WANTED [04]

2.6K 293 82
                                    

Era de mañana y Mick sentía su costado izquierdo más caliente de lo usual. Cuando abrió sus ojos descubrió la razón acurrucado a su lado. Scott estaba tan cerca, que su rostro se presionaba ligeramente contra la piel de sus costillas. Mick sintió unas ganas inmensurables de bajar su brazo izquierdo y rodear la espalda del rubio, retenerlo ahí unos instantes más.

Solo que... no lo hizo. Recordó lo intimidado que lucía Scott compartiendo la cama. Prefirió no causarle más estrés y empezó a alejarse despacio, salió con sigilo de entre las sábanas y se encerró en el baño. Necesitaba una ducha fría, quizás con cubos de hielo para bajarse la jodida calentura interna...

Cuando Scott despertó, Mick ya había hecho de las suyas en la cocina bien abastecida. El detective estaba impresionado, esta era la primera vez que el chico mantenía alimentos frescos para cocinar y más sanos que comida enlatada y pizzas congeladas.

Mick hizo café y preparó un par de sándwiches de desayuno, con abundantes huevos revueltos sazonados en sal, pimienta y trocitos finos de cebollín; crujiente tocino, dos tipos distintos de queso, y su propio aderezo picante a base de mayonesa, salsa Worcestershire, salsa Sriracha y un poco de sal. Acomodó todo dentro panes bagels con semillas de sésamo en la superficie, embadurnado en mantequilla y ligeramente tostado en la sartén caliente.

Olía de maravilla y Scott no dudó en ir a la cocina con su estómago rugiendo por alimento. Apenas se acercó al comedor, Mick ya estaba mirándolo sobre su hombro mientras preparaba el primer sándwich.

—Buenos días, chico.

Una comedida sonrisa escapó de los labios del detective al ver que el rubio seguía adormilado. Ojos entrecerrados por la luz, cabello dorado desordenado sobre su rostro. Scott no se había molestado en buscar pantalones. Así que Mick tuvo el privilegio de echar un vistazo a ese par de piernas pálidas.

—Mmh... —rumió Scott desganado.

Mick rió en un aliento, sacudió su cabeza regresando su atención al mostrador. No le gustaban ese tipo de respuestas guturales. Pero eran deslices que estaba dispuesto a dejar pasar por ahora. No sabía por qué, no se lo permitía a nadie, ni a sus subordinados, ni amigos, ni amantes, la comunicación era importante para él.

Pero Scott no era nada suyo, recordó a la mala, apretando sus labios con amargura. A veces odiaba su cínico cerebro. Así que solo inhaló hondo y decidió seguir la corriente, ignorando los acontecimientos en la cama y que tuvo que lidiar con una dolorosa erección en la fría ducha.

—Hice sándwiches de desayuno y también hay café caliente. ¿Se te antoja? —preguntó Mick mirándolo sobre su hombro de nuevo.

—Sí... Gracias —añadió el tímido rubio un segundo después.

Mick cabeceó una vez, satisfecho con su respuesta. Sirvió dos tazas de café que colocó a la mesa junto al azúcar. Entonces terminó de rellenar los bagels. Escuchó los pasos descalzos de Scott a sus espaldas, moviéndose por la cocina.

Cuando Mick regresó al comedor con ambos platos de comida, notó la taza de café del rubio casi a rebalsar. Le fue imposible no reír en un aliento al fijarse que Scott había llenado la taza con leche entera y seguía añadiéndole cucharadas de azúcar. Cuatro para ser exactos.

—Scott... ¿Qué es eso? —demandó Mick esforzándose en no reírse.

El rubio alzó la barbilla y un par de ojos miel lo observaron con mucha inocencia bajo un ligero ceño fruncido. La suave sacudida en su entrepierna le recordó por qué amaneció duro por su culpa. ¡Dios! Tal vez sí debía buscar un boleto de avión pronto, o sus días como detective estaban contados.

EL BUENO, EL MALO Y EL PROMISCUADonde viven las historias. Descúbrelo ahora