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LEER LO ULTIMO


Se puso en línea recta ni bien lo ordenador, posicionándose en la vías para correr donde ya varias personas de su edad, en especial más hombres se empezaban a estirar.

— ¡3... 2... 1...! – el silbato sonó y todos empezaron a correr a su ritmo, algunos más rápidos que otros, unos más lentos y a veces unas cuantas persona caminaban

Su mente quedo en blanco, pero sintió como lo empujaban por los hombros, desestabilizándose y casi cayendo al suelo.

—Podrás – sonrió con los brazos al aire, para darle ánimos a su mejor amigo – no dudes de eso. Así que demuestra quienes es Park Jimin.

Sonrió y ante tal pensamiento sus piernas no dudaron en reaccionar con una velocidad moderada para no bajar sus energías y usarlas en las dos últimas vueltas en la cancha.

Ser policía era demasiado complicado, pero su madre dice que el que no arriesga no gana, él lo está dando todo, a pesar de dolerle un poco el tobillo por un tropiezo el día anterior, pero nada podía detenerlo, ya estaba ahí.

Sentía la mirada de los instructores, pues era el último entre aquellas treinta y cinco personas, pero no importaba, ese era su paso y lo respetaría sin pensar en lo que los demás digan.

—  ¿Quién es? – pregunto una señor de baja estatura, mirando a el hombre alto de su lado derecha.

— ¿Quién? – frunció sus cejas, sin dejar de mirar a todos los jóvenes.

— El que llama más la atención – giro su rostro a su compañero, para dirigirla al castaño de última fila.

Kim Min-gyo se perdió un poco ante las palabras del de baja estatura, para visualizar con sus ojos cada persona del grupo que corría, no viendo a nadie hasta que cayó en una persona singular.

—  Ah... – dijo por fin, escuchando un suspiro de alivio por el de su izquierda.

—  ¿Quién es? – repitió la pregunta, sentándose en una silla de plástico, recostando sus pies en la mesa que se encontraba en frente.

El alto busco en su tabla, donde iban los expedientes de los candidatos, hallando la foto del chico casi en la mitad de todos ellos.

— Nombre, Park Jimin – alzo sus rostro para ver al menor corriendo con más rapidez.

— Es inusual – se cruzó de brazos.

— Tiene veinticinco años – suspiro – ¿por qué no escogió otra especialidad?

— No podemos hacer nada ni decir nada.

Se sentía inútil el mayor, sobando su frente con frustración asintiendo a lo dicho su compañero, eran reglas de todos modos.

Su vista callo en las personas que se tiraban al suelo y las que todavía no habían terminado las diez vueltas, pero entre todas el menor andaba intacto, como si lo que acababa de hacer no fuera nada.

— Y como decía – señalo al chico el de baja estatura – no es normal encontrar a un chico así.

— ¿Enserio no podemos decirle?

— Sabes que si aun así lo hacemos, seguirán habiendo personas o tal vez se convierta como uno de ellos – alzo sus hombros – mi trabajo es servir y el tuyo también, el de él es ver la realidad en la que se metió.



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Sapore dolce // JeongMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora