Luego de darle muchas vueltas al asunto decidí que decirle parte de la verdad a mi hermana era lo más fácil para poder salir de casa.
—Le tengo que dar este trabajo a mi profe de filosofía, Sabrina debía entregarlo hoy pero...
—Dannika, no me mientas más, te lo pido. Sé que hay algo que no me cuentas, no sé que es ni el porqué, pero si sé que cuando puedas hacerlo me lo contarás, ¿sí? Ahora ve que seguiré leyendo mis líneas para la obra.
Iba a decir algo, pero el rostro de mi hermana dejaba claro que no quería hablar más.
El uber llegó y me subí a toda prisa.
Estaba nerviosa, llevaba mi bolso de clase con un par de carpetas para sujetar el sobre. Gavrel me había pasado su ubicación y yo solo la había marcado en la aplicación.
Fuimos en silencio, se veía una noche estrellada por la ventana del coche. El camino nos llevaba al barrio rico, donde había sido la fiesta del curso.
—Llegamos a destino, señorita —dijo el conductor poco después. Le agradecí y bajé.
Estaba ante uno de los pocos edificios altos de la zona, una entrada de cuidados arbustos llevaba a una puerta de cristal de aspecto moderno.
Me acerqué a la entrada y toqué el botón que decía: "Romanov".
Antes de obtener una respuesta el portero me estaba abriendo la puerta.
—Señorita, adelante, la están esperando.
Sostuve mi bolsa con fuerza con una mano y toqué el gorro de lana que cubría mi cabello, aún un poco húmedo por la ducha, del frescor de la noche.
—Gracias, señor —respondí y él me condujo al ascensor, apretando el botón del último piso y dejándome allí sola. El ascensor, así como la recepción, se veía moderno y lujoso, parecía una caja hermética de metal cromado. Tenía un gran espejo, pero no le presté mucha atención.
Cerré los ojos y empecé a respirar profundo, aferrada a mi bolso. Contaba de cuatro en tres para mantener la mente ocupada mientras subía: 4, 7, 11, 14, 18, 21...
Cuando el ascensor paró casi corrí a la puerta hiperventilando: había sido un recorrido demasiado lento y muy largo.
Cuando salí me tropecé de lleno con una figura femenina.
—Lo siento yo...
—Tranquila —dijo la mujer con voz amable, me tomó de los hombros y me ayudó a mantener el equilibrio, me sentía momentáneamente mareada—. Así que al fin te conozco en persona, Dannika, soy Sibila Nissel, hermana de Gavrel.
—Mucho gusto, señorita Nissel —dije bajando la cabeza a modo de saludo.
—Dannika —escuché la voz de Gavrel acercarse.
El ascensor había desembocado a una especie de pequeño hall de aspecto minimalista y costoso en el que se veían unas puertas dobles negras que estaban entornadas por las que apareció Gavrel.
—Profesor... —dije saludándolo. Sentía las mejillas acaloradas y el nerviosismo en todo mi cuerpo.
—Mi hermana ya se estaba yendo, pero cuando supo que venías no tuve manera de lograr que se fuera sin saludarte —explicó él con una sonrisa tímida.
—Claro, hay que ser educada, Gavrel —dijo y me lanzó una guiñada cómplice. Tenía el cabello color negro azulado atado en una coleta y rostro amable, llevaba gafas con bastante aumento.
—Un placer conocerla —dije y le dejé el paso libre al ascensor.
—Lo mismo digo. Cuídalo, niña —dijo con voz más seria mientras apretaba el botón y las puertas se cerraban, dejándome sola con Gavrel en el recibidor de su penthouse.
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Deuda de sangre
RomanceLuego de la muerte de su padre, Dannika Murath, de dieciocho años, pasó a ser la tutora de su hermana y la heredera de una deuda con la mafia austríaca de la ciudad: los Bunner. Cuando le dieron a elegir entre la muerte o ser la mensajera de la fami...