Scott estaba de pie frente a la estufa, mirada seria y concentración al máximo en su rebanada de pan que se freía a fuego lento. Tenía la espátula en su derecha listo para atacar, mientras sujetaba el sartén con su izquierda. No creyó que aún fuese el momento, pero de igual forma volteó la tostada francesa y volvió aguardar otro par de minutos para girarla.
Entonces una mano ajena acarició su abdomen bajo su camisa al mismo tiempo que sentía la presencia de Mick a sus espaldas. El hombre se acercó tanto que pareció transferirle su calor al abrazarlo con pereza. Un beso en el cuello y picosa barba raspando su piel hicieron sonreír a Scott. Fue como si más mariposas decidieran unirse al festín de emociones en su estómago.
—¿Cuántas has quemado, principito? —murmuró Mick con voz baja cerca de su oído, provocando estremecimientos en su chico.
—Ninguna.
Scott apuntó con la espátula hacia el plato con tres tostadas francesas bien cocinadas. Ninguna lucía demasiado oscura, algo que lo tenía alzando la barbilla con orgullo. Observó a Mick revisando su trabajo de un vistazo antes de cabecear en aceptación.
—Mírate, chico —lo alabó con incredulidad—. Lo haces de maravilla. No sé cómo es que no te gusta cocinar...
Scott arrugó la nariz en discordia. Seguir instrucciones que dejaban mucho a la imaginación era difícil, en especial cuando se trataba de pesar ingredientes con "una pizca" o "cocinar hasta que luzca bien", odiaba que la cocina fuese tan ambigua y le diese ese sentido de "explorar con los sabores" que él no quería tener. Ya que por lo general sus intentos de cocinar solo, terminaban en malos experimentos no consumibles.
—Es difícil concentrarse —confesó Scott encogiendo un hombro con desinterés—. Por eso Adam insiste tanto en un día de cocina, cree que aprender a cocinar puede ser algo bueno.
—Pues no está equivocado. Si aprendes a cocinar significa menos comida chatarra en tus estantes, lo que es bueno. No quiero verte a los 30 con jodidos problemas de azúcar solo porque no puedes dejar de desayunar pop-tarts...
Mick gruñó con fastidio, porque no estaba muy equivocado. Sabía que Scott prefería comprar comida que estuviese lista en 5 minutos dentro del microondas. No quería eso para su chico, y esperaba que Scott se lo tomase en serio.
—En cuanto más rápido aprendas lo básico, me sentiré más tranquilo al saber que puedes estar solo y sabrás cómo alimentarte sanamente, sin vivir de insípidas pizzas congeladas.
Scott agachó la cabeza, de pronto el vacío de quedarse solo volvió a abrumarlo porque este era finalmente el último día que Mick pasaría a su lado. Al menos hasta que regresase en un mes, y entonces solo lo vería un fin de semana.
Mick notó el cambio de ánimo en el chico, lo abrazó un poco más fuerte con un solo brazo mientras apagaba la estufa, quitándole la espátula a Scott. Giró al rubio para verlo a los ojos, aunque Scott apartase la decepcionada mirada.
—¿Qué sucede, chico?
Scott tardó casi trece segundos en dignarse a hablar. Le costó contener sus emociones tan diversas dentro de su pecho, enojo, frustración, miedo. Le gustaba mucho Mick, y no quería despegarse de él después de una semana bajo sus atenciones.
—¿Puedo regresar a Inglaterra? —le pidió pesaroso, esperanzado que Mick se apiadase y lo llevase con él, aunque sea a escondidas—. Ya no quiero estar aquí.
Mick se quedó mudo, odiaba romperle las ilusiones. lo mataba internamente decirle que no, en especial cuando Scott quería algo tan difícil como permanecer a su lado. Mick esbozó una media sonrisa, tratando de aliviar la amargura en el ambiente.
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EL BUENO, EL MALO Y EL PROMISCUA
चिक-लिटEl bueno, el Malo y el Promiscua, serán los relatos cortos de tres personajes secundarios diferentes de NO TE ENAMORES DEL SEÑOR SEXO, que tuvieron una forma peculiar de encontrar el amor. Nadie les dijo que la redención para ser felices sería tan d...