Trigésimo cuarto capítulo.

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Trigésimo cuarto capítulo.

La llamada a Plan para pedirle que estuviera presente en un momento trascendente de su carrera no podía catalogarse de otra forma que no fuer un gran error. Siempre supo que la respuesta iba a ser una negativa, pero algo dentro de su pecho lo impulsaba a más, a pedir aunque sabía que no sería dado. En momentos era demasiado doloroso, se volvía difícil respirar el pensar en que un día el omega finalmente lo soltaría y ¿Qué sería de él? ¿Qué haría con ese sentimiento que no hacia más que crecer? Le parecía increíble seguir enamorado porque siempre creyó que el amor era algo de dos, que se construía y debía ser alimentado, pero a la vista estaba la prueba de que no era así. En alguna ocasión se planteó ser quien cortara de una vez el lazo que los mantenía en esa situación que sostenía por propia voluntad.
Suspiró mientras se tiraba a descansar sobre el sillón del living. Debería darle un corte, por su bien mental tendría que alejarse cuando lo único que quería era tenerlo junto a él. De seguro sería para mejor, porque tampoco era justa esta situación para Plan quien nunca había pedido ni prometido nada. Todo estaba en su mente, unas horas de sexo y encuentros fortuitos tal vez no tenían el mismo significado para los dos. Quería llorar, gritar, romper algo. Un sentimiento de pérdida definitiva se estaba instalando dentro de sí y no tenía sentido negar que este era el final.
Pensó en hablar una última vez con Plan, darse la despedida que se merecían y luego liberarlo para que encontrara alguien que llenara lo que él nunca pudo llenar.
Cerró los ojos para abstraerse del mundo que seguía existiendo mientras él se desmoronaba. Recordó la primera vez juntos antes que se marchara a otra ciudad. En ese momento logró engañarse para creer que el omega experimentó el mismo sentimiento cuando por fin entró en su cuerpo y recorrieron entrelazados el camino al clímax. Si se esforzaba un poco más podía saborear su piel y evocar el aroma embiagador que hasta el día de hoy lo tenía prisionero.
Lloró por lo que nunca tuvo, por lo que no fue más que una ilusión que se creó para no ver la realidad, Plan nunca fue ni nunca sería suyo.
La alerta de un mensaje entrante lo sacó un segundo de su estado de melancolía hasta que vio que se trataba de un mensaje del omega. No lo leyó, no tuvo el valor, porque si lo leía, respondería, y luego de seguro volvería a rogar, a implorar por algo a lo que no tenía derecho. Decidió enfocarse en su trabajo, dar los últimos detalles a la investigación conjunta que estaba realizando con Ae. Estableció una videollamada para determinar los puntos que todavía estaban poco claros y determinar los pasos a seguir.
Unos días después, ese mensaje sin leer lo mantenía aturdido. Se sintió infantil, pero de igual manera no podía hacer nada, no quería ser racional y actuar como un adulto.
La llamada de su compañero de investigación lo sacó de su momento de autocompasión y lo devolvió a la realidad. La ponencia finalmente se realizaría una semana antes de lo previsto, y había cuestiones que debían terminar de documentarse. Decidieron que la mejor opción era que el otro viajara lo antes posible, así que en un par de horas estarían trabajando codo a codo en la oficina que compartían en el hospital.
La investigación que llevaban a cabo era lo único que lograba sacarlo del estado de letargo en que lo sumía su situación sentimental. Mediante la recopilación de datos habían encontrado los factores en común de los síntomas que aquejaban a los omegas y que derivaban en una muerte lenta por en ensanchamiento de las paredes del corazón y la baja capacidad pulmonar. Por lo general la enfermedad genética se manifestaba luego de un embarazo con la excesiva liberaciónde una hormona que más tarde la glándula omega no llegaba a sintetizar y se acumulaba generando un trabajo desmedido de los ventrículos y debilitamiento de las arterias.
La conclusión había llevado a una práctica de prevención a través de un estudio genético en cada omega antes del primer celo y en caso de embarazo, un posterior inhibidor de la hormona. Un estudio de sangre y la administración de medicación podría cambiar la vida de muchos, evitaría una de las causas de muerte omega. Se sentía orgulloso de los logros que estaban consiguiendo, la publicación de esta investigación marcaría un antes y un después. Evitaría muertes crueles y años de agonía que terminaba por destruir familias.

Ae llegó al estudio que compartían apenas después del mediodía. El que se adelantara la presentación era una presión que no habian previsto, debían volcar más datos sobre los sujetos que se prestaron para la investigación. Se basaron en datos que se habían acumulado por años pero nunca fueron sopesados ni puestos en consideración como la causa de la enfermedad. Pensó en Mica, de vivir estaría orgullosa, y aún cuando el descubrimiento llegó tarde para ella, daría la posibilidad de que otros vivieran. Indefectiblemente, Pete le vino a la mente, hace años, esta enfermedad desató el infierno en su joven vida. Había sido un niño culpado por algo de lo que nunca fue partícipe. Pensar en él y en el tormento que luego vivió por su culpa lo llevó a buscar una forma de pedir perdón aún sin las palabras.
Mean ya estaba concentrado en la computadora, algunos ayudantes compartían el espacio pero por lo general sólo ellos dos se ocupaban de cotejar datos con la finalidad de que nada escapara a su mirada.
Vio sus notables ojeras y asumió que se debían al arduo trabajo de investigación y seguimiento.
Las horas pasaron con los dos transcribiendo los datos que le faltaban, haciendo foco en las conclusiones y las evidencias que lograron a través de administrar a los voluntarios los inhibidores. Concluyeron que en ocasiones existía una herencia de la enfermedad, así que era posible encontrar a los portadores e iniciar el tratamiento con anterioridad a cursar algún embarazo. Trató de no traer de nuevo a su mente al omega del que estaba enamorado, y mucho menos pensar si él era portador.
Ya tarde decidieron que era momento de dar por cerrada la jornada, mañana, bien temprano reiniciarían el momento de trabajo. Pensó en lo tarde que se había hecho para hablar con su hija y en lo feliz que sería de escuchar la voz de Pete en este momento.
El departamento de Mean quedaba de camino, llevaron las carpetas ya impresas como respaldo de la información digital. Mantuvo el material mientras el otro llamaba el ascensor, y lo acompañó hasta el descanso que daba ingreso al departamento. Se despidió como siempre lo hacían en estas circunstancias y dio la vuelta para bajar, esta vez se decidió por las escaleras.
El sonido del disparo que retumbó en las paredes lo aturdió por un segundo hasta que comprendió de donde provenía la explosión. Corrió escaleras arriba saltándose escalones. Ingresó por la puerta que permanecía abierta de par en par, las hojas y carpetas regadas en el camino. Notó cajones abiertos con pertenencias tiradas. Avanzó con firmeza pero terror por lo que podría encontrar.
Divisó a Mean, la mancha de sangre que se expandía desde el centro de su cuerpo y mojaba todo alrededor tiñendo el suelo de un tono rojizo e inundando las fosas nasales del aroma terroso mezclado con el olor penetrante de la pólvora. Cayó de rodillas a su lado, lo llamó por su nombre intentando mantener la calma. Comprobó los signos vitales que en ese momento fueron menguando hasta hacerse inexistentes.
Las compresiones en su pecho fueron en paso lógico y comenzó el conteo para reanimar su corazón.
Uno... Los dos sentados en su habitación.
Dos...Mean embobado con un omega.
Tres...La ilusión de haber dado su primer beso.
Cuatro...La tristeza del rechazo. Cinco...Las lágrimas de la separación.
Seis...Vivir enamorado de la misma persona.
Siete...-Vamos Mean, no me hagas esto...
Ocho...-Amigo por favor...
Nueve...Diez.

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