Lo Feliz Que Soy A Tu Lado

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La tetraplejía o cuadriplejía es un signo clínico por el que se produce parálisis total o parcial de brazos y piernas causada por bien un daño en la médula espinal, específicamente en alguna de las vértebras cervicales, o bien por alguna enfermedad que afecte las neuronas motoras, como puede ser el caso en la esclerosis lateral amiotrófica. En algunos casos, siguiendo una rehabilitación intensiva, se puede recuperar algo de movilidad.

Cualquier daño a la médula espinal es una lesión muy compleja. Cada lesión es diferente y puede afectar el cuerpo en varias formas diferentes.

Espero que ahora pueda quedar más claro. Aunque no te culpo si aún no entiendes mucho la condición en la que vivirá por el resto de su vida, porque honestamente, yo tampoco la entiendo en estos momentos.

He de imaginar que ese ha sido un prólogo difícil de digerir, ¿no?
Imagina lo que ha sido vivirlo. Saber que nada volvería a ser como antes. No quiero recordar lo que fue ese día fatal. Supongo que ya has leído lo más importante. Comprenderás que no quiero indagar entre los recuerdos de lo que fue el peor momento de toda mi vida.

Con sentimientos encontrados hasta el día de hoy me pregunto si fue lo mejor que pudo haber pasado, que volviera a vivir a pesar de la condición en la que se encontraría inminentemente por el resto de su vida. Sentía pavor de pensar en lo que sería de nuestras vidas ahora, o peor, sin él. El pensar que aún hay una gran posibilidad de que no resista a la batalla no me dejaba dormir.

Aún así. A pesar de todo, la vida le dio una segunda oportunidad. Una oportunidad que no va a desaprovechar. No si está a mi lado. Porque me propuse intentar hacerlo feliz como una de las más grandes metas de mi vida, pasara lo que tuviera que pasar. Él es un milagro, una excepción en el mundo. Y no se le podía dejar atrás.

Mi nombre es Mía Hart, tengo 29 años. Escritora de profesión. Vivo en San Francisco pero nací en Inglaterra en una de las muchas aventuras de mis padres.

Tengo dos exitosos hermanos mayores. Toda mi vida he intentado ganarme el puesto de no ser un estorbo. Una niñita que deben cuidar por miedo a que provoque una catástrofe. Aún sigo batallando, escribiendo miles de palabras por día para poder ser reconocida por mi escritura y no por la familia de la que provengo, en la que notoriamente se es de números y no de letras.

No ha sido fácil llegar a donde estoy, mucho menos sustentar un hogar a base de mi trabajo.

Pero con esfuerzo y dedicación lo he hecho de maravilla, o al menos para sobrevivir junto a él.

Conocí a Adler cuando tenía ocho años en la fiesta de Sally, mi hermana mayor. Aún recuerdo todo a la perfección. Una torta de merengue con figuras de las Spice Girls, todos los niños vestidos de Power Rangers y las niñas en ese tiempo imitaban a Britney Spears, mi hermana más que ninguna. Adler me siguió por todos lados porque quería bailar conmigo, yo empeñaba con todas mis fuerzas aprender el baile del Aserejé que todas las amigas de Sally sabían a la perfección. Años después nos reencontramos en la secundaria. Él es dos años mayor que yo. Nuestra relación empezó cuando yo estaba por salir de la escuela. A pesar de haber egresado de la escuela dos años antes, volvió para realizar un taller de fotografía al cual me enrolé. No nos separamos desde entonces y nuestra vida juntos, con altos y bajos, ha sido muy amena.

Nada me preparó para esto. Luego pensé que a nadie se le preparaba para vivir cosas de este estilo. Mucho menos en carne propia. Sólo he visto este tipo de situaciones en la pantalla grande, con esos inminentes finales que logran hacerte llorar en silencio y cuestionar tu propia existencia.

Sólo queda agradecer por cada cosa que en la vida se tenga, lo bueno y lo malo. Lo que nosotros derrochamos, para algunos lo es todo. Él siempre estuvo tan enérgico... tan lleno de vida. Le encantaba viajar y fotografiar los rincones más hermosos del mundo de una manera que sólo él podría retratarlos. Era una tristeza gigante pensar sobre lo que sería una vez que despierte, si es que lo hace.