Quinto capítulo.

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Quinto capítulo.

Esperó a la misma hora del encuentro anterior, la ansiedad por volver a verlo lo llevó a salirse del curso antes de tiempo. Sabía que Pete había ido al Instituto y que Plan en la Universidad. Temía lo que estaba pasando por su cabeza, este niño lo estaba obsesionando tanto que el placer con Lina le era esquivo e incómodo. Anoche terminó despidiéndola porque apenas soportaba su presencia, y ella se fue tal como llego, sin planteos ni reproches. Entre los dos era fácil y sin complicaciones, un poco de sexo cada vez que lo necesitaban pero esta vez se tornó raro al finalizar. Cuando vio aparecer al omega borró esos pensamientos de su mente para centrar su energía en un nuevo avance. Pete caminaba con su habitual uniforme y la mochila negra, sus manos jugaban con las correas que la sostenían a su espalda.
Lo miró y notó algo inusual que empeñaba la belleza de sus mejillas. Intentó disimular la mirada pero no pudo pasar por alto las evidentes marcas rojizas. Cerró los ojos con fuerza y volvió a mentalizarse en su objetivo. No era su problema la vida del omega, no le importaba y no iba a fingir lo contrario. Aunque una energía en su interior quería destrozar algo y hacerlo sangrar.
La sonrisa tímida de Pete se hizo presente cuando se posicionó delante de él, notó su incomodidad y su evidente deseo de ocultar las marcas. Ae se separó de su moto y sonrió en respuesta tratando de dar la sonrisa seductora que tan bien le había funcionado en el pasado.
-Tenía miedo de que te arrepintieras de encontrarte conmigo.- dijo luego de acercarse y dejar un casto beso en una de sus mejillas. Sintió el apenas perceptible estremecimiento en el cuerpo del otro, tal vez fruto de escozor en la zona.
-No no- se apresuró a decir el pequeño- no hubiera faltado...
El instinto cazador del alfa estaba en su máximo, ya lo tenía casi listo para el próximo paso.
-¿Quiéres caminar un poco?- le posicionó una mano sobre un hombro- déjame llevar tu mochila.
Ante la afirmativa de Pete comenzaron a caminar a orillas del lago y lo bordearon siguiendo el camino de árboles que dejaban zonas ocultas a los ojos de los transeúntes. Lo observó de reojo, de cerca vio cuán frágiles parecían sus manos y dedos, algunos huesos se marcaban a través del uniforme.
-¿No tienes calor con esa camisa?- él  llevaba una remera negra al cuerpo y un pantalón de jean desgastado en las rodillas.
-Realmente no, estoy bien así- la mirada del omega nunca se levantó del suelo y volvieron a hacer silencio mientras continuaban el recorrido.
-Pete...tengo la sensación de que no quieres estar aquí...-hora de jugar un poquito- no quiero que estes incómodo y si solo me dijiste que si por lo que pasó ayer...
-No! - fue vehemente en su respuesta- no pienses eso, quiero estar aquí...
-Gracias a los dioses...pensarás que estoy loco, pero sentí una conexión contigo.
La sonrisa del joven al escuchar esas palabras fue genuina y llegó a perturbar a Ae lo que sintió al ver esa reacción.
-No estas loco- la voz le llegó dulce a sus oídos- yo también la sentí.
Era ahora el momento. El alfa había elegido el escenario justo, las hojas de los sauces caían a su alrededor creando el marco perfecto y romántico. Se colocó frente al ingenuo omega, y posicionó la mirada oscura sobre sus ojos.
-Se que es muy rápido...-llevó los dedos a la mejilla rosada- pero Pete...no puedo evitarlo...dime que no...
Los labios del joven no dijeron nada y apenas se entreabrieron cuando los del contrario se acercaron de a poco hasta colocarlos sobre los suyos. El movimiento iniciado por el alfa fue sutil y tierno, apenas perceptible para el omega que recibía su primer beso. Quedó obnubilado ante la suavidad y ternura que le prodigaba el alfa con el toque en su boca. Se permitió abrirse y dejar que la lengua del otro comenzara un movimiento que dejó sus rodillas hechas gelatina. Aspiró el aroma a naranjas y pimienta del cuerpo del alfa y se permitió llenarse y perderse en él.
Por su parte Ae odió este beso, odió lo que le hizo sentir, lo abrumado que estaba su cuerpo por la cercanía, lo alertas que estaban sus sentidos, su olfato estaba lleno del olor hierba al sol del cuerpo de Pete, sus oídos se deleitarnos con los pequeños sonidos que salían de su boca, su tacto pedía abarcar más con sus manos. En un acto de crueldad y bronca llevó sus manos a las mejillas del joven sólo para sentir su cuerpo estremecerse ante el evidente dolor que debía estar sintiendo en ese punto. Sonrió hacia adentro cuando el cuerpo que sostenía  reaccionó ante la molestia.
-Estas bien?- preguntó cuando el otro retrocedió- ¿no te gustó?
-No, no es eso...-de cerca vio lo oscuras que eran esas marcas y volvió a fingir no notarlas.
-¿Entonces te arrepientes?- la dulzura de su voz ocultaba la crueldad de sus intenciones.
-No! Es sólo que ya debo volver a mi casa...
-¿Y puedo verte de nuevo mañana?- la sonrisa de Pete fue toda la respuesta. Intercambiaron números y se separaron para que el omega caminara de nuevo a su hogar. En el caminó pensó si era necesario hablar con su hermano, no quería ocultarle nada, pero estaba seguro que se opondría a que él se viera con Ae, no sólo por la edad del alfa, que suponía de unos 20 o 21 años, sino por lo extremo sobreprotector que era.
La noche de ayer lo vio golpear paredes y todo a su paso cuando divisó las marcas en sus mejillas. Le prometió no dejarlo sólo nuevamente y quedaron en encontrarse a unas cuadras de la casa para luego volver juntos.
Pensó en ese maravilloso beso, la dulzura de esta primera experiencia borró por un momento la tristeza de su alma. Por suerte Ae no vio la evidencia de las cachetada, suponía que asumió que el tono rojo se debía a la temperatura y por eso le preguntó si tenía calor con la camisa.
Esperó sentado en un tapial de una casa abandonada hasta que llegó Plan que lo abrazó brevemente y en silencio, a paso lento volvieron a su casa. Por el camino compartieron algunas golosinas que el hermano mayor había comprado, y es que pese a la violencia de su padre en este último tiempo, nunca les faltó la comida ni el dinero para sus gastos. Nunca se negó a ese ingreso, el orgullo no servía de nada si quería terminar su carrera para huir lo antes posible con el omega menor.
Plan pensó que lo llevaría lejos luego de recibirse y conseguir algún trabajo. Amaba a su madre, la adoraba, pero al momento de la verdad, siempre elegiría a Pete; sabía que un día deberían alejarse si no quería que el infierno terminara por consumirlos.
Las marcas rojas que dejó su padre anoche las sentía como propias. Lloró de rabia e impotencia por dejar a su pequeño a merced del monstruo que tomó el lugar de quien alguna vez había sido un buen hombre.
Faltaba menos de un año para terminar su carrera, ponía todo su empeño en conseguir las mejores notas y avanzar en su afán de finalizar para conseguir un trabajo que les asegurara un techo y un plato de comida.
Evitó pensar en Mean, en su piel blanca y sus ojos rasgados; no quiso rememorar su aroma a madera húmeda, ni el sabor de sus besos. No podía perderse en él,  porque no debía distraerse de su propósito. Su corazón se desgarraba cada vez que se recordaba a sí mismo que no podía tenerlo, que no debía desearlo.
Entraron a la casa y esta vez no permitió que Pete permaneciera más que para un saludo y un beso al lado de su madre. Odiaba hacer eso, pero no dejaría se se repitiera lo de ayer. El enojo de su hermano fue evidente pero prefería eso antes de verlo de nuevo lastimado. Preparó comida y la llevó a la habitación, lo obligó a comer y vigiló que los pocos bocados que se metió en la boca no terminarán en vómitos.
-No es justo...-le dijo mirando la pared una vez que se acostó- quiero estar con ella.
-Lo sé Pete, pero no se puede- a veces era tan cabezota.
-Solo unos minutos...
-No, no voy a dejarte.- lo vio hacerse una bolita y al rato su respiración se acompasó abandonándose al sueño.
Pegó su espalda a la pared y se quedó mirándolo. Antes de dormir se había bañado y colocado una remera y un boxer  y a través de su ropa pudo notar el cuerpo de su hermano cada vez más consumido. Las piernas y brazos eran palillos que se quebrarían con el viento, en su columna se podian contar las vértebras y por delante ver sus costillas.
No falta nada, se si dijo, sólo un poco más...haría lo que hiciera falta para que él vuelva a ser feliz. No pensaría en Mean, no tendría en cuenta el amor que el alfa decía tenerle, ni todas sus propuestas con las que había tentado. Cerró los ojos y dejó que el sueño llegara como en oleadas. Esperaba no soñar con nada, porque al despertar era peor encontrarse con la realidad.
Lamentablemente no fue posible, los ojos dulces y enamorados de Mean los esperaban en sus sueños y se dejó envolver por ellos, por lo menos por un rato podía abandonarse a ese amor imposible.

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