Sabrina había traído la ropa que usaría esa noche doblada en la mochila y la estaba planchando en la mesa de la cocina cuando la tía Linnet tocó a la puerta.
Le abrí con una sonrisa que ella devolvió al instante, antes de abrazarme.
—Te ves preciosa, Danni —me dijo con dulzura y su voz nostálgica me dio una punzada de culpa en el corazón. Yo insistía en mantenerla alejada y no molestarla para nada, hasta tal punto que la lastimaba.
Desde la muerte de mi padre me había vuelto muy independiente conmigo y mi hermana, detestaba sentir que éramos una carga para nadie, de allí a que no le pidiera nada a la tía Linnet a no ser que sea una emergencia, pero para esto ella se había ofrecido gustosa: nos extrañaba. Yo era demasiado orgullosa y terca, lo admitía. Detestaba pedir favores a nadie porque no me gustaba la sensación de deberle cosas a la gente, ojalá mi padre hubiera sido igual."No lo juzgues, fue un buen padre soltero para vos y Eli", me reprendí.
—Gracias, tía —le respondí antes de moverme a un lado para dejarla entrar en la casa.
Elaia ya había preparado la mochila con la ropa que se llevaría a la casa de la tía y esperaba pacientemente en la sala leyendo un libro.
—Hola, Eli, ¿cómo estás? —le preguntó la mujer al entrar en la sala.
—Tía, que bonita estas hoy —le respondió mi hermana. Me asomé a la cocina, para asegurarme de que Sabrina no haya incendiado nada con la plancha y volví a mirar a mi hermana y tía.
—Gracias, corazón, tú también. Dime, ¿qué estás leyendo? —preguntó mi tía mirando la portada del libro.
—La historia de una niña medio loca que mató al gato, es un poco creepy, me lo prestó una amiga.
Me senté en el sofá al lado de la tía y recosté mi cabeza en su hombro, ella me agarró la mano mientras conversaba con mi hermana.
Cuando papá había muerto, Linnet quiso que Elaia y yo nos mudáramos con ella, pero yo me había rehusado en rotundo a molestarla de esa manera, además la tía vivía demasiado lejos de nuestras escuelas como para que nos fuéramos con ella; extrañamente mi hermana me había apoyado en esta decisión. Como yo era mayor y percibía una pensión por mi padre me habían dejado al cargo de mi hermana mientras pudiera cuidarla, bajo la supervisión de nuestro familiar más cercano en el país, la tía Linnet. Así que al negarnos a vivir con ella, la mujer había adoptado por costumbre visitarnos cada dos semanas y traernos lo que necesitáramos, además de depositar dinero en mi tarjeta de débito sin que yo pudiera impedírselo, de todas maneras no lo hubiera hecho, puesto que nos servía mucho ese dinero.
Cuando Elaia le comentó que no iría a una fiesta para no dejarla sola, la tía Linnet me había llamado furiosa por no avisarle y me dijo que ella cuidaría a mi hermana para que yo pudiera ir a la fiesta. Luego acordamos que lo mejor era que ella fuera a la casa de la tía.
Sabrina terminó con la plancha y se acercó a saludar con la camisa ya puesta. Al verla, mi tía exageró una mueca horrorizada y la obligó a quitarse la blusa para plancharla ella misma.
Sobre las 8pm las despedimos a ambas desde la puerta luego de que pasaran un rato charlando con nosotras.
Cuando ambas se hubieron ido le ofrecí una cerveza a Sabrina y yo tomé otra. No estaba segura si el sabor de la cerveza, amargo y espumoso, me gustaba del todo, pero ya se había hecho costumbre para mí tomar una cada tanto con Sabrina.
Me di una rápida ducha, sin lavarme el pelo porque lo había hecho esa mañana, mientras Sabrina se planchaba el cabello. Yo solo me hice una trenza que cruzaba el contorno de mi frente al salir de la ducha y lo dejé suelto en unas amplias ondas naturales, no quería quemarlo con la plancha.
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Deuda de sangre
RomanceLuego de la muerte de su padre, Dannika Murath, de dieciocho años, pasó a ser la tutora de su hermana y la heredera de una deuda con la mafia austríaca de la ciudad: los Bunner. Cuando le dieron a elegir entre la muerte o ser la mensajera de la fami...