Mick nunca dormía más allá de las ocho de la mañana. No importaba el cansancio era una especie de maldición. Rodó en la enorme cama una vez más, el aroma de las sábanas que era muy distinto al suyo lo tenía adormilado. Abrió sus ojos y se fijó en la hora del reloj sobre la mesita de noche. Diez de la mañana. ¡¿Qué?!
Mick se levantó de inmediato, revisando su alrededor. Seguía en el apartamento de Scott, pero no había ni un solo ruido. El colchón inflable estaba a la izquierda de la cama frente a las puertas corredizas del guardarropa. Pero Scott ya no estaba ahí, solo un par de sábanas dobladas y la almohada.
—¿Scott? —llamó el detective alto y claro para saber si el chico seguía cerca.
No obtuvo respuesta, así que tomó su móvil de la mesita de noche. Tenía mensajes de voz de Luther. Correos por responder. Y Finalmente un mensaje de Scott.
"Fui a la tienda por víveres." Enviado hace media hora.
Mick gruñó y salió de la cama dirigiéndose al baño. Había dormido nueve horas, se sentía un ochenta por ciento recuperado. Dejó correr el grifo del lavabo mientras lavaba su cara para despertar. Miró su reflejo en el espejo, sus ojeras habían menguado, la primera jodida cosa buena del día.
Se acercó a la taza del inodoro, levantó la tapa y antes de orinar algo captó su atención dentro del cesto de basura. Entrecerró la mirada y se inclinó lo suficiente para fijarse en la tarjeta color crema con letras rojas del chico del bar. Estaba rota en cuatro mitades y Mick podía asegurar que él no había puesto esa cosa ahí.
Rió en un aliento al imaginarse el puchero celoso en los labios del rubio mientras trituraba la tarjeta y la botaba con desprecio. Mick mantuvo una comedida sonrisa en sus labios hasta que escuchó el golpeteo de la puerta principal.
¿Acaso Scott había olvidado sus llaves? No sería la primera vez, el chico ya le había confesado ser un despistado. Mick atravesó el loft y abrió la puerta principal con la idea de reclamarle al rubio por ser demasiado desorganizado. Pero se quedó con las ganas de reprenderlo al fijarse en el tipo que definitivamente no era Scott.
Un par de ojos azules lo observaron con la misma intriga, la sonrisa del desconocido también murió al ver a Mick. El hombre frente a él poseía una estatura relativa a la suya. Quijada cuadrada y libre de barba, mentón partido, cabello negro azabache ligeramente largo, pero perfectamente peinado. Su ropa semi formal delataba la atención que ponía en sí mismo.
¿Quién era este hijo de perra salido de una revista de Men's Health? ¿Y por qué demonios tocaba a la puerta de Scott un sábado por la mañana? Mick apretó los dientes.
—¿Qué quieres? —demandó Mick impaciente con el idiota que seguía mirándolo con recelo tratando de leerle la mente.
—Uh... ¿Buenos días? Busco a Scott. ¿Este es su apartamento, cierto? ¿Me perdí o algo así?
"Sí, estás perdido. Ahora vete, cabrón." Mick se tragó sus palabras. Solo cruzó sus brazos sobre su descubierto pecho, importándole muy poco que estuviese usando solo un pantalón de pijama gris contra la vestimenta profesional del extraño.
—Scott no está aquí. ¿Quieres dejarle un mensaje? —siseó amenazador casi retándolo que se atreviese a hacerlo, ¿dónde estaban sus modales? Solo Dios lo sabía.
De nuevo ese par de ojos tan claros como el cielo despejado brillaron con un deje de diversión que despertó otro hueso asesino dentro del detective. ¿Quién era este idiota y qué quería con Scott? ¿Acaso era Arthur o alguno de sus súbditos? De ser así, Mick estaba más que listo para partirle la jodida cara.
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EL BUENO, EL MALO Y EL PROMISCUA
ChickLitEl bueno, el Malo y el Promiscua, serán los relatos cortos de tres personajes secundarios diferentes de NO TE ENAMORES DEL SEÑOR SEXO, que tuvieron una forma peculiar de encontrar el amor. Nadie les dijo que la redención para ser felices sería tan d...