Me alejé de la casa de Dannika con un regusto amargo en la boca. Había mantenido la compostura mientras la traía a su casa luego del hospital, pero la vergüenza y decepción me estaban inundando.
Me había expuesto demasiado, había abierto mucho mi interior y ahora ella estaba allí, dentro de mí, con su perfume a canela, fresias y acondicionador de frambuesa. Parpadeaba y veía su sonrisa, sus ojos, su cabello. No me creía capaz de sentir algo así por alguien.
El muro que había creado, ese que me alejaba de las personas, había caído irremediablemente. No había retorno.
No estaba seguro si ya la quería antes de encontrarla en clases con las palabras amenazantes del enemigo en sus manos. Recordaba como la veía entrar con sus gorros y como me preguntaba el motivo por el que la dejaban asistir así al instituto.
El director me había mirado con curiosidad cuando le pregunté el al respecto.
—El cabello de colores, los gorros y la vestimenta no afectan el proceso de aprendizaje de los alumnos. Al contrario, sentirse cómodos con su aspecto les otorga seguridad y enfoque, ¿no opina lo mismo?
Era una chica linda, había tenido muchas chicas lindas de alumnas, pero ninguna tenía esa picardía, esa eterna diversión en la mirada. Ese algo que no podía discernir.
Cuando abandonó el salón a toda prisa aquella mañana, supe que esa chica sería mi perdición. Me prometí a mi mismo no dejarla entrar, nadie podía entrar en mi interior. No luego de...
Sacudí la cabeza. Mis cavilaciones de nada servían ya que ella me había rechazado.
¿Qué esperaba? Era la "querida" de Eliseo Bunner.
Maldito suertudo hijo de puta que podía disfrutar del sabor de sus labios y del cariño de su mirada.
Golpée el volante sin darme cuenta y supe que tenía que frenar, de lo contrario tendría un accidente.Recibí un mensaje de Lukyan preguntando como estaba todo. No le contesté.
Apoyé la cabeza en el asiento y cerré los ojos.
Era una niña, por dios.
Bueno, no una niña, pero sí estaba mal. Mi hermana me machacaba hasta el cansancio con cosas del feminismo que me esforzaba en entender porque comprendía que el mundo estaba cambiando, me esforzaba por ser mejor persona.
Era consciente que Dannika iba al instituto y yo había terminado mi carrera y trabajaba. Y la ponía en peligro, creía que más de lo que lo hacía el idiota de Bunner.
Ella era un ser precioso e inocente y yo tenía muertos en mi armario de los que no sabía ni el nombre. Dannika era luz. Era la maldita estrella de la mañana.
Y la había incomodado. ¿Cómo no incomodarla? Había comenzado a desnudar mi alma ante ella sin haber podido evitarlo.
Y mi alma sentía cosas por ella... cosas por ella que ni siquiera era capaz de admitirme en mi fuero interno.
Pensé en su mirada, como el mar en una tormenta y un estremecimiento me recorrió.¿Podía sentir lo que sentía en tan poco tiempo? Algo que creía muerto en mí había resucitado en cuestión de días en su presencia y era sobrecogedor.
Era cálido como el sol en otoño y ahora, luego de su rechazo, se había vuelto doloroso como el golpe de una bala directo al corazón.
Cuando logré serenarme puse el auto en marcha y me dirigí a la mansión.
Mis hermanos seguían viviendo allí, los tres. Yo había decidido alejarme luego de la muerte de papá, aunque pasaba más tiempo del que quería allí y eso a Alexei le molestaba.
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Deuda de sangre
Roman d'amourLuego de la muerte de su padre, Dannika Murath, de dieciocho años, pasó a ser la tutora de su hermana y la heredera de una deuda con la mafia austríaca de la ciudad: los Bunner. Cuando le dieron a elegir entre la muerte o ser la mensajera de la fami...