Fue descubierto.
Anaïs apuntaba a Jason con su pistola. Didier y yo no lo pensamos, incluso sin el equipo táctico de INTERPOL, salimos corriendo hacia el chalet vecino. Dejé que mi compañero se encargase de los dos guardias que custodiaban el auto, mientras él me dejaba al tipo que estaba dentro del primer piso de la cabaña.
Luché contra él, pero era demasiado grande para que pudiese ser una pelea justa. Saqué mi arma y le di un disparo en su brazo derecho, sacándole un rugido ronco del pecho. Con toda la fuerza que cargaba encima le di un codazo que lo hizo estrellarse con la pared antes de conocer el suelo.
Subí las escaleras al segundo piso, casi volando. Sin preocuparme por el tipo.
Entré a la habitación, con el arma alzada. Ella me apuntaba de vuelta, mientras los guardaespaldas de Anaïs tenían a Jason de rodillas, después de haberle dado una paliza. Uno de ellos tenía el cañón de su arma contra la sien del hombre.
—INTERPOL. Suelta el arma, Anaïs. No tienes escapatoria.
—Esperaba por ti, antes —canturreó Anaïs.
Ella me sonrió, riendo entre dientes. Empezó a acercarse a la puerta, ignorando a sus guardaespaldas. Compartí una mirada con Jason, él entendió la ventaja que pensaba darle. Distraería a Anaïs para que este lograse zafarse de los guardias. Jason, sacudió su cabeza con suavidad, reprochándome con la mirada para desistir.
Él ya lucía lastimado, pero no teníamos de otra más que improvisar.
—Por la forma en que lo miras —especuló Anaïs, señalando a Jason con la Glock—, diría que lo conoces muy bien. Dime, querida, ¿qué tanto te gusta mi novio?
Apreté los dientes, observando a la corrupta mujer que no quitaba su mirada de mis ojos.
—En primera, Anaïs, no soy tu jodido novio.
Jason golpeó la pierna del hombre a su derecha, desestabilizándolo hasta arrebatarle el arma. El otro cargó contra él, enseguida. Pero este ya estaba halando el gatillo, disparándole en el hombro. Hizo lo mismo con el primer sujeto, solo que esta vez le dañó la pierna con una bala.
—Baja el arma, querida —murmuró Jason, jadeante—. No me hagas dispararte, no sabes las ganas que tengo de hacerlo...
Anaïs empezó a retroceder hacia las puertas del balcón del chalet. Apuntaba su arma a mí, no bajé mi Glock justo como Jason. Ambos acercándonos para acorralar a la mujer.
—¿Desde cuándo supiste que Jason no estaba de tu lado, Anaïs? —le pregunté, tratando que ella dejase de tramar ideas para escapar.
Anaïs dejó de ver a sus espaldas, tentada a huir por el techo de la cabaña. Sus ojos verdes me enfocaron, parecía apreciar que reconociera que ella no estaba loca. La vi esbozar una amarga sonrisa, sin bajar el arma.
ESTÁS LEYENDO
EL BUENO, EL MALO Y EL PROMISCUA
ChickLitEl bueno, el Malo y el Promiscua, serán los relatos cortos de tres personajes secundarios diferentes de NO TE ENAMORES DEL SEÑOR SEXO, que tuvieron una forma peculiar de encontrar el amor. Nadie les dijo que la redención para ser felices sería tan d...