Vigésimo cuarto capítulo.

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Vigésimo cuarto capítulo.

En el instante que quedó solo con su pequeña, Ae se concentró en ella, en no perderle pisada mientras se adentraban en el mar y permitían que las olas los gopearan hasta hacerlos caer. La risa de Cami resonaba en sus oídos y lo contagiaba con su alegría. No quería pensar en otra cosa que en el presente, pero escuchar el nombre de Pete lo llevó hacia el pasado. Ver los piecitos de su hija meterse en la arena lo hizo añorar lo que había perdido. Un hijo no reemplazaba a otro, y por eso la angustia en su pecho le recordaba la ausencia que nunca podría ser subsanada. Ese ser que solo había existido poco tiempo pero que llevaba incrustado en su alma. A veces lo soñaba, una réplica de su padre omega, sus ojos y su cabello. Esos días el dolor era atronador, porque su comportamiento fue el culpable de todo lo que vino después. Esa noche tendría que haberlo seguido, rogarle perdón hasta que lo escuchara, no dejarlo volver a entrar a la casa donde lo esperaba su verdugo.   
Mica le había dicho un tiempo antes de morir que las almas estaban destinadas a encontrarse, que su hijo algún día volvería a él porque ese era su destino, así como fue el de Cami convertirse en su hija. ¿Sería así? ¿Algún día tendría a su pequeño? Ese niño que lo acompañaba en sueños ¿Podría jugar con él en esta vida, cargarlo, besarlo?
-Papá, teno frío...- la media lengua de la niña lo sacó de sus pensamientos y lo llevó de nuevo a este momento.
Caminó con ella de la mano y se dedicó a envolverla completamente con un toallón y secarle el pelo.
Se sentaron un rato más, esta vez al sol para secarse completamente mientras inventaban algunas historias, Ae siempre exagerada en ellas logrando las carcajadas de Cami.
La tarde fue pasando y se hacia tarde para una merienda, esperaba que por lo menos su padre hubiera arreglado las cosas con Fluke, no entendía como ese hombre podía ser tan ciego y no ver lo que tenía delante.
Comenzó a juntar todo lo que llevaron con ellos para poder cargarlo en el auto. Miró la hora, posiblemente la pastelería donde vendían las dichosas galletas cubiertas de chocolate estaba cerrando, aún así lo intentaría, dándole más tiempo a los otros dos.
Acomodó a Cami en su sillita en la parte trasera del auto. Volvió a buscar la dirección en Internet y leyó algunos comentarios de clientes elogiando los sabores creados en la tienda y la buena atención en el lugar.  Observó algunas fotos colgadas y reconoció que a simple vista era un lugar agradable para estar y permanecer. Avanzó tranquilo por las calles de la ciudad costera, la gente caminaba observando todo, seguro la mayoría turistas. Cruzó plazas, parques y algunas ferias donde se podría comprar artesanías locales. Miró por el espejo retrovisor, el parloteo había cesado, señal inequívoca de que su princesa había caído rendida después de horas de sol y mar. 
Prendió el equipo de audio del vehículo y dejó una lista de música aleatoria. Tarareó "Always on my mind" en una versión de los años 80 que había aprendido a apreciar gracias a su padre y que soñaba a través de los altoparlantes. Estacionó a metros de la entrada, los árboles enmarcaban el ingreso del lugar. Se quedó allí unos segundos esperando que terminara la canción. El celular sonó cuando iba a descender para abrir la puerta de su hija y despertarla.
-Amigo- contestó al otro alfa.
-¿Cómo van esas vacaciones?-llegó la voz al responder- ¿Qué tal la princesa?
-Es hermoso el lugar, no me dolería vivir en un lugar así.- y en verdad estaba embelezado con los paisajes - ella está más que feliz. Ahora encontramos un lugar donde venden chocolates y ella ya es adicta.
-No lo dudo...- hizo una pausa- escucha, no quiero molestarte con trabajo, así que si estas ocupado te llamo más tarde para consultar un caso.
-Okey, una vez que Cami se duerma te llamo ¿Está bien para tí?
-Perfecto - luego añadió- dale un beso de mi parte.
-Se lo doy. Hasta más tarde.-
Colgó y tiró el celular en el asiento.
La amistad con Mean era algo que había sobrevivido a mucho, al principio, cuando Pete desapareció después de la feroz golpiza de su padre, el alfa no quería siquiera hablar con él. También lo culpaba del dolor causado y tenía toda la razón. Los años de estudio y trabajo lo volvieron a juntar, no era lo mismo que antes, siempre hubo una distancia. Él nunca más volvió a preguntarle por los omegas y Mean nunca dijo una palabra además de confirmarle que su pequeño estaba vivo.
Hoy eran colegas, los dos trabajaban codo a codo en la sala especializada en enfermedades de omegas, cada  uno por sus propias razones.
Alcanzó a Cami y la movió con suavidad llamándola por su nombre. Ella despertó y enseguida se activó su energía, no había duda de que era una niña sana y muy activa.
Caminó con ella de la mano hasta unos metros de la entrada. Las luces colgadas como guirnaldas marcaban el ingreso e iluminaban el camino y a algunos clientes que merendaban allí.
Su hija ingresó por delante y fue directo a la vitrina donde se mostraban las exquisiteces que se creaban en el lugar. El olor a café mezclado con el aroma de lo recién horneado inundó su sistema. No había demasiadas personas delante de él y su hija ya estaba hablando con alguien que no alcanzaba a visualizar en la zona donde era evidente que se realizaban las coberturas especiales. Lo atendió un joven omega de aspecto aniñado y tierno. Le pidió que cobrara varias galletas de chocolate y los bollos de crema para Fluke.
Se dirigió hacia donde su hija seguía conversando, escuchó que contaba que tenía 5 años mostrándolo con su pequeña manito.
-Y yo le dije a papá donde venir. Lo estribí- dijo orgullosa.
-Entonces eres muy inteligente.- la voz paralizó su corazón. Nunca olvidaría el tono ni la cadencia del habla de su Pete. Podría pasar toda una vida pero su recuerdo estaba marcado a fuego. - ¿Como quieres hoy tu galleta?
Ralentizó el paso, quería escucharlo un poco más antes de que todo se precipitara.
-Papá! Ven!- lo atrajo con sus manitos- ven a ver como Pete hace mi galleta.
-Buenas tardes señ...- los ojos del omega lo registraron todo y el reconocimiento fue inmediato. Lo vio inhalar con fuerza y soltar el aire, un rápido movimiento de la mirada hacia su hija y el derrumbe de sus hombros. -Buenas tardes señor...
-Pete- su nombre salió sin siquiera pensarlo. Lo vio tomar la pinza con manos temblorosas y con ella  colocó cuatros galletas en una bandeja, ignorando su llamado.
-¿Con que quieres tus galletas hoy?- la voz era rasposa al salir de sus labios mientras se dirigía a la pequeña.
-Con totolate, otitos.- Cami seguía ajena al huracán en que estaban envueltos. 
-Okey, ositos de chocolate para tí- lo observó iniciar la cobertura con chocolate blanco y negro y coloca pequeños ositos de chocolate arriba. Los movimientos eran autómatas, sus mejillas desprovistas de todo color. La tercer galleta cayó al suelo -Disculpa, te haré otra. ¿Te gustaría algo más?
-Tispitas- señaló las coloridas chispas en la góndola. El omega se dio vuelta para buscarlas, vio como por un segundo se apoyó contra una mesada dándole la espalda y llevó una mano a su cara. Al girarse notó las pestañas húmedas y la nariz enrojecida.
Odiaba estar aquí y no poder hacer nada, otra vez lo estaba haciendo sufrir, sus ojos nuevamente derramando lágrimas por su culpa.
Colocó todo en una bandeja y la envolvió con delicadeza para no arruinar su trabajo. No se lo dio en la mano así que él tuvo que acercarse a retirarlo.
-Gratias Pete! -exclamó la niña, ante los ojos acuosos del joven- adiós.
-Adiós- apenas susurró y logró ver como caían algunas lágrimas que limpió de inmediato.
Cami comenzó a caminar entre las mesas hacia la salida pero él no podía moverse, seguía estancado allí, viendo después de 6 años al único hombre al que amó, al que había lastimado y destruido.
-Pete...- volvió a llamarlo, pero él dio unos pasos hacia atrás y se perdió en su área de trabajo.
-¡Vamos papá! -exclamó su pequeña desde la puerta- vamos con tío Fluke.
Caminó sin ver nada, lo único real era Cami y el omega que quedó a su espalda. Subió al auto luego de colocarle el cinturón de seguridad y apoyó su cabeza sobre el volante. Quería gritar, llorar, maldecir. Pete, su Pete, el amor de su vida, el padre de su hijo. Las primeras lágrimas nublaron su vista y no había forma de detenerlas. Buscó el celular y vio varias llamadas perdidas, todas de Fluke y su padre. No sabía que hacer, no podía moverse. Tenía que hacerse cargo de su hija y llevarla a casa pero el cuerpo no le respondía, estaba anclado a este lugar.
Un auto estacionó a su lado y luego su puerta fue abierta. No sabía como, pero estaba en los brazos de su padre que lo apretaba con fuerza y acariciaba su cabello. La voz de Fluke llegaba lejana y notó como se hacía cargo de Cami y la bajaba del auto.
Se apretó a su padre, otra vez su presencia lo salvaba. Lloró como un niño, casi a los gritos mientras el otro lo sostenía para que ninguna parte de su alma escapara de su cuerpo.
Pete estaba aquí, estaba ahora, pero nunca la distancia se sintió tan grande.

〰♥〰

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