WANTED [06]

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La hora de dormir no fue para nada de acorde al plan.

—Scott. ¿Estás seguro? —preguntó Mick, alzando una oscura ceja. Mantuvo sus brazos cruzados sin atreverse a subirse a la cama aún.

Scott tomó la almohada del otro extremo de la cama y asintió un fervoroso sí. No quería contarle nada a Mick. Ni siquiera se lo contaba a Adam, su terapeuta. Los problemas con bravucones era su responsabilidad resolverlos, Thomas lo moldeó para que siempre fuese así. Para hacerlo sentir un inútil si llegase a pedir ayuda como una "mujercita". Y él no era nada de eso.

Mick apretó los labios al ver que el chico se acostaba en el colchón inflable al otro lado de la cama. Lo vio envolverse con una sábana y darle la espalda.

—¿Al menos me dirás buenas noches? —murmuró Mick aplacando su hastío.

El silencio fue cruel, pero Scott carraspeó su garganta una vez.

—Noches.

Mick rodó los ojos. Jodido Principito. Debería forzarlo a contarle la verdad, ¿cuántas veces había sufrido por aquel gordo idiota? ¿Había alguien más a quién debería partirle la cara?

El detective regresó al baño, cepilló sus dientes por tres minutos, ojos pardos fijos en su reflejo asesino. Le encantó golpear a ese infeliz esta tarde, valía la pena el ardor en sus nudillos.

Cuando regresó a la cama, Mick movió su almohada al otro extremo acostándose en el lado más próximo a Scott. No quería tratarlo como una jodida víctima, no quería compadecerse de él o tenerle lástima. Sabía que el rubio era más fuerte que eso. Por lo que aceptó por esta noche que durmiese de nuevo en el colchón. Darle su espacio para que meditase el día de hoy y resolver todo por la mañana.

Las horas de insomnio pasaron y Mick terminó dejando caer su brazo por el borde de la cama, el dorso de su mano descansando en la almohada de Scott. No creyó que el chico lo notase, pero en unos minutos, sus dedos tocaron piel. Scott ocultó su rostro en el interior de su palma y Mick suspiró aliviado, el sueño empezó a apoderarse de él.

[...]

El veredicto estaba tomado, Mick ya no tenía reparo. Ayer le mintió a su padre, él no podía dejar sus sentimientos de lado, no por Scott. Intentaría no ser tan obvio con el chico, por supuesto. Mick era consciente de los problemas que el rubio tenía, y su sexualidad era sin duda uno de los graves.

Sus nudillos amanecieron algo sonrosados, no era nada grave pero el leve recordatorio de ardor lo hacía sentir mejor. Como si la justicia divina existiese y él fue el verdugo perfecto para cobrar la tarifa.

Sin embargo, Scott seguía tan arisco como un gato callejero. Este no era él, no recordaba que el rubio se comportase así en ninguna de sus visitas anteriores. El problema de ayer caló duro en los sentidos de Scott. Si bien lo lógico era avisarle a Adam y que el profesional terapeuta lo solucionase, Mick no se sintió capaz de delegar tal responsabilidad.

Y aquí estaba, sentado a la mesa con el jodido Principito que lo hacía perder los cabales. Scott consiguió armar el cubo rubik, lo observó un segundo antes de empezar a desarmarlo para empezar de nuevo. Mick estaba aprendiendo rápido que este era uno de los pocos modos para obtener la atención del rubio.

—Scott, solo quiero que me digas ¿por qué demonios no me avisaste que tenías problemas personales en el almacén? —Mick reformuló la pregunta que Scott seguía sin contestar abiertamente.

Llevaban unos minutos sentados a la mesa del comedor. Mick esperaba que esta conversación tan malditamente necesaria no les llevase toda la mañana, pero por la mirada reticente de Scott, esta sería una de esas conversaciones.

EL BUENO, EL MALO Y EL PROMISCUADonde viven las historias. Descúbrelo ahora