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El mal humor se había apoderado de todo mi sistema cuando volví a entrar a la casa minutos después que Eliseo. Buscaría a Sabrina y le diría que nos íbamos: me había quedado sin ganas de estar en ese lugar.

Pero cuando la encontré ella estaba cerca de la barra y estaba enfrascada en un apasionado beso con Mary. Solo esperaba que ésta no le rompiera el corazón otra vez.

No me acerqué a ella, fui a el otro extremo de la barra y le pedí a Josua, que oficiaba de barman dos por tres para ser quien primero tomaba los tragos, un Martini. Él me sonrió, sacó la botella cerrada y me sirvió el trago. Mis compañeros de curso habían empezado a incluir Martini en las fiestas a causa de que era el único trago que me gustaba de verdad. La cerveza la tomaba más bien por costumbre, pero el Martini lo disfrutaba. Y cuando ellos notaron esto comenzaron a comprar una botella solo para mí.

Por lo general la botella permanecía cerrada por semanas, paseando en las fiestas sin que yo pidiera un trago, pero en raras ocasiones me apetecía tomar más que unas cervezas. Hoy era una de esas ocasiones.

Tomé el vaso en un par de tragos y pedí que lo rellenara.

—Esa es la Danni que me gusta —dijo Josua sirviendo más Martini. El chico estaba bastante tomado y volcó un poco fuera del vaso.

El segundo vaso lo tomé más despacio, porque mi intención no era embriagarme hasta perder el sentido, mientras balanceaba el cuerpo al ritmo de la música, trataba de no pensar en Eliseo y su bonita sonrisa y el sabor de sus labios.

Cuando el segundo vaso terminó con la extraña vergüenza que me atacaba en situaciones muy diversas, me acerqué a un grupo de compañeros con los que compartía la clase optativa de historia del arte y nos pusimos a charlar y bailar.

No estaba segura de cuanto tiempo pasó, me la estaba pasando a lo grande cuando alguien me tocó el brazo. Me giré y vi a Sabrina tras de mí. La abracé como si no la viera hacía mucho tiempo y ella me devolvió el abrazo.

—Danni, ¿dónde está el novio buenorro? —preguntó ella casi gritando y miró a mi alrededor como si Eliseo se estuviera escondiendo tras algún bailarín.

—Se tuvo que ir, pero no te preocupes, cuando quieras nos pediremos un uber y nos vamos —le dije. No estaba segura si quería irme, pero si ella quería irse me iría con ella.

—¿De verdad? Porque Mary me invitó a su casa a quedarme allí porque no están sus padres —dijo mi amiga señalando a su espalda donde una pequeña chica de cabello azul miraba con timidez. No la había notado hasta que Sabrina la señaló.

—Mary, que bueno verte —dije sin poder evitarlo y la abracé, ella era una buena chica, solo no terminaban de encajar juntas. Tal vez estaba un poco borracha—. Vayan, vayan y diviértanse, yo me pido un uber luego.

—No, Danni, no te dejaré que te vayas sola —dijo mi amiga aunque en su rostro pude ver que lo que más quería era irse en este momento con Mary. Sabía que Mary tenía una moto, era imposible que me llevaran con ellas.

—Shh, yo me arreglo. ¿Qué otra oportunidad mejor de follar van a tener? —dije en el oído de mi amiga.

—Danni...

—Soy la mejor, lo sé —le aseguré y ella me abrazó agradeciéndome mil veces en el oído.

—Avisame que llegas bien a tu casa, si no es una mujer tu chofer cancela el viaje —me pidió.

—Claro, tranquila que no estoy tan borracha aún. Mucha suerte a ambas —dije en dirección a Mary que se despidió con la mano y se fue con mi amiga del brazo.

Deuda de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora