de invierno. Esa cosita diminuta y pálida que movía frenéticamente brazos y piernas y no paraba de chillar. Su papá los mantenía abrazados a los dos, orgullosos de su hijo y enamorado de su esposa. Las retinas del omega guardaban la memoria de ellos tres, y no entendía como tanto amor pudo terminar de esa forma. Una cosa era segura, desde que sus ojos se posaron en el pequeño supo que siempre iba a ser lo primero en su vida. Lo amaría y protegería de todo, aún de su propia ingenuidad e inocencia. Y se odiaba por no poder cumplirlo, porque si no fuera por la necesidad de estar con su madre, hace rato habría tomado la mano del más pequeño y huido de allí.
-Vamos Pete...-lo llamó a media voz- no nos puede encontrar aquí...
-Sólo unos minutos mas...- pidió con aflicción en su tono.
-No, vamos, por favor, hazme caso. - Lo vio desenredarse de la omega y darle un beso largo en la frente, él hizo lo propio y salió rápido de la habitación para no romper en llanto. Abrazó al otro y lo guio hasta la habitación donde se quedarían hasta el día siguiente cuando acompañaría a Pete al colegio.Se recostó en la cama y conjuró la imagen de Mean, ese estúpido alfa que se negaba a aceptar el rechazo a la que indefectiblemente estaba condenado. Nadie lo alejaría de su hermano, y por mas que quisiera algo mas, solo podía darle su amistad. Se colocó auriculares y miró la pared para que su hermano no notara las lágrimas estúpidas que salían sin su permiso. Odiaba haberse enamorado, odiaba el único beso que se dieron, porque ahora sabía lo que se sentía y dolía mucho mas negarse a sentir y seguir su corazón. Se levantó y caminó al lugar donde pertenecía, abrazó por detrás el cuerpo del otro omega y se quedó allí, tratando de dar y darse consuelo. le dolía no poder hacer mas por él, no poder protegerlo ni darle seguridad. Lo sostuvo porque sabía que si se soltaba, el mismo Plan sería el que se desharía en pedazos, se iría deshilachando hasta desvanecerse.
-Plan...- oyó el susurro.
-Mjmm- no quería romper su burbuja, hasta que Pete dijo las palabras que lo cambiarían todo.
-Conocí a alguien...

〰♥〰

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