Elaia me miraba mientras revoloteaba por la cocina preparando su desayuno, eran casi las 7:30am y en quince minutos debíamos estar en la parada esperando el bus. Ella me había dicho que se encargaba de prepara algo de comer al ver mi rostro derrotado al llegar, no la dejé a pesar de que ella estaba casi lista. Se suponía que yo debía hacerme cargo de ella, no ella de mis problemas.
—Danni, ¿cómo está Sabri? —preguntó cuando detuve mis movimientos frenéticos.
—¿Eh? Ah, bien, bien, seguro volverán la semana que viene —le respondí distraída mientras dejaba la mermelada sobre la mesa.
—Debe dejar ir esa relación tan tóxica —comentó.
—Se lo he dicho muchas veces, ambas son buenas chicas, pero no funcionan juntas —repliqué. Mi hermana asintió de acuerdo con mi afirmación.
Mientras ella comía corrí a mi habitación a cambiarme, darme unos toques de maquillaje en las ojeras, que estaban demasiado oscuras incluso para mí, y atar mi cabello en una coleta alta antes de colocarme un pañuelo azul alrededor de la cabeza.
Bajé a toda prisa y Elaia estaba lista.
—¿Llevas todos los cuadernos? —preguntó y maldije. No había cambiado los cuadernos del día anterior, subí a hacerlo a toda prisa y salimos.
—Danni, sabes que puedes hablar conmigo, te noto un poco cansada y sobrepasada, ¿necesitas ayuda con algo? ¿Esto es demasiado? Porque estoy segura de que la tía nos recibiría en su casa y podríamos hacer el traslado de instituto...
Las lágrimas se acumularon en mis ojos y parpadee para disiparlas. Mi decidida, tierna y noble hermana, preocupándose por mí de una manera tan profunda que estaba dispuesta a sacrificar toda su vida si con eso lograba ayudarme, si con eso podía alivianar mis tareas.
—Ay, chiquita, no. Solo he estado durmiendo mal y ayer tuve un día terrible. No quería contarte, pero quisieron robarme la mochila, fue una tontería, no me mires así. No quería preocuparte, un tipo pasó corriendo y la sujetó, hubo un poco de forcejeo pero un profesor me ayudó, el tipo se fue corriendo. No pasa nada, cielo, pero me dejó un poco descolocada —expliqué con voz quebrada.
—Danni, no llores por favor. Deberías contarme esas cosas, podríamos haber hecho la denuncia en la policía.
—No lloro, solo me emociona lo madura que eres —dije y restregué mis ojos—, solo quiero olvidarlo. Ahora tendré más cuidado, chiqui.
Ella bajó en su parada y yo seguí rumbo a mi escuela, sentada en el autobús.
Estaba agradecida que hoy no tendría clase de filosofía, así no tendría clases con el profesor Romanov. Solo de pensar en él creció la inquietud en mi cuerpo.
Las palabras que me había dicho el sir retumbaban en mi cabeza.
Había pasado de casi confiar en Gavrel a volver a tenerle miedo.
Quería ver a Eliseo, o al menos hablar con él, pero el mensaje aún no le había llegado. Al menos el sir me había asegurado que estaba bien pero, ¿por qué no me había llamado?
"Porque estás sola, no le importas a nadie, solo te utilizan y juegan contigo..." dijo esa parte pesimista y bastante deprimida de mi cerebro.
Pensar en Eliseo en brazos de Katharina me dolía más de lo que quisiera admitirme, yo no era una persona celosa, pero ella era su prometida y yo no era nada...
Bajé en mi parada y me dirigí directo a mi salón, levanté la mano un par de veces para saludar a compañeros de camino.
Estaba sentada mirando Instagram en mi celular, intentando no pensar en nada cuando un par de golpecitos en mi mesa me hicieron saltar del susto. Dionisio me miraba divertido a mi lado.

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Deuda de sangre
RomanceLuego de la muerte de su padre, Dannika Murath, de dieciocho años, pasó a ser la tutora de su hermana y la heredera de una deuda con la mafia austríaca de la ciudad: los Bunner. Cuando le dieron a elegir entre la muerte o ser la mensajera de la fami...