EL MALO [09]

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No puedo creer que ella esté muerta

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No puedo creer que ella esté muerta. A veces al cerrar mis ojos todavía recuerdo cómo me miró cuando sujetó mi brazo halándome al vacío. Era su forma de decirme qué si ella caía, yo también lo haría. Ese deje de maldad en sus ojos verdes, me perseguiría varias noches antes de superarla.

—¿Jason?

La voz de Aiden me hizo girar el rostro hacia la puerta de la habitación. Allí estaba mi hermano, observándome como si estuviese viendo a un fantasma.

—Aiden, no vayas a llorar —lo regañé aburrido.

—No iba a hacerlo, estúpido —contraatacó, con su voz grave fallando al final.

Aiden se quedó bajo el marco de la puerta, con plena inquietud cruzando su semblante. Moví la barbilla para instarlo a entrar, y así lo hizo. Se acercó a un costado de la cama, acepté su abrazo cuando percibí su intención. Escuché su suspiro de alivio sobre mi hombro, y solo sonreí al saber que mi hermano menor se había preocupado. Pero este no midió sus ansias, y cuando me estrujó con un poco de más de fuerza, gruñí, de dolor.

—Lo siento, Jason —se disculpó asustado, distanciándose, ocupando el sillón al lado de la cama—. ¿Estás bien?

—Sí. Son las costillas, pero estaré bien.

Lo vi cabecear con fervor, tragándose el nudo en la garganta. Quedamos en un incómodo silencio. El azul de sus ojos, compitiendo contra el mío. Tal vez no tengamos mucho parecido, cabellos rubios contra castaños, diferente azul en la mirada, y demás rasgos que nos diferencian; pero entre todo ese mar de discrepancias, él y yo llevábamos la misma sangre corriendo por nuestras venas.

La necesidad de solucionar tanta mierda del pasado, picaba mi lengua con ansiedad.

—Aiden, creo que te debía una explicación por herirte hace años... —confesé de la nada.

Él alzó sus cejas leonadas, sacudiendo su cabeza.

—No tienes que repetirlo, Jason. Julie me dijo todo —confesó, esbozando una media sonrisa—. Ella sospechaba que no te gustaría decirlo por tu cuenta, por eso me reveló lo que estabas pasando con el luto de tu mamá. Si me lo hubieras dicho, habría hecho el esfuerzo, Jason...

—El problema es que no tengo excusa, Aiden. No debí desquitarme contigo, sin importar cuánta rabia había en mí.

Quería hacer las cosas bien, justo lo que Julie me recomendó, hablar con él, sin cortinas de humo. Aiden se mantuvo serio, muy introspectivo. Me observó unos instantes, mientras movía su cabeza de arriba abajo. Cuando soltó el aire de sus pulmones, dejando caer sus hombros, noté que su lucha había terminado.

—Yo ya te perdoné, Jason —admitió decidido, antes de contener el fantasma de una sonrisa—. Tal vez, todo era parte del destino ¿no crees? ¿Cuántos hijos imaginas que tendría ahora si no me hubieses dejado estéril por casi diez años?

EL BUENO, EL MALO Y EL PROMISCUADonde viven las historias. Descúbrelo ahora