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El grupo finalmente llegó a la republica de Darukin. Un grupo de soldados los esperaba en formación frente a la entrada principal.

– ¿Son los aventureros que ayudaron en el fuerte Monteleon?

– Si, lo somos ¿Qué sucede? – Respondió Rainhard.

– Recibimos un informe de monstruos que se dirigía a atacarnos.

– No se preocupen, los interceptamos y acabamos con ellos – les dijo Syous –. Sus restos siguen ahí, deberían enviar a alguien a que se encargue de eso.

– ¿E-en serio? – Preguntó sorprendido.

– Así es, este chico arrasó con todo – presumió Rainhard sonriendo.

– Lo hicimos juntos – añadió él.

– Deben ser un grupo muy fuerte – dijo el soldado mientras daba media vuelta –. Avisen a su majestad que la amenaza cesó, nos encargaremos del resto.

– A la orden señor – respondió un subordinado.

– Si nos necesitan, estaremos en el gremio – dijo Syous.

Los soldados se dispersaron, un par ingresó a la ciudad, el resto fue hacia donde tuvo lugar la batalla.

– No sé ustedes, pero me caería de maravilla un descanso – dijo Fasha.

– Debo comprar algunas cosas, aunque supongo que podemos comer algo primero – añadió Syous.

Recorrieron la ciudad en busca del gremio local. Era un lugar tranquilo, aunque difería mucho de la villa de Trintan. Las casas eran más elegantes e incluso había detalles que adornaban las calles.

El rio le daba un cierto toque extra, con pequeños puentes uniendo los caminos. Las ventanas de las casas tenían jardines de flores colgando. Existía poco negocio informal en las calles, el distrito comercial estaba compuesto solo de tiendas con la mejor mercancía.

Una vez que llegaron al gremio, Syous, Fasha y Rose se sentaron en una mesa mientras que Rainhard y Astela compraban comida para todos. Momento que aprovecharon para hablar de la situación actual.

– ¿Qué piensas hacer ahora? – Preguntó Fasha.

– Debemos encontrar la reliquia que escapó, el problema es que no tengo ni una pista de a donde pudo ir.

– Las cosas suelen ser un poco más sencillas, pero ahora estamos algo estancados – explicó Rose.

– No importa, estoy segura que lo resolverán juntos – les dijo sonriendo.

– ¿Y ustedes que harán?

– Supongo que volveremos a casa.

Rainhard y Astela regresaron, entonces fingieron estar hablando de cosas sin importancia mientras descansaban.

Era momento de relajarse. Se pasaron el rato charlando y riendo como los nuevos amigos que eran. Sin embargo, mientras lo hacían, los soldados ingresaron y los llamaron.

– Aventureros, la princesa solicita su presencia.

Todos se sorprendieron con esa noticia.

– ¿Podemos saber el motivo? – Preguntó Rainhard.

– Lo ignoramos. Pero nos envió a buscarlos.

Aunque les pareció extraño, encontrarse rodeados por los soldados los hizo pensar que no tenían otra opción más que ir con ellos. Sin hacer más preguntas, decidieron acompañarlos.

Magical Chronicle : The Relics of CreationDonde viven las historias. Descúbrelo ahora