Estoy nervioso. No puedo ocultarlo. Me gusta mi asistente. Yo, quien no podría ser más nepotista al darle a su hija inexperta un puesto de trabajo demasiado grande para sus conocimientos. Ahora resulta, que también soy el jefe que queda prendado de su sexy asistente.
Pero es que Andrea. Ella es... tan... comprometida. Ha demostrado tener carácter para manejar a mi hija, nadie manipula a Cressida como ella lo hace. Ni siquiera Cristel, su madre. También sabe cómo manejarme y ponerme en mi lugar cuando soy demasiado gruñón con ella. Es una mujer que no se deja doblegar muy fácil. Y me encanta.
—Papá —me gruñó Cressida, acercándose a mí— ¿Estás seguro que Andrea viene? ¿Te lo confirmó?
Cabeceé con fervor, abotonando mi saco negro. El enorme salón del museo donde se celebraba la velada ya estaba repleto de gente. Todos con billeteras gruesas, dispuestos a costearse un caro plato de comida, y donar un poco más en una subasta de arte. La mayoría solo estaba aquí porque esto contaría en su reducción de impuestos.
Pero, vamos, si eso significa que me darán su dinero para invertirlo en una buena causa, no me importa el verdadero motivo de su donación.
—Relájate, hija. Andrea estará aquí. Me mencionó que tenía una cita con el médico justo hoy. Pero se aparecería en la fiesta de todas formas.
Mi bella hija soltó un pesado suspiro. Andrea es más que su asistente también. Esa chica se nos ha metido a ambos por los ojos. Cressida le está tomando cariño, y de mi parte, pues quiero a Andrea para mí.
Conozco mi edad, ya no estoy en los trotes para cazar mujeres. Aunque siga siendo divertido de vez en cuando. Pero quiero algo serio ahora, sentar cabeza por primera vez. Dios sabe que lo intenté como nunca con la madre de Cressida. Pero jóvenes e inexpertos, es la receta del caos. Y ser el hombre que le caliente la cama cuando su futuro esposo está de viaje, tampoco es la solución.
—Ugh, la llamaré de nuevo —murmuró Cressida, empecinada.
Ella sacó su móvil, mientras yo miraba de reojo a la concurrencia. Sonreí ante algunos invitados que observaban hacia aquí. La orquesta tocaba clásicos de los años de Dean Martin. Y en la pista de baile llena de invitados, se notaba la buena aceptación hacia lo clásico.
Giré el rostro hacia la entrada del salón, ambas puertas estaban abiertas. Un par de nuevos invitados aparecieron, la última de ellos era Andrea. Me quedé ido, en la forma que el vestido verde esmeralda caía por su cuerpo y sus curvas.
—Ella está aquí —le informé a mi hija, sin prestar mucha atención de la voz gruesa que se me escapó.
Andrea miró hacia la concurrencia, pero sus ojos pronto repararon en nosotros. Dejé a Cressida atrás y empecé mi marcha hacia la bella mujer. Ella había sujetado su cabello rubio en un moño muy elegante, dejando su cuello despejado para el collar dorado que la adornaba. Realmente hermosa.
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EL BUENO, EL MALO Y EL PROMISCUA
ChickLitEl bueno, el Malo y el Promiscua, serán los relatos cortos de tres personajes secundarios diferentes de NO TE ENAMORES DEL SEÑOR SEXO, que tuvieron una forma peculiar de encontrar el amor. Nadie les dijo que la redención para ser felices sería tan d...