Cada día aprendía algo nuevo. Desde cómo clonar computadoras ajenas; hasta qué hacer si tuviese que luchar contra más de un adversario. De lo único que puedo estar seguro, es que me está gustando mucho pasar tiempo con la detective Ferrec.
Tal vez porque ella es una mujer decidida a mantenerme solo como un conocido. No soy de los que "salen de cacería". Anaïs ha sido una de mis relaciones más largas, y sin embargo no puedo ignorar que en todas ellas siempre me faltó un poco más de pasión, o compromiso, o dedicación. No estoy seguro lo que sea, pero siento que lo he hallado cada vez que Julie me observa profundamente. Quizás me faltó sinceridad...
—¿Estás listo, bebé? —se jactó Didier, sonriendo con arrogancia.
Pasé el dorso de mi mano bajo mi nariz, limpiando el hilo de sangre que me había sacado con un puñetazo directo al rostro. El detective Didier Bernard, es un hombre tan alto como yo, pero el infeliz parece que se ha ejercitado desde que nació. Debido a sus malditos brazos que parecen piernas. Y sin embargo el hombre de color, no sabe que estoy por patearle el culo.
—Estoy más que listo. Voy a enviarte al suelo de una patada, viejo.
Alcé mis puños, calmando mi agitada respiración. Este era mi último día de combate pasé toda una semana recibiendo golpes y tratando de procesar los movimientos y las formas de pelea de cada hombre.
Lo único importante que aprendí, es que debo conseguir la ventaja, no importa cómo. Jugar limpio o sucio da lo mismo, si se está luchando por vivir. Después de todo, entre criminales no existen las reglas.
Miré hacia mis lados, los instructores suplentes estaban más cerca de Didier que mío. Eran cinco contra uno, así que la pelea no era justa. Nunca lo fue desde el segundo día.
—¿Asustado de acercarte, Jason? —sonrió el hombre de piel oscura frente a mí, sonriendo con dientes blancos y mirada despiadada.
Le devolví la sonrisa, bajando un poco los puños, para que ellos bajasen la guardia.
—¿Asustado? para nada —bufé tranquilo—. Sé cuándo lanzar el primer golpe.
Apenas lo dije le lancé una patada justo a la pantorrilla al policía a mi lado, sacó un rugido de dolor desde su pecho, pero cayó al suelo. Uno menos. Su amigo a mi izquierda se acercó veloz. Esquivé sus dos primeros golpes, le di un puñetazo justo en el estómago que lo dobló en dos y otro en la espalda. Al suelo.
Dos menos. Faltan tres.
—Vaya, con que vas aprendiendo rápido, Jason. Pero te estás olvidando de la tercera regla...
No terminó de decirlo cuando desarmé al hombre que cayó frente a mí. Todos ellos cargaban réplicas de pistolas con municiones no letales, solo para dramatizar que cualquier atacante podría o no estar armado. Así que alcé la Glock de 9mm, que cargaba el policía, apuntando a Didier antes que él a mí.
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EL BUENO, EL MALO Y EL PROMISCUA
ChickLitEl bueno, el Malo y el Promiscua, serán los relatos cortos de tres personajes secundarios diferentes de NO TE ENAMORES DEL SEÑOR SEXO, que tuvieron una forma peculiar de encontrar el amor. Nadie les dijo que la redención para ser felices sería tan d...