Vigésimo noveno capítulo

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Vigésimo noveno capítulo.

El aturdimiento en que quedó sumida su mente lo llevó directo a casa y de allí a subirse a su auto y comenzar a conducir sin destino fijo. En los altavoces la voz de Gwen Stefani cantaba una canción que alguna vez su madre había tarareando en la cocina de su hogar mientras movía su cuerpo al compás; en ese momento, el pelo suelto brillaba tanto como ella y acompañaba el sutil balanceo del cuerpo... "You and me, we used to be together; Every day together, always..." había cantado a media voz. Pensó en lo cruelmente oportuna que era la letra de la canción, acompañaba a la perfección su estado de ánimo.
En algún lugar se detuvo, cargó combustible y siguió en camino. Cuando ya se había alejado lo suficiente frenó a un costado de la ruta y se quedó con la vista perdida en el pavimento irregular que lo llevaba a su destino. Lo había hecho sin pensar, pero sin embargo, si era racional, era lógico que su andar lo llevaría allí. Años habían pasado y nunca se había planteado volver, había dejado esa parte de su vida atrás pero las palabras de su hermano lo devolvieron a donde todo comenzó. Envió un rápido mensaje a su tío diciendo que no volvería por la noche y silenció el celular para no escuchar el aluvión de llamadas que sin dudas llegarían. 2 horas después, cientos de kilómetros alejado de su nueva vida, se encontraba estacionado frente a la fachada de la vivienda de donde su hermano lo sacó casi cargando. Apenas había cambiado, estaba más deteriorada pero en lo demás era igual. Las flores y plantas no eran más que polvo y la pintura estaba decascarada. Las luces de las últimas horas de la tarde iluminaba con un tono naranja y el rocío ya se hacía sentir. Miró desde el asiento del conductor pero no podía moverse, avanzar o dar la vuelta y volver a su vida.
A metros lo vio aparecer, una sombra que, aunque cambiada, podía reconocer a la distancia. Su andar era distinto, con un bamboleo propio de alguna cojera. Ese hombre que alguna vez le pareció gigante, ese alfa que una vez amó con el cariño que sólo un hijo podía sentir, la idolatría que de a poco se convirtió en terror. Estaba petrificado en el lugar, el cosquilleo en las marcas de su espalda le recordó la fatídica noche donde destruyó la inocencia que quedaba en él. Cuando lo vio a metros de la entrada, sus dedos por propia voluntad abrieron la puerta y sus pies cruzaron la calle. Guardó las manos en los bolsillos porque no sabía de que sería capaz si lo tenía a su alcance.
-Padre- lo llamó desde atrás con la voz firme.
El mayor no se dio vuelta ni dijo nada, sacó la llave con la que desbloqueó el ingreso y se adentró al escenario que a veces sus pesadillas evocaban. Lo siguió por inercia, como si ese monstruo todavía tuviera poder sobre él. Miró el comedor, la casa era pequeña y todo estaba conectado. Era uno de esos lugares que, en manos correctas y amorosas sería cálido y acogedor, en cambio ahora no era más que un escenario de una mala película de terror.
El alfa dejó un pequeño bolso, el que siempre usó para sus pertenencias al ir a trabajar en el suelo y se sentó alrededor de la mesa. Pete miró los muebles, sólo había fotos de su madre y algunos recuerdos de ella. Caminó a su antigua habitación y con el corazón bombeando enloquecido abrió la puerta que una vez lo había mantenido adentro preso de la tortura a la que fue sometido. Y no había nada dentro de ella, ni siquiera las camas o muebles que una vez usaron, ninguna de las pertenencias que alguna vez fueron suyas. No sabía que esperaba, pero no era esto, haber sido borrado de la vida de sus progenitores como si él o su hermano nunca hubieran existido. Volvió al comedor y buscó alguna foto, alguna prueba de que ellos alguna vez había habitado estas cuatro paredes, porque no era justo haber perdido el alma aquí dentro y de que no existiera ningún registro de ello. Con los hombros cansados agachó la cabeza y se sentó frente a su verdugo, las palmas de las manos abiertas apoyadas sobre la superficie. Pasaron minutos sin decir nada, la respiración agitada del omega frente a la trabajosa de su progenitor.
Se atrevió a levantar la vista y mirar el rostro ajeno, lo vio envejecido, el pelo pajoso y miles de surcos recorriendo la piel, como si un mapa hubiera sido marcado a fuego sobre él, el párpado izquierdo caído donde las cicatrices eran más tirantes y notorias. Quería preguntar, quería hablar pero todavía trataba de definir la razón por la cual sus pasos lo trajeron aquí.
-Le dijimos a tu tío que no volvieran.- la voz oscura sonó en el silencio creado entre los dos.
-¿Qué?- apenas llegó a decir sin entender del todo a que se refería.
-El día que vino a querer convencer a Beth de que me abandonara- habló como si sus palabras no estuvieran cortando en lo profundo- le dijimos que no volvieran, ninguno de ustedes. -No...-titubeó, buscó dentro de sí algo de lo que habia dicho su tio en ese entonces y no encontró nada- no...
Los ojos negros, casi sin vida, lo mantenían paralizado al igual que tantos años atrás, sólo que esta vez sus palabras eran las que utilizaba para destruirlo.
-Ella se quedó a mi lado, cuando tu estúpido alfa vino a querer matarme, ella se quedó a mi lado - el asombro por momentos nubló lo más importante, pero el otro siguió como si nada importase.
"Tú, tu hermano o ese imbécil de Krist nunca lo entendieron, nunca lo van a entender. Ella era mía y hasta el final quisieron arrebatármela. ¿Pero sabes? hasta lo último yo estuve con ella, sus ojos siempre me miraron con el mismo amor."
-Nunca quisimos alejarla...
-Ese idiota llegó a suplicar para llevarla con él, para arrancarla de mi lado- su voz era totalmente indolente a la tormenta que se gestaba dentro del omega- pero al final, ella me volvió a elegir.
Su pecho se sintió apretado, si había buscado algo, definitivamente no era esto. Volvió a repasar las paredes, ni un rastro de que ellos alguna vez habían vivido aquí. ¿Tan ingenuos, tan ciegos había sido? ¿Estaban tan necesitados de amor que inventaron uno que no los eligió?
Se paró golpeando las manos contra la mesa derruída.
-No se que vine a hacer aquí-
-Lo mismo pienso, no hay nada tuyo en esta casa.
Comenzó a caminar a la salida, la puerta se veía lejana como el día que su hermano había arrastrado su cuerpo. Su hermano, que amaba a su madre y aún así decidió abandonarla para salvarlo. Se dio vuelta y enfrentó de nuevo a él.
-¿Sabías que mataste mi bebé?
-Creo que me lo gritó en la cara el idiota que me hizo esto- se señaló el ojo cicatrizado - pero en definitiva, te hice un favor ¿no?
La furia sacó lo peor de él, en algún momento estaba en la puerta y segundos después destruyendo todo lo que encontraba a su paso, arrancó las fotos de su madre rompiéndolas e hizo explotar el vidrio de los portaretratos que la mostraban sonriente contra el suelo, la fuerza lo llevó a volcar el aparador con los recuerdos de sus padres haciéndolo cientos de pedazos. Por último, con la respiración agitada se acercó al hombre que una vez le pareció gigante a su lado, recordó a ese niño flacucho y débil que alguna vez fue, al pequeño que se metía en cama de su madre todos los días a escondidas para llenar los pulmones con su aroma. Llevó las manos al cuello de su camisa y acercó la cara a la suya.
-Te odio, te odio y te maldigo. Lo que te resta de tu vida inmunda y la próxima, vivirás sabiendo que no nos arrebataste nada, que vamos a ser felices mientras te pudres aquí, sólo y sin ella.
Posiblemente
podría haberle pegado pero no lo hizo. Salió pisando los pedazos rotos de una vida que nunca fue suya, se alejó luego de haber ahuyentado para siempre al monstruo que a veces lo apresaba en sus sueños.
Se sentó dentro del auto y trató de relajar los músculos apretados del cuerpo. Apoyó la cabeza contra el volante unos segundos y luego levantó la vista mirándose en el espejo retrovisor. Llevó los dedos a los ojos para constatar que no había humedad allí, no había lágrimas derramada por ese hijo de puta. Tal vez después, tal vez otro día, cuando llegara a casa o en un par de años, pero hoy la bestia que un día había roto a cuerpo ya no tenía poder sobre él.
Pensó en su madre, y por comparación pensó en Mica, la madre de Cami, esa omega que había abandonado y huido con su hija aún a sabiendas que se acercaba al final. Recordó los brazos frágiles rodeandolo, los dedos en el pelo mientras lo acariciaba, los besos apenas perceptibles que le daba. Eso no había sido mentira, posiblemente su amor no fuera el suficiente, pero su corazón sabía que habia sido amado.
La noche apenas pasaba las primeras horas, revisó el celular, la galería de imágenes mostraba fotos de su pequeña familia, Plan, Krist y bebé Earth. Miles de imágenes de ellos en la vida que habia construido, almas vagantes que se habían unido y crearon una unidad. Sonrió ante el reflejo de lo que habían logrado en este tiempo.
Marcó el número de su tío y le comunicó que se demoraría unas horas más pero estaría allí para dormir.
-¿Estas bien?
-Creo que si, hablaremos mañana...
-Igual voy a esperarte despierto.
-Lo sé...-cortó luego de algunas palabras más.
Condujo por las calles principales para tomar un camino que lo alejara de la casa que nunca le había pertenecido.
Dentro del lugar quedó un alfa que hasta el final de sus días sentiría que la maldición que habia proclamado su hijo se había cumplido, porque la soledad definitivamente se instaló en su alma, y de la omega que amó ni siquiera encontró un rastro de su existencia que dijera que algo de su amor fue real.

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