EL BUENO [06]

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—Te dejé escritos los nuevos pasos por si se te olvida algo... —le dije a Madison.

Ella estaba en mi silla ahora, inhalando hondo como si estuviese por darle un infarto. Creo que es un año menor que Cressida, pero luce más joven por la falta de maquillaje en su bonito rostro. Es una lindura natural, y no pude evitar sonreírle con ternura al notar sus nervios.

—Maddie, todo va estar bien. Aquí vas a aprender bastante, principalmente porque tendrás que corregir el trabajo de Cressida, y con eso me refiero a hacerlo de cero —le advertí paciente— ¿de acuerdo? Si algo sucede, tienes el número de mi línea de teléfono apuntado. Llámame cuando necesites ayuda, no lo dudes, cariño.

Madison alzó su rostro, sus ojos lilas me observaron como si fuese su salvadora. Quería abrazarla, eso era lo que ella provocaba en mí, un cariño incondicional.

—Gracias, Andrea, en serio. Gracias por ayudarme tanto —dijo sincera, y nerviosa.

Casi se me salen las lágrimas de emoción. Moví la mano y ella entendió enseguida, se paró y la abracé. Éramos dos enanas de metro sesenta, así que la estatura era relativa entre nosotras.

—¿Qué está sucediendo?

La voz recelosa de Cressida me hizo abrir los ojos, Maddie y yo nos distanciamos, girando el rostro hacia la heredera Hicks, saliendo de su oficina. Los ojos verdes de la chica observaron mi caja de cartón llena con mis cosas, luego a Madison y por último a mí. Noté su desconcierto. Quise golpear a Owen por no informarle a su hija de esto.

—Cressida, te presento a Madison. Ella cubrirá el puesto de asistente en Ejecutiva de ahora en adelante —sonreí amable.

Madison alzó su mano, pero Cressida le frunció el ceño. Ya empezamos mal.

—¿Qué pasará contigo, Andrea? —inquirió Cressida.

—Volveré a Contaduría.

La morena resopló con pesadez, sacudiendo su cabeza. Caminó hacia nosotras con cierta hostilidad en su mirada que hizo que Madison diese un paso atrás, intimidada. De mi parte, solo observé a la chica con aburrición. No necesitaba hacer eso y asustar a Maddie.

—Te odio —le dijo a Madison, y se fue de la oficina.

Rodé mis ojos, sacudiendo mi cabeza. A veces sus berrinches no concordaban con su edad. Cuando Cressida desapareció, me giré hacia Madison. Ella seguía con la expresión de susto en su rostro, mejillas rojas de la pena.

—No dejes que ella te intimide, ¿de acuerdo? Y tampoco le aceptes nada comestible si te ofrece, Maddie —le advertí al instante.

—¿Por qué podría darme algo envenenado? —preguntó confundida.

Me reí divertida. Oh, ella tiene sentido del humor. Estará bien aquí...

***

Me complace admitir que mi adicción por Owen Hicks no logró avanzar del nivel uno, todavía. Tenía cosas más importantes en mi cabeza como buscar el almuerzo de Simon al otro lado de la ciudad, porque su refinado culo no aceptaría menos que verdadera cocina marroquí.

EL BUENO, EL MALO Y EL PROMISCUADonde viven las historias. Descúbrelo ahora