WANTED [11]

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Eran las ocho y media de la mañana y Scott sentía que quería seguir durmiendo hasta las doce del mediodía. Al menos así era su rutina estando solo trabajando hasta la madrugada. Con Mick las cosas no eran para nada como él estaba acostumbrado. Pero no se quejaba, le gustaba la compañía. Se sentía bien saber que al despertar Mick estaría ahí para exigirle a besos un "buenos días" que volvía gelatina sus pulmones antes de obligarlo a levantarse para desayunar.

Scott estaba sentado a la mesa, picoteando con el tenedor sus huevos revueltos con champiñones y cebollines. Todavía no tocaba su pan tostado o el tocino de pavo que olía de maravilla, porque lo distraía el jugo verde que estaba al lado de su plato, lucía que Mick había licuado césped con agua y Scott no confiaba para nada que fuese a gustarle.

—Es col, banana, jarabe de maple y leche de soya, Scott —comentó Mick distraído colocando pan en la tostadora—. No es nada del otro mundo, pruébalo.

El rubio le frunció el ceño al enorme vaso con jugo de césped. ¿Qué no podía beber jugo de naranja y ya? Tampoco despreciaría una taza de té. Lo que sea menos el zumo para herbívoros. Scott podía apostar que sabía tan amargo como lucía. Acercó la nariz y olfateó el contenido verdoso.

—No me gusta la leche de soya —protestó empecinado.

¿Qué pasó con la leche de vaca? La vez que fueron al supermercado, Mick lo había abastecido con tantos vegetales y cosas sanas que Scott perdió el interés de luchar por traer pizzas y cenas congeladas que estaban listas en menos de 10 minutos en el microondas, ni siquiera prestó atención cuando el detective escogía la leche de soya sobre la entera.

—¿No te gusta la leche de soya? —repitió Mick confundido, lo miró sobre su hombro con una ceja alzada y mirada incrédula— ¿Ya la has probado?

Scott lo meditó un segundo antes de sacudir su cabeza.

—No. Porque me gusta la leche normal.

Mick entrecerró sus ojos, decidió no comentar nada sobre el tono cínico del chico despreciando comida. Prefirió regresar su atención a su pan tostado.

—Entonces no tienes idea si te gusta la leche de soya o no. Solo bebe el licuado, no te consigas un strike tan de mañana, chico —murmuró Mick indiferente.

Scott resopló con suavidad, su mirada viajó de la definida espalda de Mick hacia el vaso de césped líquido. Lo pensó por doce segundos antes de tomar el vaso y atreverse a beber su extraño contenido. Tomó un buen trago, asegurándose que Mick notase que bebió primero antes de rechazarlo y buscar jugo de naranja.

Para sorpresa del incrédulo rubio, el jugo para herbívoros sabía bien. Observó el vaso con desconcierto y un pequeño bigote verde en su labio superior que limpió con su lengua. Bebió de nuevo porque le gustaba el jugo de césped de Mick.

Cuando el detective regresó a la mesa con su pan tostado, notó que Scott ya no estaba comiendo. El chico había tomado su propio móvil de la mesa, lucía perdido en lo que sea que su pantalla mostraba, y debía ser algo privado ya que mantenía el teléfono en su regazo.

—Scott.

El detective se esforzó en no rodar sus ojos cuando no recibió respuesta, tomó asiento frente a Scott y golpeó la superficie de madera con dos dedos para llamar la atención del despistado rubio.

—Chico, es hora de desayunar, deja el teléfono de lado.

Esos ojos miel lo observaron con desconcierto antes de mudar por una expresión de vergüenza que no pudo disfrazar. Mick mantuvo su expresión seria, empezó a sentir curiosidad de lo que sea que haya activado la ansiedad de Scott tan de mañana.

EL BUENO, EL MALO Y EL PROMISCUADonde viven las historias. Descúbrelo ahora