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Al girar enfrentando la habitación vi a Gavrel Romanov sentado sobre el borde de un escritorio de madera oscura, rodeado por la luz de una lámpara pequeña y por lo poco que entraba entre las rojas cortinas pesadas de una ventana a su espalda. La pared tras él estaba repleta de estanterías con pesados libros.

—Dannika, por el mensaje imaginé que alguien vendría a molestar a mi hermana, no imaginé que serías tú.

—Profesor Romanov yo...

Mis manos temblaban de terror ante su presencia. "Tonta, tonta, tonta" me decía a mi misma. Tonta era por no haberlo previsto. ¿Pero qué podría haber hecho? Si no hacía el recado me delataría y no tenía otra forma de entregarlo que no fuera como ellos pidieron.

—Es completamente innecesario que me llames "profesor", niña insolente. Mierda. Dame lo que debas darme y vete de aquí.

—Yo... no, venía a hacer una consulta por... —empecé de forma patética.

—¡Cuantas veces te debo decir que no me mientas! —dijo con enojo. No gritaba, pero su voz tenía un tinte amenazante que me erizaba los vellos de la nuca.

—Lo siento. Esta nota debe llegar a manos de su hermana y nadie más —le confesé.

—¿Y por eso la ibas a dejar aquí donde cualquiera pueda encontrarla?

—No, la iba a dejar en algún lugar que solo su hermana pudiera verla —repliqué convencida, no me gustaba ser subestimada.

Respiró profundo mirándome con intensidad.

—¿Cómo terminaste en esto? ¿Eres parte de la familia de alguna manera?

—¿De que familia? —pregunté con duda.

No estaba segura de la forma en como se refería a los Bunner. ¿Una familia? Para mí eran algo más parecido a una secta y yo solo trataba con los de bajo rango, y con Eliseo, que era una suerte de príncipe dentro de la locura de organización del clan. Su padre, a quién había tenido "el gusto" de conocer pocos días después del funeral de mi padre, era el jefe, el padrino, papi mafia. O como lo llamaban ellos: Sir. Sir Bunner.

Eliseo lo llamaba "vater", con un muy buen acento. Significaba "padre" en alemán y cuando supe como se escribía yo lo comencé a llamar "Sir inodoro". Claro que esto era mi chiste privado, porque nadie más lo encontraría gracioso.

Gavrel esperaba mi respuesta, asumiendo por mi cara que lo había entendido.

—No soy pariente de ellos. Y el como estoy metida en esto no es de su incumbencia.

Yo era, de manera definitiva, una idiota rematada. El profesor Romanov era un hombre imponente que podía acabar conmigo de varias maneras, entre ellas se encontraba delatarme a los Bunner o a su propia familia o a la policía.

—Dannika, tu vida en este momento pende de un hilo, si fueras inteligente me dirías el como te involucraste en esto. ¿Ellos te obligaron? ¿O tienes una extraña fascinación por la mafia y deseabas involucrarte?

—A mí nadie me obliga a nada, pero en este caso es algo que debo hacer —respondí esquiva. No quería que se enterara de la mala fortuna de mi vida, a pesar de que me quedara poca dada la situación.

—En clase eres muy directa con tus respuestas y cuando es cuestión de vida o muerte te vuelves un laberinto de palabras y mentiras. Entiende la gravedad de la situación: trabajas para mis enemigos enviándome amenazas a mi y a mi familia, debería matarte yo mismo —dijo haciendo una pausa al ver mi expresión de pánico—. Pero también soy un hombre de negocios y sé que esta situación me puede servir.

Deuda de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora