EL BUENO [09]

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Igual que en muchas ocasiones, pasé navidad en París. Siempre me encantó estar aquí, compartiendo con Pierre, que prácticamente era mi familia. Pero lo que una vez me llenó de espíritu navideño y calor hogareño, no se sintió igual esta vez.

La visita de Madison en año nuevo, me recordó que mi vacío tenía nombre y un bebé en su panza. Una semana antes de viajar, lo medité bastante para pedirle a Andrea que viajase conmigo. Pero me callé a último minuto, un poco por cobarde y otro por idiota.

La quiero conmigo, maldición. Verla todos los días, y no poder darle un beso, me mata. Literalmente, está empezando a destruirme por dentro. Quiero abrazarla y que me permita consentirla. Creo que la amo...

Regresé de Francia decidido.

Hablaría con Andrea de una vez por todas, le pediría que me dijese qué espera de mí. Si todavía le intereso un poco, si me permite cortejarla, yo podría enamorarla de nuevo. Estoy desesperado. Voy a aceptar lo que sea que ella esté dispuesta a ceder. Pero primer tengo que hallarla.

Toqué el timbre de nuevo. Estaba fuera del pórtico de una bonita casa a orilla de calle. Tenía el móvil en el oído, con Madison al otro lado de la línea.

—¿Estás segura que esta es la dirección de Andrea? —gruñí impaciente.

Volví a tocar el timbre. Nada.

—Sí. Probablemente esté dormida, Owen. Son las ocho de la mañana de un sábado.

Y yo acabo de llegar de París, exasperado por no estar aquí antes.

—Creo que escuché sus pasos —jadeé aliviado—. Gracias por ayudarme.

—Cuando quieras, hombre loco.

Le corté a la chica, y guardé mi móvil en mi pantalón. Tomé aire un par de veces, de pronto olvidé todo lo que había planeado decirle. Carajo. La puerta se abrió, fruncí el ceño al ver a una mujer mayor de cabello castaño hasta el cuello.

—Eh... hola... —vacilé, fuera de lugar— Busco a Andrea Claire... ¿la conoce?

—Ay es mi hija —sonrió la señora, amable—. ¿Quién eres?

—Soy Owen. ¿Puedo hablar con ella?

La mujer apretó sus labios y sacudió su cabeza.

—Lo siento, Andrea salió con un amigo a desayunar. Allan fue tan amable de venir por ella para llevarla a comer waffles. Se levantó con antojos de nuevo —me murmuró con complicidad.

Me entraron los celos, tan salvajes, que después de obtener la dirección de la cafetería, volé en mi auto en busca de Andrea. No sé qué clase de amigo es "Allan" pero espero sea su amigo gay. Porque estoy temblando del coraje.

El viaje al centro me costó unos minutos, pero al final estacioné el auto y salí disparado hacia la cafetería que vendía los waffles favoritos de Andrea. Entré al lugar como un vendaval, halando la puerta con violencia antes de fijarme en las mesas como si estuviese buscando mi próxima víctima de asesinato.

EL BUENO, EL MALO Y EL PROMISCUADonde viven las historias. Descúbrelo ahora