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15 años antes.-


Las cortinas eran empujadas por el viento veraniego, el sol pasaba por aquella ventana de madera, asiendo brillar la encimera.

La niña de ocho años, vestía un short celeste a la cintura, una camisa a cuadros rojos y una pañoleta azul que agarraba cada pequeño mechón que se valla hacia adelante, por la fuerza del aire.

Ser chef como su padre era su sueño, servir a personas importantes y luego abrir su propio restaurante, como en el que está ayudando por ahora.

Ha ido mejorando desde los cuatro años, y demasiado rápido a decir verdad.

Tiene muy en claro lo que ama, lo que le apasiona por completo.

- Listo –sonrió, limpiando pequeñas gotas de sudor en su frente, no imagino que hacer macarrones sería tan difícil, pero ahora que los hizo sabía muy bien su respuesta ante tal pregunta, solo faltaba probarlos pero ella no tenía la certeza para decidir aquello, si no su mismísimo padre – la presentación... -abrió sus ojos, y se bajó del banquito de madera, buscando un plato de los mejores y así agarrando uno color blanco son figuras de flores de cerezo, y justo con los colores del aperitivo. Camino hasta su banquito, subiéndose en él, procurando no hacer ninguna falla, puso el recipiente en la encimera y agarro un macarrón de color rosado y otro color rosa pastel – listo, ahora si –asintió, sin dejar de sonreír.

Se bajó del banco y lo arrastro hacia el caño, para de nuevo subirse y lavar sus manos con jabón a olor a rosas, ni bien se secó, se quitó su mandil que le regalo su papá el día que cumplió seis años y que en suerte aun le quedaba, colgó el mandil al lado del de su padre y se puso el gorro del mismo, que lo tomaba siempre en ocasiones especiales y esa es una de ellas.

Agarro el recipiente con tremenda delicadeza, no quería estropear nada y ni siquiera quería respirar sobre él, era su primera vez haciendo macarrones y le había pedido encarecidamente a su papá que no entrara para nada en la cocina

Al hacer todas las mezclas como pedían en la receta del postre y formar círculos con la manga pastelera, algo que fue demasiado difícil, ya que no tenía la suficiente fuerza pero aun así lo hizo, lo puso en el horno a 150 grados y bajarla a 140 grados por 2 a 3 minutos.

Al sacarlos miro cada una de ellas y escogió las mejores, aunque todas salieron muy bien a las que escogió, pero bueno, si te dedicas a ser chef y a la vez pastelero tienes que ser mucho mejor a lo que es uno en casa y aprendió mucho de su papá Yoo Chang-joon.

- Vuelve delicioso –respiro hondo, queriendo tener más de ese aroma en sus fosas nasales.

- ¡Cierra los ojos appa! –sentencio.

- Está bien... -hizo una seña de sus manos y las dirigió a sus ojos – ya no veo nada... - aviso, sonriendo al saber que su hija de ocho años le preparaba otra cosa.

Yoo camino lentamente y bajo de la madera, hasta el suelo de tierra, poniéndose enfrente de su padre.

- A la cuenta de tres los abres, no quiero trampas –y antes que pueda decir algo su pequeña lo interrumpió – no ahí escusas ya te conozco.

- Bueno pues yo también te conozco y sé que todo lo que preparas es rico – suspiro.

- Una... dos...

- Tres... -se destapo sus ojos, viendo una maravilla frente suyo.

- Te dije que no hagas trampa –se quejó.

- Tengo hambre cariño, pero bueno te voy a decir tus errores vale.

- ¿Son muchos? – hizo un puchero, ya que de nuevo iba tener errores y no le gustaba para nada.

- Se aprende de ello, pero son pocos –le sobo su cabellera corta que para nada le disgusta, le hacía recordar a su esposa.

- Bueno... -suspiro y dejo el plato al lado suyo.

- No –dijo rápido el mayor, agarrando el recipiente y poniéndolo en sus manos- cuando abrí mis ojos cariño vi tu mano dentro del plato y eso está mal.

- Oh... -asintió, teniendo eso en cuenta.

- Tú postra, debe ser siempre recta.

- Okey –se enderezo más, con la frente en alto.

- Tu decoración es muy bonita, pero se ve demasiado vacío.

Yoo miro su plato y pensó, ¿Qué más le podría faltar? Estaba bien, según ella pero su padre siempre tuvo razón en todo.

- Cariño, puedes traer el chocolate del refrigerador por favor –extendió sus manos el hombre y recibió el plato viendo a su hija correr por dentro de la casa y viniendo corriendo de nuevo – mira atentamente –la miro y viendo que asintió.

Chang-joon agarro la cuchara que estaba dentro del boul y puso u poco al lado de los macarrones no tapando el diseño de los cerezos, y con la cuchara empujo, haciendo un tipo espiral incompleto.

- Eso fue asombroso –se pato la boca Yoo con sus manos.

- Y otra cosa más.

- Dime – puso toda su atención en su padre.

- Ahí nuevos vecinos y no está mal recibirlos con algún macarrón que has hecho –le peñizco su mejilla, asiendo sonreír a su hija.

- No los has probado y quieres que le invite a alguien más –se cruzó de brazos.

- Están ricos... -tomo un bocadillo del macarrón, saboreando el exquisito sabor y no sabiendo que otro ingrediente le puso, pero su hija tenía unas manos de mejor que un chef y pastelero.

- Está bien –asintió al ver la cara que puso su padre al probar su postre y le fascinaba, pero tenía en cuenta sus fallas, agarro el gorro de su cabeza y lo puso en las piernas de su papá- iré a preparar una cajita –se adentró al casa- ¡¿Dónde están las cajitas armables de regalo?!

- ¡En... -trago duro, para poder hablar mejor- bajo las cosas de mamá!






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Vengo con otra historia en el día y bueno la acabo de escribir y me enamore como va, este es una adelanto y me voy a demorar más ahora que tengo tres historias.

los quiero y cuídense.


-La dulzura se adapto a mi.

Sapore dolce // JeongMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora