Capítulo 41- La cita

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—Y... Ya llegamos— avisa Matías estacionando su moto en el estacionamiento

Me bajo y me quito el casco que me había prestado antes de subirme a su moto, la toma y me regala una hermosa sonrisa, la cuál se la correspondo, guarda el casco y al dar la vuelta para ver dónde estamos me encuentro con... No puede ser... Es el centro comercial donde me quedé encerrada con Max.

—Pensé que te gustaría venir, hay de todo, podemos decidir que hacer y hay muchas personas para que no te sientas incómoda de estar en un lugar tan privado— me dice Matías orgulloso de su decisión

—Es... Perfecto— digo tratando de sonar relajada

Entramos y no puedo evitar recordar cuando Max estaba en un rincón congelando se por haberme esperado bajo la lluvia... El muy idiota... Lo hizo a propósito para que pensara en él cuando viniera, si, seguramente.

Trato de borrar todo lo que tenga que ver con Max en mi mente, se supone que hoy es para aclarar mis sentimientos por Matías, tiene que ser un día de él y yo, no de Max.

—¿Porqué no entramos a las tiendas?— pregunta Matías a lo que asiento con la cabeza.

Entramos y vuelve a mi mente cuando Max me había llevado a una tienda para comprar una maleta llena de ropa de mi talla para ir a la playa, había revisado la talla de mi blusa ya que yo no le quería decir la mía... Casi despide a una señora ese día.

¡Mía! Piensa en Matías, en ¡Max, no! Solo Matías... Matías... Max... Max... ¡Que no! ¡Despierta!

Volteo a ver a Matías y veo que está viendo unos lentes de sol en un aparador a lo que me acerco y trato de molestar a Matías probándole unos lentes de mujer en lugar de los que estaba viendo, me ve divertido a lo que el me hace lo mismo con unos lentes tan grandes que hasta sientoq eu chocan con mis mejillas.

—Ahora yo parezco una abeja y tu una diva—le digo en modo de broma

—¿Una diva?

—Si, pero también te quedarían estos— ahora le cambio sus lentes por unos redondos y morados que parecen como lo que siempre usan los hippies

—Amor y paz, mi hermana—  me dice después de verse al espejo

—Quedan natural con tu personalidad— le digo mientras me río

—¿Ah, si?—pregunta en tono burlón a lo que después toma algo para ponerlo en mi cabeza como si fuera gorro —Ahora tu te vez todo lo contrario a tu personalidad— me dice riendo a lo que lo veo extrañado ya que no sé a que se refiere — Ahora eres Sor. Mía—me explica a lo que me acerco a un espejo

Parece que tengo hábitos de monja, me puso como un gorro negro y largo en mi cabeza.

—¿De dónde sacaste esto?— pregunto 

—En un boxer... ya sabes... para los hombres— me explica tratando de no reír a lo que me quito rápidamente esa cosa de mi cabeza —No los han usado— dice aun tratando de no reír

—A parte de que me pusiste un calzón en la cabeza me dijiste que soy lo contrario a una monja... ¿una put...?— me interrumpe antes de que pueda terminar de preguntar

—¡No! No, es porque a ti no te importa romper las reglas y decir lo que piensas, es porque eres como un diablillo— me explica rápidamente a lo que me río por lo rápido que lo dijo solo para no hacerme sentir mal — ¿Me perdonas?— pregunta

—No, por pecador— le digo fingiendo estar indignada —Arrepiéntete ante Dios

—Creo que los lentes de diva van para ti— comenta mientras se ríe

Los pobres no se mezclan con los ricosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora