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Faltaban dos semanas para la graduación y los exámenes finales consumían lo poco que me quedaba de tiempo libre. Y yo solo podía pensar en que debía asistir a un baile y que debía matar a la madre de una de las personas que más quería en el mundo.
Eliseo sabía que algo andaba mal. Entre lo de Gavrel y la preparación mental que estaba teniendo, lo estaba preocupando.
Se pasaba atento conmigo y yo solo lo dejaba hacerlo, disfrutando de los que serían sus últimos días de compañía.
Mañana era el cumpleaños de Sibila, el viernes de la siguiente semana a la noche era la graduación. El sábado actuaría de florero con Logan, lo que parecía ser lo más divertido del fin de semana. El domingo a la tarde, debía matar a Hannah. Ese lunes a la mañana, me subiría a un autobús rumbo a la costa del otro estado (lugar que mis compañeros habían elegido para el viaje final, por fuera del colegio). Habíamos logrado recaudar casi la totalidad de los pasajes y alojamientos de todos, solo teniendo que poner doscientos dólares para las excursiones. Habían organizado tantos eventos y a los últimos no pude ayudar, pero de todas formas la repartición del dinero fue equitativa. Iba poco más de la mitad de la clase.
Era una combinación extraña de eventos.
Elaia quedaría al cuidado de mi tía, ella terminó las clases el viernes pasado y este miércoles, luego de clases, debía pasar a buscar sus notas finales.
Yo venía sacando notas aceptables en los exámenes. Matemáticas sería la única que debería dar en verano, luego del viaje. Tenía el trabajo de filosofía listo para entregarlo.
Gavrel entró a la clase. Se lo veía mal. Tenía ojeras, rostro triste y estaba un poco desalineado. Solo de recordar las cosas que le había dicho...
—Uh, pega fuerte fin de año, profe —dijo Cristóbal haciendo una broma.
—Sí, ya empecé a festejar que no les voy a ver más las caras —dijo siguiendo el chiste y se rieron.
—Nos va a extrañar, porfe, va a ver —agregó Paty.
Él me dio una leve mirada y compuso una sonrisa.
—Claro, son mi curso favorito —dijo.
—Eso le dice a todos —prosiguió Jerom.
—Por supuesto, pero no le quites el encanto, niño —dijo con un guiño.
Mi celular vibró. Era Paty.
"Lo tienes hecho polvo, Danni. Sea lo que sea arréglalo, da pena" decía el mensaje.
"Yo no hice nada", respondí.
"Tú también te ves hecha polvo y lo miras como si te estuviera arrancando el corazón", contestó.
Si alguien me hubiera dicho hacía unos meses cuando me peleé con Paty para conseguir las llaves del salón que terminaría en esta situación con ella, me hubiera reído.
"Paty, yo no tengo corazón".
—Chicas, por más que sean los últimos días de clase no pueden usar el celular —dijo él al vernos.
—Perdón, profe, Dannika me estaba diciendo que no se siente bien —dijo.
La miré abriendo la boca sorprendida.
Sabrina nos miró con sospecha, claro si a alguien le diría algo así sería a ella.
—¿Es cierto, señorita Murath? ¿Necesita algo? —preguntó.
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Deuda de sangre
RomanceLuego de la muerte de su padre, Dannika Murath, de dieciocho años, pasó a ser la tutora de su hermana y la heredera de una deuda con la mafia austríaca de la ciudad: los Bunner. Cuando le dieron a elegir entre la muerte o ser la mensajera de la fami...