EL PROMISCUA [10]

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—Es una niña, felicidades a ambos

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—Es una niña, felicidades a ambos...

Apenas registré las palabras de la doctora Shang: Tengo una niña. Giré mi rostro para encontrar a Pierce asombrado, algo pálido, pero todavía sujetaba mi mano. Él bajó su mirada, sonriéndome lleno de emoción. No sé si era normal que mi corazón latiese tan fuerte, pero sentía que estaba por desmayarme.

—¿Escuchaste, cariño? —me preguntó Pierce, su voz se escuchaba a metros de distancia y sin embargo lo tenía cerca— Es una niña, Freya, una bella niña.

Cabeceé con suavidad, antes que todo empezara a lucir borroso. Quería mantenerme despierta, intenté apretar la mano de Pierce. Pero el cansancio me arrastraba a la oscuridad, podía sentirlo, en el frío sudor en mi frente y alrededor de mi boca, estaba por desmayarse.

—¿Freya? ¿Freya? —Pierce empezó a llamarme con desespero— ¡¿Freya?! ¡¿Doctora qué está pasando?!

—Demonios... cayó la presión arterial, está perdiendo sangre, todavía hay placenta en el útero. ¡Apliquen oxitocina, rápido! Pierce, necesito que esperes fuera...

***

La próxima vez que recuperé el conocimiento, el parto había terminado. La habitación estaba oscura apenas abrí mis ojos, los recuerdos de cómo llegué al hospital me llegaron como una cascada de agua fría golpeándome el cerebro. Mi visión empezó a aclimatarse, me fijé en las cortinas cerradas y la luz amarillenta que apenas lograba cruzar. ¿Cuánto tiempo dormí?

—¿Freya? —murmuró Pierce, vacilante.

Giré mi rostro hacia mi derecha, él todavía sujetaba mi mano. Encontré sus ojos claros como turquesas, llenos de asombro y alivio. Pierce se levantó de su sillón para abrazarme, para calentar mi cuerpo con el suyo. Me sentí a salvo.

—¿Pierce? —demandé asustada, con la voz ronca—. ¿Qué pasó? ¿Cuánto dormí? ¿Dónde está la bebé? ¿Ella está bien?

Antes de desmayarme, apenas logré verla algo borrosa por forzarme a seguir despierta. Pero yo había tenido una niña. Pierce besó mis mejillas, repetidas veces, se distanció lo necesario para sujetar mi nuca y probar mis labios como si fuese la cura a su ansiedad.

—Por Dios, Freya... me asustaste tanto, cariño. Gracias al cielo estás despierta ahora. Has estado ausente por casi seis horas. Estaba jodidamente aterrado cuando me forzaron a dejar la habitación, no me quisieron decir nada por casi una hora...

Su preocupación me conmovió, Pierce respiraba con pesadez, tratando de calmarse. Puse una mano en su mejilla, mientras uníamos nuestras frentes en un momento demasiado íntimo y necesario. Inhalé una vez y solté un suspiro de alivio. El cielo se encargó de poner a un buen hombre en mi camino.

—Me siento mejor, no sé qué fue lo que me pasó... de pronto, sentí que no podía seguir despierta. No lo entiendo...

Ya no me sentía tan agotada, pero definitivamente no fue un parto sencillo. Toda esa presión, el dolor y la incomodidad antes del alumbramiento se esfumaron apenas la bebé salió de mí, y ese fue el mismo instante en que todo empezó a desvanecerse ante mis ojos...

EL BUENO, EL MALO Y EL PROMISCUADonde viven las historias. Descúbrelo ahora