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Caminamos en silencio hasta que nos detuvimos frente a una puerta doble por la que pasó la tarjeta por el lector.

La habitación que se abría ante nosotros era claramente una suite muy cara, decorada con opulencia y elegancia. Tonos pastel, dorados dominaban la estancia; sillones caros, mesas por doquier. Un inmensa ventana con balcón ocupaba la pared frente a la puerta. Entré y a mi derecha vi unas puertas dobles abiertas de par en par que daban a la habitación propiamente dicha, con una enorme cama llena de almohadones y cojines redondos.

Eliseo cerró la puerta tras de sí y dijo:

—Ponte cómoda, lo que tendremos que hablar no es agradable —dijo mientras se dirigía a la ventana, abrió las cortinas de tul y miró hacia afuera. 

Me descolgué la mochila del hombro y me senté en uno de los elegantes sillones. Esto era como mínimo extraño.

—¿Te gusta la habitación? —preguntó entonces con voz fría, aún estaba de espaldas a mí.

—Es... es muy linda la verdad —respondí, mojé mis labios con la lengua ya que los notaba secos por el labial mate.

—Aquí planeaba traerte ayer por la noche —explicó y se giró para evaluar mi reacción. Alcé un poco las cejas y volví a mirar el lugar de forma apreciativa—. Nos traerían la cena mientras Elaia se entretenía en las atracciones del hotel, la iba a traer con nosotros para que no hubiera prisas, claro ella dormiría en otra habitación, hubieran sido dos reinas.

—No... no me dijiste eso —dije recordando su mensaje.

—No, improvisé el plan luego y me dije que te diría en el momento, cuando llegara a buscarlas a tu casa, así no podrías negarte. Estaba dispuesto a darte todo lo que soy, Dannika —dijo y ahora su voz era un poco sombría.

Sentí como la angustia empezaba a crecer en mi pecho al oírlo hablar en pasado. Se acercó al sillón donde estaba y se quedó de pie a unos pasos de mí. Respiraba profundamente y pasaba las manos por su cabello para quitarlo de su frente, el cabello despeinado lo hacía parecer más joven y vulnerable.

—¿No me preguntarás por qué nada de eso pasó? —cuestionó entonces y bajé la mirada, en un gesto totalmente culpable. No pude evitarlo—. Eso supuse.

Su voz sonó un poco quebrada, levanté los ojos para decir algo, cualquier cosa, pero él alzó la mano para callarme. Se acercó a mí y se inclinó sobre el sillón, colocando una mano en cada apoya-brazo. Yo me hice hacia atrás para poder mirarlo, merecía ver su rostro traicionado como castigo. Estaba muy cerca, nuestras cabezas a un palmo de distancia.

—¿Por qué mierda me traicionaste de esta forma? —dijo cerca de mi rostro. Me encogí ante el tono de su voz—. ¿Cómo fuiste capaz de besarte con ese hijo de puta, Dannika? —agregó y sus palabras calaron hondo en mi ser.

No lo iba a negar, eso hubiera sido una estupidez de mi parte, pero me había quedado paralizada ante él, ante el dolor de sus palabras.

—¡Responde! —espetó en mi cara y el dolor se mezclaba con una furia apenas contenida.

—¿Cómo... cómo te enteraste? —fue lo único que pude articular.

Él se incorporó y sacó del bolsillo trasero de sus pantalones su teléfono. Tocó la pantalla un par de veces y lo giró en mi dirección.

—Por alguna casualidad del destino, Felix los vio y decidió que no merecía que me siguieran viendo la cara de idiota —dijo con una corta carcajada carente de humor.

Deuda de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora