Estuve ocho días en el hospital. Mi hermana, mi tía y Sabrina fueron las infaltables de cada día. Dionisio estuvo mucho y varios compañeros de clase también.
Paty estaba convencida de que una maldición se cernía sobre mí y que el hecho de haber sido víctima de un loco tirador en la playa lo probaba. Esa era la versión que había contado Sabrina y dejé que la creyeran, después de todo se parecía mucho a la verdad.
Me trajeron apuntes porque el hecho de haber sido herida de bala no me eximía de hacer los exámenes finales.
Mi celular se volvió mi aliado. Supe que Eliseo había salido libre con ayuda de mi declaración y los abogados de su padre. Me contó que fue un juicio acelerado. No habló más que eso y yo tampoco insistí. Tenía un orgullo y ellos dos lo había herido al ponerse de acuerdo.
Gavrel no vino a verme ni me escribió, pero Sabrina me confesó a duras penas al verme un poco triste que él le preguntaba por mí. Maldito hipócrita.
Katharina me vino a ver el tercer día, parecía preocupada y triste. Me mostró una cicatriz en su espalda baja. Un profundo corte. Me explicó que la habían herido en venganza con su padre. Y me aseguró que, por muchos esfuerzos que hicieran Gavrel y Eliseo, esa vida no te abandonaba.
El sir, por su lado, me envió flores, muy coloridas con una tarjeta de "Mejórate pronto". Y Héctor me trajo globos.
Y ese fue mi último contacto con la mafia por esos días.
Eso y el mensaje que le envié a Logan, explicándole que mi mano hábil había resultado herida.
"Entiendo por qué me pediste esto", decía su respuesta.
"Podrás enseñarme con la izquierda cuando salga de aquí?" le había preguntado.
"Claro. Tú mejórate y yo me encargo de que no vuelvan a agarrarte indefensa" sentenció. Eso me dio cierta tranquilidad.
Gavrel y Eliseo se habían alejado de mí, pero la mafia no. Lo comprobé con el mensaje del sir al salir de hospital.
"Debemos conversar. Caballos. Domingo" decía.
Volví a clases el viernes. Estaba harta de descansar. Tomaba medicación por vía oral y el dolor era inexistente si no apoyaba el hombro y mantenía inmovilizado el brazo. Deja vu.
Mi hermana me decía que esperara al lunes, pero quería activar mi cabeza, dejar de compadecerme y enfrentarme a Gavrel. Además si me cansaba demasiado, tenía el fin de semana para reponerme.
Sabrina no comprendía mi actitud. Trataba de no demostrar que estaba mal, fingía que no me importaba a pesar que la indiferencia de ambos estuviera acabando conmigo. Ella sabía que era una fachada, pero me repetía una y otra vez que era lo mejor, que así estaba a salvo.
Y una mierda, obviamente. Ella aún se lamentaba por haber terminado su incipiente relación con Lukyan. Bueno, no lo hacía, pero sabía que le dolía. Así como ella sabía que esto me dolía a mí. No necesitábamos hablarnos para entendernos y eso hacía que fuera difícil ocultar nuestros sentimientos de la otra.
Eli tampoco me había creído, pero mi tía parecía encantada con mi decisión de alejarme de ellos (eso les había dicho a ambas) para preservar mi vida. Se arrepentía enormemente de haberme alentado a salir con Gavrel aquella noche.
Así que el viernes había logrado practicar lo suficiente mi indiferencia para mostrarme así ante mis compañeros.
La preguntas de quienes no fueron al hospital llovieron y contaba una versión diferente cada vez, para molestar un poco. Ah, pero lo de mi muerte por quince segundos era su tema favorito.
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Deuda de sangre
RomanceLuego de la muerte de su padre, Dannika Murath, de dieciocho años, pasó a ser la tutora de su hermana y la heredera de una deuda con la mafia austríaca de la ciudad: los Bunner. Cuando le dieron a elegir entre la muerte o ser la mensajera de la fami...