Trigésimo sexto capítulo (punto cinco).

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Trigésimo sexto capítulo (punto cinco).

Pete se libró de los labios de Ae, escondió la cara enrojecida en su pecho y el alfa comprendió que era el momento de detenerse aún cuando todo su cuerpo pedía perderse en el omega. Se separó del otro sentándose a un lado de la cama dando la posibilidad de que Pete hiciera lo mismo. Fue acomdándose la ropa y por el filo del ojo notó que el menor hacia algo similar.
-Creo que es hora de ir a dormir.
-Si -reconoció aunque era lo último que quería- tienes razón, te acompaño a la otra habitación.
-No, está bien, quédate.
Pete salió al pasillo que comunicaba las habitaciones sin dar tiempo a réplicas, miró en camino a donde dormían Krist y Plan y asomó la cabeza al abrir la puerta. Los dos estaban ya en sus camas, el mayor con un marcador en mano y lo que suponía el último libro en corrección  y  Plan con su celular, tal vez jugando a algún juego en él.
-Wuoooo -pronunció su hermano al mirarlo.
-¿Qué? -llevó los dedos a la cara en busca de algo palpable allí.
Krist bajó los lentes, miró en su dirección y dibujó una sonrisa.
-¿No dijiste que ibas a hacer una videollamada a Cami? -inquirió su tio en un tono burlesco.
-Si...
-Deberías tener más cuidado entonces -la risa en su voz- por las marcas rojas alrededor de tus labios creo que te caiste y golpeaste con el celular.
-¿Y el pelo? -acotó Plan- tendrias que hablar desde un lugar que no hubiese tanto viento.
La tonalidad roja se sintió caliente en sus mejillas y bajó por su cuello, no tenía excusas para decir porque suponía que su aspecto lo delataba.
-Hasta mañana -alcanzó a decir antes de salir con rapidez y recorrer el camino hasta la habitación en la cual se quedaba. Entró y fue directo a un espejo sobre el escritorio. La vista le devolvía la imagen de los labios rojos e hinchados, el pelo en todas direcciones. Pero lo que más le asombró fueron sus ojos, un brillo que no había visto en muchos años. Llevó la mano a la boca y la sintió caliente. Cerró los ojos y sus dedos comenzaron a bajar con lentitud, primero a su barbilla y de ahí a su cuello.
-Esto es una locura...- se dijo a sí mismo antes de dar la media vuelta y desandar el camino que lo llevó hasta este lugar. Recorrió el pasillo con pasos presurosos, firme, sin arrepentimientos. Entró sin golpear, Ae estaba sentado todavía en el borde de la cama. Apoyó la espalda sobre la puerta cerrada y miró con la respiración agitada como el mayor se levantaba e iniciaba un movimiento lento hacia él, como si de una presa se tratara quedó inmóvil mientras era atrapado por su depredador. Una presa dispuesta a ser devorada, necesitada de sentir los dientes de su depredador sobre si.
El choque de los cuerpos se sintió incendiario, Pete aspiró el aroma oscuro que desprendía el alfa y abrió sus sentidos a las sensaciones que ellos recogían. Las manos de Ae apresaron las propias, las sostuvo a la altura de su cabeza con firmeza iniciando un beso mientras se refregaba contra él, haciéndole notar la dureza de su miembro. El calor traspasaba las prendas que aún los separaban. El hambre voraz con la que el alfa comenzó a morder desde el mentón a las orejas prendió fuego cada terminación nerviosa, la lengua hizo algo delicioso detrás del lóbulo derecho y lo repitió en el izquierdo.
No prestó atención al momento en que era levantado del suelo y colocado sobre la amplia cama, solo reconoció ser despojado prenda por prenda mientras besos, lamidas y mordiscos eran repartidos en cada centímetro de piel expuesta.
Fue venerado, adorado por los dedos de Ae, por su lengua y labios. Cuando la última prenda fue dejada de lado, los ojos del mayor hicieron un repaso y sonrió a la vista.
Pete estiró su brazo hasta alcanzarlo -ahora tu -pronunció.
No había forma de dar marcha atrás. El deseo quemaba dentro de los dos cuerpos y necesitaba ser consumido.
El alfa sacó cada prenda que lo cubría para arrodillarse entre las piernas abiertas de Pete. Estiró una mano para alcanzarlo y llevarlo a la misma posición en la que se encontraba.
Las lenguas se movieron al compás una vez que se encontraron. La tibieza de las pieles compartidas mientras los gemidos retumbaban entre las cuatro paredes.
Cuando los dientes de Ae se arrastraron por el cuello hasta cada hombro, un pequeño grito angustioso fue liberado de la garganta del menor.   Se sentía tan excitado que los dedos que entraron en él con algo resbaladizo y frío apenas lo molestaron y los recibió moviendo adelante y atrás su pelvis. En la misma posición, Ae llevó a Pete sobre él y las piernas del omega envolvieron la cadera del mayor cuando este por fin deslizó su pene dentro de su cuerpo. El vaivén rítmico fue firme, no era momento para sutilezas, más bien cada uno reclamaba el cuerpo del otro. Pete se sintió expuesto mientras era atravesado por el pene de Ae, sintió la carne arder al recibirlo en su interior y necesitaba más de ello. Su cuerpo lo pedía más profundo, más fuerte. Quería ser demolido, arrastrado, consumido por el placer.
No se dio cuenta cuando su cuerpo ya prácticamente se separaba del otro en el impulso, para caer y tomarlo en lo profundo.
La construcción del placer comenzó en su columna y de allí fue irradiando hasta llegar a cada célula cuando la mano ajena comenzó a agitar su pene. Los dientes se clavaron en el hombro del alfa mientras los lamentos hacían eco en la habitación.
El calor que inundó su canal con la semilla de Ae siendo liberada dio un nuevo sacudón a su propio placer y se aferró aún más al cuerpo contrario. Se quedó así, inmóvil, Ae todavía en su interior mientras los últimos espasmos activaban sus nervios que respondían con movimientos para retenerlo dentro de su cuerpo.
Ninguno de los dos pronunció alguna palabra mientras se mantenían de la misma manera. Pete apoyó su cabeza sobre el hombro del mayor y la dejó allí hasta que sus labios por voluntad propia se movieron a la nuez de Adán del alfa. De un segundo al otro vio la habitación girar cuando fue dado vuelta y colocado contra la cama. Sus rodillas subidas a los costados de la pelvis del alfa mientras comenzaba un devenir apacible que lo devastó mientras lo llevaba nuevamente al clímax.
Cuando el calor del momento comenzó a menguar, Ae salió de él para luego limpiarlo. Los ojos de Pete comenzaron cerrarse cuando sintió una extraña tibieza en su entrada. Los ojos se movieron para encontrarse con la cabeza del alfa entre sus piernas, la lengua circundando el lugar donde había estado su pene minutos antes.
No estaba preparado para una imagen tan decadente y excitante, su pene volvió a la vida aunque era casi imposible. La humedad, el calor y el movimiento fueron construyendo un placer desquiciante que lo hizo estremecerse al ser librado. Esta vez no tuvo la voluntad para volver a abrir los ojos. Sintió como era cuidado, limpiado y luego cubierto con la colcha. Adivinó cuando Ae se movió a apagar la luz. Su mente se fue apagando al compás de la conciencia de que su vida no volvería a ser la misma.

〰♥〰

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