EL PROMISCUA [07]

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Un mes siendo amigos, al siguiente mes peleados

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Un mes siendo amigos, al siguiente mes peleados. No lo sé, Pierce y yo somos un caos. Cerca de él no puedo controlarme. No ha existido hombre que logre desbalancear mi mundo como Pierce lo hace, juntos somos impredecibles.

Puse la mano en mi vientre hinchado. Ya estaba cerca del final, dos meses más y mi trato con Pierce expiraría. Solo que ya no estoy segura de nada. En realidad, me siento perdida. No tengo el apoyo de mi madre para pedirle consejos, soy hija única, así que tampoco hay hermanas o hermanos dispuestos a aconsejarme. Si no fuera por Pierce, creo que no tendría a nadie...

Georgia me permitió hacer mi trabajo desde casa cuando le conté que los últimos días he sentido extraños punzones en mi vientre. Después de todo ya era hora que pidiera un tiempo por maternidad. Así que mi nueva oficina sería mi sala de estar, recostada en el sofá con mi panza sirviéndome de escritorio para apoyar mi Mac, y un tazón de chips naturales. Lo mejor de esto, son las siestas que puedo tomar cuando desee.

Empecé a leer mi último artículo sobre no sentirse lista para la llegada de un bebé y cómo sobreponerse a esa infame ansiedad. Necesitaba editar el sinfín de groserías que me atreví a escribir en el boceto antes de entregarlo. A veces se escapan solas.

Me entretuve por una media hora, sola en mi apartamento con el único sonido de mis dedos tecleando sobre la laptop en mi barriga y los ocasionales autos afuera en la calle. Cada vez que se colaba el ruido de una motocicleta, mi corazón se detenía, pero al mirar sobre mi hombro hacia la ventana me decepcionaba.

Tuve varios ataques ansiosos hasta que por fin una de esas motos fue la de Pierce. Mantuve el silencio, esperando que él apareciera apenas abrió la puerta. En cámara lenta, sin apartar mis ojos de él, puse mi Mac a un lado en el sofá.

Casi se me cae la quijada al verlo enfundado en su traje de saco y corbata. Pantalón formal de un tono azul índigo al igual que su chaqueta que contrastaba tan bien con su camisa blanca y su corbata delgada de seda negra. Si bien seguía portando vello facial, al menos ya no era tan espeso, podía ver sus tersas mejillas y su definida quijada.

Creo que tuve un orgasmo visual.

—No quiero escuchar una sola palabra de tu parte —me advirtió cansado, pasando una mano por su rubio cabello corto.

¡Oh por Dios! ¡Su cabello!

Contuve el chillido de conmoción al verlo disfrazado de hombre serio de negocios. Me gusta como luce, demasiado. Pero... una gran parte de mí sintió nostalgia de su vieja apariencia. Estoy loca. No existe explicación coherente para que extrañe el look rebelde y malo de Pierce, pero lo hago.

—Pues luces bien... —confesé, subiendo mis gafas de trabajo por el puente de mi nariz— ¿Tienes una cita con tu novia o algo así?

Pierce rodó sus ojos, hastiado. Se acercó despacio hasta sentarse al borde de la mesita de café en el centro de la sala de estar, justo de frente a mí.

EL BUENO, EL MALO Y EL PROMISCUADonde viven las historias. Descúbrelo ahora