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Para que vean que no soy tan mala. El próximo capitulo (que tengo que escribir) va a ser desde la perspectiva de su profe favorito. Paciencia con el drama...

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Respiré profundo en el rellano frente a las puertas del penthouse de Gavrel para quitarme el mareo que me provocaba el ascensor.

Tenía la inmejorable oportunidad de registrar la casa para buscar información sobre Leslie, sobre él o sobre la familia, cualquier cosa que me sirviera. Si algo había aprendido de la mafia, del sir y de Alexei era que la infromación era lo más valioso. Además  sentirme entre sus cosas podía reconfortarme. Pensar en estar a solas con él me emocionaba y aterraba en partes iguales. No sabía que querría decirme, seguro quería explicaciones, me preguntaría cosas que podían ponernos en peligro. ¡Este encuentro era un peligro!

Registré el lugar con rapidez, para comprender la disposición de los ambientes que no conocía. Revisé las estanterías buscando carpetas, documentos, papeles... pero no había nada, al menos en el vistazo rápido que di. Todo el lugar olía deliciosamente a él .

En su habitación, la cama estaba hecha pero los libros que solía haber desperdigados por el lugar no estaban. Sobre la cajonera solo había algunos frascos de perfume y allí, sobre una cajita de madera, estaba el bendito collar. Saber que la idiota de Leslie no lo tenía me complació más de lo que debía.

Sabía que tenía que tener el corazón duro, pero Gavrel era mi debilidad. Con Eliseo podía mantener cierta camaradería, porque éramos amigos antes que nada, pero Gavrel... me sofocaba solo de recordar como me había tocado, como me miraba y lo que sentía cuando me rozaba. Había alejado sus recuerdos cuanto había podido, pero en la oscuridad de la noche el sonido de su voz y el calor de su sonrisa atormentaban mis pensamientos y perturbaban mi corazón.

Estaba exhausta de todo, ahora debía acompañar a Alexei en su macabro juego y lastimaría a Gavrel en el proceso. Solo de pensarlo mi corazón latía de forma fuerte y dolorosa.

En uno de sus cajones, donde había camisetas limpias, había guardado un gorro rojo. Sonreí con ternura y añoranza, seguramente lo conservaba desde el día que había arreglado mis percheros.

No podía permitir que nadie lo lastimara, solo yo podía lastimarlo y solo yo podía curar sus heridas.

Me sorprendió mi pensamiento egoísta, dañino, posesivo y tóxico. Había cambiado demasiado este último tiempo, más de lo que me quería admitir, más de lo que podía comprender.

Busqué el control de la temperatura por las paredes pero no lo encontré entonces me quité la gabardina quedándome solo con ese ridículo vestido, hacía bastante calor en el lugar.

Volví a bajar, dejé el abrigo sobre un sofá y me dirigí a la cocina, no había comida, solo agua. Recordé que él no se estaba quedando allí.

Abrí las gavetas para encontrar un vaso y allí, depositada entre los vasos, había un arma. Era similar a la mía que había dejado a buen recaudo en casa. ¿Quién ponía un arma con los vasos?

La tomé y comprobé que tuviera el seguro puesto. Fui al pasillo y me paré ante el espejo de cuerpo completo. Apunté a mi reflejo y puse una pose al mejor estilo de los ángeles de Charlie, el vestido, las medias y los tacones lo ameritaban. Y estaba un poco de guasa.

—Te ves sexy haciendo eso —dijo la voz de Gavrel a mi lado.

Me asusté y como acto reflejo le apunté con el arma.

—Wow, Danni, espero que no le hayas quitado el seguro —dijo alzando las manos. Sonreía pero se lo veía nervioso.

—¡No te oí entrar, casi te disparo! —me quejé bajando el arma—. Debes carraspear o algo, hacer ruido con la puerta, pisar fuerte...

Deuda de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora