XXI

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Syous y compañía estaban en un gran predicamento, justo antes de recuperar la reliquia de la muerte, su mayor enemigo apareció ante ellos, y la peor parte era que no estaba solo.

Los aventureros eran superados en número de cinco a uno. Pero el verdadero problema era tener que luchar evitando que se apoderaran del poderoso artefacto mágico.

– ¡Ataquen! – Ordenó Alrein a sus tropas.

Los elfos sombríos desaparecieron y en un parpadeo se encontraban blandiendo sus armas contra el grupo.

Algunos armados con espadas para atacarlos cuerpo a cuerpo, otros hicieron filas a su alrededor arrojando lanzas. Syous y Astela los bloquearon creando una barrera a cada lado.

Tan rápido se deshicieron de sus ataques a distancia, contraatacaron y se desató un choque de armas entre elfos y humanos.

Ninguno lo notó por estar luchando, pero la luz que encerraba la reliquia parecía absorber algo del piso cubierto de pasto, el cual se secó hasta desaparecer.

Tenían ligeras dificultades, pues no lograban asestar un golpe mortal a ningún oponente.

En ese momento, el hechicero tuvo una idea que debía compartir al equipo, aunque era algo que no quería revelar ante Foltnner. No obstante, la situación lo dejó sin opciones.

– Escuchen, hay algo que puedo hacer, pero nos dará uno o dos segundos máximo.

– Uno o dos segundos ¿Y eso en qué nos ayudará? – Reclamó Fasha, algo molesta.

– Confíen en mí, con eso bastará. Necesito que me cubran.

Todos estaban presionados por el enemigo, con pocas oportunidades de quitárselos de encima. Por suerte, el sonido de las armas chocando evitaba que Foltnner y Alrein escucharan lo que decían.

– Listos a mi señal. No cuestionen nada y no se detengan, solo sigan atacando ¿Entendido?

Sus palabras los confundieron, pero confiaron en que sabía que lo hacía y se limitaron a responder todos a la vez.

– ¡Entendido!

El hechicero cambió su manera de luchar a solo bloquear con su bastón. Cuando lograba evitar un ataque empujaba a sus oponentes haciendo presión con este o los pateaba para quitárselos de encima.

Cuando los alejó lo suficiente se colocó detrás del grupo.

– Muy bien, cúbranme.

Cruzó ambos brazos sobre su pecho, concentrando magia hasta cubrir sus manos, después los extendió hacia los lados. La energía acumulada en sus palmas se dispersó por todo el lugar.

– ¡Ahora!

Los enemigos parecían haberse paralizado. Fasha y su grupo de inmediato contraatacaron, pero al ver que sus armas no tenían efecto sobre ellos se detuvieron tras darles un golpe.

– No se detengan, ¡Ataquen! – Los reprendió Syous mientras golpeaba a los elfos tanto con su arma como a puño limpio.

Sin entender que sucedía, Fasha y Rainhard continuaron dando cortes con sus espadas y Astela los azotó con su bastón.

Tal como les dijo, esto duró apenas dos segundos, pero pasaron tan lento que fueron capaces de atacar a la mayoría de los enemigos.

Para el momento en que el hechicero sabía que el efecto del hechizo estaba por terminar, les pidió que retrocedieran pero permanecieran en guardia.

Seguían sin entender que hizo, pero no les quedó más opción que seguir sus indicaciones. De pronto, los elfos que atacaron comenzaron a sufrir el daño.

Magical Chronicle : The Relics of CreationDonde viven las historias. Descúbrelo ahora