Vigésimo sexto capítulo.

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Vigésimo sexto capítulo.

Fluke había salido con Cami hace un par de horas, él apenas pudo hacerse cargo de ella y le daba vergüenza, era un pésimo padre. Pero ¿cómo podría ser mejor si apenas podía consigo mismo? Despertó muy tarde luego de horas de llanto durante la noche. Se sintió un inútil, su padre y el joven omega se estaban haciendo cargo de todo mientras él se compadecía de su destino. ¿Y que derecho tenía él, cuando Pete había sufrido mil veces peor? Cerró los ojos y lo vio nuevamente tras ese mostrador, mucho más saludable, con más peso del que nunca antes le había visto, sus mejillas redondeadas y los labios carnosos, su contextura seguía siendo delgada pero no había punto de comparación con el pasado.
Debía pensar, como una vez le había dicho Mica, las almas estaban destinadas a encontrarse, y la suya pertenecía a ese omega, y lo quisiera o no, hace años se la había entregado y no había vuelta atrás. Su amor era definitivo, de seguro era odiado, aborrecido por el menor, pero eso no quitaba que su corazon habia sido dado a él. No merecía nada, lo sabía, y aún así lo añoraba, aunque sea una oportunidad para hablar, para decirle que el sufrimiento fue compartido. En  el baño se miró al espejo, los ojos inyectados en sangre y un aspecto demacrado y desalineado. Era un asco. Suspiró, apenas se reconocía en el reflejo.
Basta, tenía que crecer y terminar de ser un cobarde. En la mirada del omega vio reflejada la creencia de que había rehecho su vida como si nunca hubieran tenido un pedacito de ellos dos creciendo dentro del omega.  No podía dejarlo así, Pete podría odiarlo cuanto quisiera, pero no podía esconderse y no decirle que él también lloró por la pérdida, que su mente casi se quiebra cuando el desapareció sin dejar rastro, que sin ningún remordimiento habría matado al hijo de puta que lo lastimaba.
Buscó una sencilla remera oscura y un pantalón fino acorde al calor del día. Se comunicó con Fluke para decirle que se ausentaría por un par de horas y pedirle de favor que cuidara de su pequeña. No le importaba cuántas horas le llevara, se quedaría plantado cerca del café hasta ver al omega salir y poder hablar con él.
Vio a Plan retirarse del lugar, ese sería el mayor desafío, porque tenía la certeza de que el joven lo odiaba con fuerza desmedida y con justa razón.
Una hora después seguía esperando, y aún cuando era evidente que el lugar estaba cerrado, Pete no hacia aparición. Comenzó a impacientarse y se planteó ir y golpear la puerta hasta ser atendido. No fue necesario, minutos después el niño que lo atendió el día anterior y Pete cruzaron la puerta y luego de cerrar comenzaron a caminar por las calles de la vereda de enfrente. Lo siguió a pocos pasos, y cuando en una intersección los omegas se separaron fue el momento de actuar.
-Pete- lo llamó a la espalda, el otro se detuvo un segundo pero ignoró su llamado y volvió a caminar.-Pete, por favor.
El joven siguió avanzando haciendo caso omiso al alfa que lo nombraba metros atrás.

La voz de Ae, los metros que lo separaban de él hicieron que su cuerpo reaccionara y activara su instinto de huir. Pero ¿huir de qué? Él no era culpable de nada, se lo había dicho su terapeuta, se lo había demostrado el amor incondicional de su hermano, de su madre en algún momento y de su tío ahora. Nunca había hecho nada malo, había amado a alguien que no lo correspondió y jugó con él. Se había entregado confiado a un alfa que no hizo más que mentirle y ponerlo en ridículo pero no era responsable de esos actos.
Se dio vuelta y lo enfrentó. Después de más de 6 años estaba aquí de frente, mirando los ojos oscuros que alguna vez había adorado, la mirada que en un tiempo sintió sincera. Sintió un calor que inició dentro de su abdomen y se extendió a su cuerpo.
Un calor que no indicaba nada bueno, sino que lo asfixiada y le pedía actuar en consecuencia. Caminó los pocos pasos que los separaban, de la nada vio como su mano se movía con fuerza y abofeteaba la mejilla oscura del mayor. Ae quedó petrificado, su cuerpo no se movió un milímetro y sólo continuó con los ojos posados en el rostro del omega.
-No tienes derecho- dijo entre dientes.
-Lo sé...- la respuesta sonó suave en la noche.
-¿Y entonces porque estas aquí? - la furia se reflejaba en el modo de hablar y posicionar el cuerpo- ¿por qué cada vez que me doy vuelta hay alguien de tu familia?
-No hay mala intención...-intentó explicar.
-¡Entonces desaparezcan!- respiró hondo para retomar un poco de calma- no quiero verlos, no quiero que me hablen o me sigan.
-Disculpa, le diré que ya no vayan a tu café.
-Perfecto- se dio media vuelta y comenzó a caminar hasta que fue interrumpido.
-Quiero hablar contigo.
-Se necesitan dos para hablar, y yo no quiero.- volvió a mirarlo.
-Entonces solo escúchame.
-No hay nada de que hablar, todo está terminado entre nosotros.
-Lo sé, solo pido que me des unos minutos.- la voz era un ruego.
-¿Qué? ¿Encontraste alguna nueva forma de lastimarte? - las palabras eran crueles pero así lo sentía.
-Por favor Pete, solo unos minutos, se que no tengo derecho a nada, pero hay cosas que necesito decirte.
El omega miró su reloj, Plan se pondría loco otra vez si no llegaba y no avisaba una razón. Tomó el celular y envió un mensaje rápido diciendo que se quedaría en el café, no esperó la respuesta y comenzó a caminar de nuevo a su local.
Dejó entrar al alfa a su lugar, el olor a café molido impregnada todo, las vitrinas estaban desprovistas de la planificación y los pasteles que vendían, de eso se encargarían temprano en la madrugada. Mientras Ae avanzaba entre las mesas, Pete se acercó a la cafetera.
-¿Quiéres uno?- preguntó mientras agregaba los granos recién molidos.
-Me gustaría...
-Con leche, solo...algo?-hablaba sin mirarlo.
-Cortado por favor.
Pete colocó dos café en una bandeja e hizo señas a Ae para que lo siguiera a su oficina, allí la colocó sobre su escritorio.
Increíblemente no se sintió invadido, sino que estar en su propio espacio, aquel donde dominaba y era libre de ser él mismo, le permitió permanecer tranquilo y adueñarse de la situación.
En silencio se dedicaron a saborear el café, con disimulo se observaron mutuamente. Una vez terminado, Pete dejó su taza y decidió que era momento de avanzar.
-Puedes hablar y decir ahora lo que necesites- el tono firme mostró la poca paciencia que guardaba en ese momento.
-Te ves muy bien - las palabras salieron sin siquiera pensarlas -te ves saludable.
-Si, he mejorado bastante, gracias por notarlo- dijo a modo de burla.
-Pete...ahora que tengo enfrente no se donde empezar.
-¿Quiéres que te ayude?- la firmeza de su voz dieron la pauta de que el omega no facilitaría en nada el momento- puedes empezar en porque me elegiste, en cuanto tiempo pensabas dejar de jugar conmigo. Puedes empezar contándome cualquiera de todas las mentiras que me dijiste. 
-No todo fue mentira.
-¿No?- enfrentó con bronca su mirada.- ¿Algo fue verdad? ¿Ese encuentro fue real? ¿La tarde en la playa fue real?
-Pete...-no podía contestar porque no había mucho que agregar, cada uno sabía la verdad.
-¡Vamos!- exclamó - tu dijiste que querías hablar y aquí estoy para que lo hagas.
-Lo sé, lo sé...solo que es demasiado...
-¿Qué es demasiado? Tú no sabes lo que es demasiado.
-No quise decir...- el otro siguió hablando, ignorando las palabras del alfa.
-Demasiado es que la única persona que amas juegue contigo, que te enamore, que finja quererte solo para llevarte a una cama, para poder sumar un nombre más en su lista.- no podía dejar de enumerar lo que estaba en su pecho- demasiado es vivir un infierno en tu casa, y que la persona que era quien te hacía olvidar todo por unos minutos, fueran igual de monstruo que tu verdugo.
Observó totalmente desapegado de la situacion como las lágrimas corrían por las mejillas del alfa.
-¿Sabes que fue demasiado? Que aún cuando mi cuerpo estaba destrozado y mi alma desgarrada, todavía esperaba tu presencia. Te llamaba pese a que sabía que me habías engañado. Por años me culpé, para tí podría no haber sido nada, pero ese pequeñito para mi significaba todo. Habíamos abandonado a nuestra madre, mi hermano me sacó casi a rastras de nuestra casa, y ese bebé era todo lo me quedaba.- pasó la mano por su rostro para secar las propia humedad.- entonces tu no puedes decir que es demasiado.
"Y ahora apareces aquí, cuando después de años de desesperación, con mi tío y mi hermano intentando mantenerme a flote, cuando años de terapia y medicación me sacaron de la depresión, cuando dejé de vomitar mis problemas, vuelves por que si a querer hablar. Por los dioses!! Dejamos a nuestra madre! La abandonamos y nunca mas la volvimos a ver, ni siquiera pude despedirme cuando ella murió. Y lo único que yo quería era que algo de lo vivido fuera real..."
La respiración agitada acompañaba a los sollozos del mayor que hacían eco en la habitación.
-Que fue casual, te creo, pero si tienes algo de piedad, si hay algo de misericordia en tí, por favor, desaparece de mi vida.- la voz había bajado a un susurro.- no puedo ver a tu hija y fingir que está todo bien, que no me duele no tener a mi hijo conmigo, porque cualquiera puede decirme que eran apenas semanas, pero para mí era el mundo, era esperanza, era vida dentro de mi...
-Te puedo jurar que a mi también me duele, yo también lo quería...
-Te creo, pero eso no cambia nada.- no dijo más porque por fin había sacado el peso de su espalda. Pudo decir lo que tenía atragantado en su garganta.
-Pedirte perdón no va a cambiar nada -dijo cuando por fin su voz volvió a salir- y sin embargo te lo pido, te lo ruego.
-Tienes razón, no cambia nada, pero está bien.
-No, no esta bien, porque también hay cosas que tengo que decir, y no puedo irme sin decirlas.
-Te escucho entonces.
-Te amaba, juro por todo lo sagrado que lo hice. Tardé en darme cuenta y no era lo que quería. Te amaba pero odiaba sentirme así...- lo miró con los ojos hinchados y enrojecidos - y todo lo que hice fue un horror. Cuando me dijiste que estabas embarazado, todo lo que quería era protegerte, formar una familia, tenerlos a mi lado. Pero los dioses me castigaron por todo lo malo que hice, y para peor, tu pagaste las consecuencias.
"Se que piensas que rehice mi vida, que no me importaba nada y no es así. Mi padre y Fluke son testigos, sin ellos dos no habría sobrevivido. Me dediqué a estudiar, a no vivir. Me especialicé en enfermedades raras en omegas, para por lo menos poder ayudar a personas como tu madre y prevenir ese tipo de enfermedades. Y tu me motivaste, porque no quería que alguien más sufriera como lo hiciste tu."
- Dos años después conocí a Mica.- los hombros de Pete cayeron -ella estaba internada en la sala omega del hospital, la misma enfermedad que tu madre. Cami estaba a su lado. Mica habia huido de los abusos de un alfa pero estaba muy enferma. No pude hacer mucho. Pero me gané su amistad. Probablemente me gritó mas que nadie cuando le conté lo que te hice. Ella tenía la certeza de que algún día nos encontraríamos, me decía que las almas están destinadas a encontrarse, y lo creo. Cami estaba destinada a ser mi hija...
-Pero mi bebé...
-A veces lo sueño- el sollozo de Pete fue ruidoso- lo veo y es igual a ti...
-Nunca pude...- sorbió la nariz y volvió a hablar -nunca soñé con él...
Tal vez si lo hubiera pensado un segundo no lo habría hecho, pero al instante estaba sosteniendo al cuerpo tembloroso del omega mientras continuaba el llanto. Se animó a acariciar su pelo y hundió la nariz en su pelo para llenarse del aroma que lo perseguía en su memoria.
-Es igual a ti..., tiene tu pelo y tus ojos...
Quedaron allí, uno sosteniendo al otro. No había más palabras y Ae tenía terror de soltarlo, porque se dio cuenta que este era el final del círculo, era el cierre de su historia.
-Fue una pesadilla lo que pasó...- las palabras salieron bajas de la boca del más joven- pero esos días, aunque hayan sido mentira me dieron un tiempo de felicidad.
-No fueron mentira.
-Tal vez no, pero tampoco fueron reales...
Pete se levantó.
-Necesito que te vayas.- no era hostil pero no había amabilidad de su parte.
-Lo siento Pete, por todo.
-Yo también...
Lo acompañó a la puerta y de allí vio como en la soledad de la noche se alejaba a paso lento. Volvió para apagar las luces y cerrar todo, la cabeza le daba vueltas.
En vez de dirigirse a su casa se encaminó al mar. La oscuridad era casi absoluta, solo la luna se reflejaba en el espejo de agua fluctuante. Llegó a las orillas y desde allí comenzó a gritar. Desahogó todo, sentía que podía respirar, que el aire entraba límpido en sus pulmones y desde ahí a todo el cuerpo. Y por fin lo sintió. Paz, por fin eso que le fue tan esquivo por tanto tiempo, luego de años de lucha, de sufrimiento y llanto.
-Te amo, pero tengo que dejarte ir...
Las palabras fueron llevadas por el viento.
Volvió caminando a la casa, el peso más ligero, sus hombros ya no cargaban la mochila que siempre arrastraba, que empañaba su sonrisas o que se ocultaba tras su mirada. Inesperadamente, la presencia del alfa lo había liberado.

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