EL PROMISCUA [05]

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Amaneció

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Amaneció.

Los rayos de sol entraron por las ventanas de mi sala, llenando el espacio oscuro con luz. Yo seguía abrazando mis piernas pegadas a mi pecho, y mi barbilla sobre mis rodillas. Debía aprovechar al máximo mi elasticidad, cuando mi vientre creciera, hacer esto sería imposible.

Pierce no se fue. Hablamos durante horas, al principio solo fue discusión vacía, reclamos y cinismo en su máxima expresión. Hasta que la noche se tornó negra, y en la calle ya no se escuchaban coches.

Justo en medio de tanto silencio y poca iluminación, empezamos a ver la realidad de nuestras vidas. Ahora que el día empezaba, parecía que teníamos claro una sola cosa: ninguno quería lo mismo que el otro.

—Creo que deberías pensarlo, Freya —me dijo aburrido, él miraba al techo, con la nuca apoyada en el respaldar del sofá, entonces giró su rostro hacia mí, totalmente serio—. Es la mejor solución, nos conviene a todos, en especial a ti, casarnos sería...

Las ojeras bajo sus ojos empezaban a pronunciarse. No quise imaginarme cómo se mirarían las mías. Quería pensar en cualquier otra cosa que no fuera su estúpida propuesta de un matrimonio apresurado. Pero Pierce es muy insistente y yo tengo poca paciencia.

—¿En qué siglo naciste, Pierce? ¿Antes o después del descubrimiento de América? Solo porque esté embarazada no significa que requiera una sentencia más grande como el matrimonio.

—¿Por qué debes estar tan a la defensiva siempre? —me acusó hastiado— Solo intento hacer lo correcto, aquí.

Nos quedamos en silencio de nuevo, retándonos con la mirada hasta que la tensión empezó a ceder sola. Miré la habitación de reojo, esta sala gritaba: no niños. Solo podía ver adornos y telas demasiado caras para permitir que sean arruinadas por un infante. No estoy lista para cambiar mi vida.

—¿De verdad crees que nosotros juntos, es lo correcto? —susurré bajito, regresando mi atención al rubio a mi par— Apenas nos conocemos, Pierce. Creo que un bebé merece un par de padres que quieran tenerlo, que deseen criarlo y convertirlo en una persona de bien, no solo dejarlo libre y que sea otro pobre diablo que cometerá los mismos errores que sus progenitores...

Pierce escuchó atento cada palabra, apenas suspiré, él alzó la mirada del sofá, ese brillo de claridad en sus ojos me hizo saber que había entendido el rumbo de mis pensamientos. No sé si tengo el tiempo para un bebé, para hacer que una relación que no quiero tener, funcione.

—¡¿Estás loca, Freya?! En serio esperé que estuvieses bromeando la primera vez —replicó alterado— ¡No puedes estar hablando en serio! ¡¿Adopción?! ¡¿Ese es tu jodido plan?! ¡¿Deshacerte del crío apenas nazca?!

Mantuve mi calma, mientras él perdía los estribos. De verdad no creí que reaccionaría tan mal a la idea, pero claro, a nadie le gustan los planes radicales a la primera. Solo sería cuestión de tiempo para que Pierce entrase en razón, y se diera cuenta que mi solución ameritaba pensarse.

EL BUENO, EL MALO Y EL PROMISCUADonde viven las historias. Descúbrelo ahora