"Será pan comido, Dannika" .
"Solo tienes que entrar y dejar la nota, Dannika".
"Has hecho cosas peores, Dannika, no seas llorona".
Claro, idiota, pero en ninguna de esas "cosas peores" había puesto en riesgo mi promoción de semestre, si mi vida, pero no mi semestre. ¿Acababa de sonar como Hermione Granger? Estaba cada vez peor.
Las palabras de Eliseo Bunner resonaban en mi mente como cuchillos afilados chocando entre sí: se había estado burlando de mí. La verdad eso era algo recurrente de su carácter y en muy poco tiempo me había acostumbrado tanto que no solía molestarme, hasta me divertía de cierta forma. Pero sus comentarios sabiondos respecto de mi trabajo me ponían nerviosa, hacían que dudara de mi misma.
El pasillo de la escuela aún estaba vacío, era demasiado temprano para todos, para todos menos para mí.
Los casilleros, pintados de un triste color gris, parecían estar esperando a sus dueños, parecían reprochar mi paso presuroso por el lugar. Estaba más nerviosa de lo que quería admitir, retorciendo mis manos enguantadas en cuero negro, era la primera vez que dependía de esta forma de la suerte.Suerte de que el conserje no saliera al pasillo. Suerte de que mi escuela se haya quedado en la prehistoria y no tuviera cámaras de seguridad. Suerte, suerte y más suerte.
"Será pan comido, Dannika".
Maldito prepotente.
Acomodé mi gorro azul cuando estuve frente a la puerta del aula, filosofía era la primer clase de quinto B, por mi parte debía enfrentarme al profesor Romanov en un par de horas, luego del primer recreo.
El sobre que llevaba dentro del bolso tenía un ouroboros como sello de cera, el símbolo de los Bunner. Tenía una tarea simple: dejar el recado sobre el escritorio del profesor Romanov para que lo encuentre. ¿Por qué allí, en su trabajo? No tenía idea y tampoco podía preguntar. Seguramente debía de tener algo que ver con una demostración de poder por parte de los Bunner sobre los Romanov, pero no podía estar segura de eso.
Abrí la puerta con la llave que había robado el día anterior de la oficina del director luego de generar una discusión con Patty Adams, la porrista más fácil de hacer enojar de toda la historia de las porristas. No podía culparla, la había llamado prostituta y le había asegurado que su novio quería acostarse con Sabrina, mi mejor amiga, lo cual era cierto en parte. No estaba orgullosa de mis palabras, pero era la vía de acercamiento más rápida a la llave del aula. Mis opciones en aquél momento eran: meterme en problemas con el director o coquetear con el conserje de 42 años y nariz grasienta, quien tenía la otra llave. Una pequeña mancha en mi historial académico no significaba nada comparado con eso.
Respiré profundo al entrar y cerré la puerta tras de mí, guardando al instante la llave en mi bolsillo.
¡Qué tétricas eran las aulas cuando estaban vacías! Parecían salas dignas de un anime gore japonés, con sus pupitres vacíos y las cortinas corridas dando un ambiente de penumbra bastante espeluznante. Sostuve con fuerza la correa de mi bolso y me acerqué al escritorio. Sobre el mueble solo descansaba la lista de la clase que correspondía a ese salón. Bajo los guantes sentía como las manos me sudaban. Debía ser rápida.
"Solo tienes que entrar y dejar la nota, Dannika".
Eso debía hacer, así que abrí el bolso sobre el escritorio y dentro del cuaderno de filosofía se hallaba la susodicha nota. Un sobre color hueso sellado con el símbolo de la familia Bunner. "Gavrel Romanov" se leía en una elegante letra cursiva. No quería ni saber lo que venía allí dentro: era mejor así.
Cuando descubrí el nombre de mi próximo destinatario me estremecí. Hacía unos cinco meses yo nada sabía del mundo de las mafias, por eso, incluso ahora, jamás en la vida se me pudo ocurrir que el apellido de mi profesor favorito y el nombre de la mafia enemiga tenían algo que ver más que una mera coincidencia. Pero cuando apareció en la lista todo tuvo sentido. Eliseo aseguraba que era un tipo peligroso, pero el único peligro que yo le veía era que sus ojos grises y su tenue acento me impedían concentrarme en los filósofos de antaño.

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Deuda de sangre
RomanceLuego de la muerte de su padre, Dannika Murath, de dieciocho años, pasó a ser la tutora de su hermana y la heredera de una deuda con la mafia austríaca de la ciudad: los Bunner. Cuando le dieron a elegir entre la muerte o ser la mensajera de la fami...