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Mi plan para ver a Logan seguía en pie, por lo que cuando Gavrel me dejó en casa de la tía casi corrí al baño a darme una rápida ducha y volver a irme, ante las curiosas miradas y palabras de mi hermana y tía. Les prometí que al volver iríamos al cementerio y hablaríamos.

Hubo un momento esa noche, antes de dormir, en donde consideré contarle todo a Gavrel. Pero no quería arruinar el clima de cariño y paz que teníamos, así que me dije que el domingo lo hablaría con él.

Aunque no le diría que aprendería a usar un arma para cumplir lo que el sir me medio ordenó. Sabía que Gavrel no lo permitiría jamás y no podía permitirme fallar.

Logan estaba sentado en la parte de la terraza del restaurante Prismatic con gafas de sol y rostro serio.

—Buenas —le dije acercándome.

Él me sonrió y me señaló la silla ante él.

—Buen sábado, Dannika —dijo—. ¿Cómo está la chica de los pedidos extraños?

—Deseosa de mantener la información para ella —le dije y soltó una risita.

—Okey, comeremos algo y luego iremos a Banatex Factory, es una vieja fábrica donde podrás practicar, ¿ok? —preguntó y me miró por encima de las gafas.

—Gracias otra vez —le dije.

—Ni lo menciones, solo si alguien te pregunta de donde obtuviste todo, no me nombres —pidió—. Y espero que no lo uses de forma incorrecta —agregó.

—Todo tiene un motivo justificado —expliqué.

Él asintió y ordenó. Hamburguesas y papas fritas.

—No te voy a mentir, las gafas son porque tengo una resaca tremenda —dijo mientras bebía casi un vaso de agua.

—Eso quiere decir que tuviste una buena noche —le comenté.

—Eso quiere decir que mi cita me dejó plantado —dijo con desagrado—. Si tienes a una mujer entre los veinticinco... no, mejor treinta, y cuarenta para presentarme... soltera, por favor, estoy cansado de las amantes que dicen aborrecer a sus maridos y no los dejan —agregó.

Pensé en mi tía, la eterna soltera.

—¿Qué tan peligrosa es tu vida? —pregunté pensándomelo un poco en broma y un poco en serio. Mi tía era preciosa y Logan era un tipo decente, o al menos eso me demostraba.

—Lo más peligroso que haré en el año será enseñarte a disparar. Me alejé de los negocios luego de pagar la deuda, ahora me relaciono de manera más social y por mi hermano. ¿Conoces a alguien? —preguntó con diversión.

—Tal vez... veremos —le dije y se rio.

Luego de comer me llevó en su auto a las afueras de la ciudad. Banatex había sido una planta textil, pero hacía años estaba abandonada.

Era enorme, rodeada de pasto alto y escalofriantemente vacía. Solo había botellas de alcohol tiradas, pintadas y algunas mantas viejas.

—Pintoresco —dije entrando. Olía a orines y humedad, había un tremendo eco.

—Sí, ideal para tirar sin que lastimes a nadie —dijo.

Se puso a mi lado y me mostró el arma. Negra, compacta y de aspecto moderno.

Se tomó su tiempo para explicarme como se sostenía, tuvo paciencia y solo me la entregó cuando estuvo seguro de que no la dispararía por accidente.

Luego, me dijo como quitar el seguro y como debía colocar los brazos para apuntar mejor, me obligó a sostenerla con ambas manos en todo momento y luego de quitarle el seguro se mantuvo detrás de mí. Estaba un poco nerviosa y con las manos sudorosas.

Deuda de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora