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El recepcionista de su edificio nos saludó con amabilidad y ambos respondimos de la misma forma, mientras Gavrel tiraba de mí con ternura al ascensor.

Respiré profundo antes de entrar y me recosté contra la última pared mientras él tocaba la tecla del último piso.

—Tengo el remedio para tu segundo terror, prelest' moya —dijo.

Entonces sentí sus manos en mi rostro y sus labios en los míos. Mantuve los ojos cerrados mientras me aferraba a él y lo aproximaba a mí.

Sus manos bajaron a mis caderas y un poco más, haciendo que subiera ambas piernas y las apretara contra su cuerpo.

Estaba abrazada a él como un koala mientras me besaba de forma casi obscena. Me estremecí cuando procedió a besar mi cuello con ligeros besos húmedos.

Entonces se rio en la curva de mi cuello.

—Llegamos, printsessa —dijo con tono divertido.

Abrí los ojos. La puerta del ascensor estaba abierta, dando paso al recibidor del último piso.

Bajé las piernas ante la mirada burlona de él.

—No me juzgues, soy una adolescente hormonada —le dije y me dirigí a la salida del ascensor muy digna.

Oí su risa tras de mí y sonreí.

—¿Así que activo tus hormonas? —cuestionó antes de abrir la puerta.

—Por supuesto, eres un hombre guapo y sexy, pareces modelo o actor. Eres mi profesor y una mafioso peligroso, lo que le añade morbo a todo esto, además de tierno y comprensivo... mis hormonas están confundidas —le expliqué en tono bromista luego de entrar. ¿La copa de vino me había soltado la lengua?

—Me gusta esa descripción de mi persona —dijo y me sonrió.

—Me gusta que te guste, Gavrelito, eres la definición de cliché galán wattpadesco. "Mi sexy profesor es un mafioso", se llamaría nuestra historia. Tambén me gusta que me llames princesa en ruso —agregué con una sonrisa boba—. Ahora dime donde esta el baño, me estoy haciendo pis y odio hacer en los restaurantes —le pedí.

Me sorprendió la naturalidad con la que le había expresado mis necesidades fisiológicas. ¿Será por los nervios de estar a solas con él en su departamento o por el vino?

—Primera puerta a la izquierda —dijo señalando el pasillo al lado de la biblioteca gigante.

Asentí y lo vi quitarse la campera de cuero, sus músculos se marcaron en la camiseta ante el movimiento. Me fui por el pasillo antes de seguir mirándolo embobada.

El baño era lujoso y olía a aromatizante y limpieza. Se notaba que no era el baño principal porque la ducha era pequeña para el tamaño y riqueza de la casa.

Allí me enjuagué la boca con pasta de dientes y agua, hice pis y me limpié con papel jabonoso.* Nunca había hecho algo semejante, pero el no saber que pasaría me puso un poco paranoica e insegura.

Miré que mi maquillaje estuviera todo en su lugar, pasé mi cabello de un lado al otro para que ganara algo de volumen.

No pasará nada, me repetía a mí misma mirando mi reflejo. El miedo y los nervios me hacían darme cuenta que no estaba lista para ir muy lejos, pero tal vez estos se disiparan...

"No, no haré nada hasta aclarar todo con Eliseo", me prometí desafiando mis ojos febriles.

Gavrel estaba sentado en su sillón y tenía en la mesa frente a él un vaso de whiskey y uno de... ¿vodka, martini?

Deuda de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora