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— ¡Tio Adler! — La pequeña hija de Ashton se lanzó a sus brazos y él la elevó por los aires.

— ¡Rosie! — Besó su mejilla y ella no daba más de la felicidad — ¿Cómo estás chiquita?

— Hey, tu tía sanguínea que te quiere mucho también está aquí, ¿sabes? — Interrumpí la escena fingiendo estar dolida. Rápidamente se lanzó a mis brazos.

— Hola, Mía.

— Hola, mocosa. — Besé su mejilla repetidas veces, ella soltó un pequeño grito de disgusto y una vez que la solté, limpió inmediatamente su mejilla. Eso es ser tía en su máxima expresión. La vi algo arrepentida por el "gesto tan descorazonado" y me dio un corto beso en la mejilla para después salir corriendo por el pasillo.

— Niños — carcajeó acercándose a mí —. Lo que es yo, jamás podría rechazar un beso tuyo. — Me tomó por la cintura y depositó un beso en mis labios.

— ¡Ew qué asco! — Sentí a mi espalda sonidos de arcadas y abucheos. Me di media vuelta y ahí estaba Rose otra vez, con la diferencia que ahora Martin la acompañaba.

— Uy, sí — Adler me inclinó hacia el piso — ¿Les gusta esto? — Comenzó a dejar besos extremadamente ruidosos por mi rostro — ¿Qué opinan de esto? — Me besó sonriendo y luego acarició mis brazos rápidamente causando que los niños se fueran corriendo.

— ¡Asquerosos! — Gritó Martin antes de desaparecer. O más bien, "Asquedosos", él estaba muy resfriado. Adler al ver que los niños abandonaron la sala, me besó de verdad. Nos separamos y lo tomé de las mejillas buscando sus ojos.

— Cómo quiero a esos niños. — Sonrió.

— Créeme que es mutuo — respondí —. Ellos te adoran. Se ve que al parecer tienes cierto encanto con los niños.

— ¿Tú crees? — Alzó sus cejas cuestionando lo que había dicho.

— Sí — dije —, eso es muy atractivo. — Revoloteé su cabello y se acercó más a mí, volviéndose serio.

— ¿Algún día te gustaría tener hijos? — Preguntó atento a cada movimiento que hice.

— Claro que sí. Siento que a eso en gran parte venimos al mundo. Ahora, bueno. Las ganas están. Sólo me falta encontrar al padre... — bajé la voz y me agarró divertido.

— Claro. Porque tú quieres que el soldado del invierno sea el padre de tus hijos, no tu novio de la secundaria.

— Jamás dije eso — carcajeé —. Aunque, ahora que lo pienso; ¿cómo le digo a mis óvulos que ese hombre no los va a fecundar? — reí aún más fuerte al verlo serio, más bien algo celoso, de broma — ¿Y tú, quieres tener hijos?

— Sí. Me proyecto en un futuro teniendo hijos, un lindo matrimonio. Eso si una supermodelo quiere, claro. — Carraspeó su garganta indiferente

— Claro que quiero tener hijos contigo. — Toqué mi cabello y lo moví con aires de grandeza.

— ¿Si quieres? — Ahora me miraba aún más serio. Como si no esperara mis palabras.

— Sí quiero. Soy de esas chicas, ¿sabes? De esas que planean su boda. De las que sueñan con este momento a muy temprana edad — de su parte hubo un raro silencio. Quise morir del miedo, de los nervios. Porque eso no es algo de lo que hablo todos los días. Mucho menos con el posible esposo en potencia. Aún somos unos niños, pero no descarto la posibilidad de que él sea el indicado. Es más, creo que lo he sabido por un tiempo. ¿Se sentirá de la misma manera? —. Perdón. No he querido espantarte. Todo a su tiempo y si algún día el destino quiere, y cuando estemos preparados, sucederá. — Me observaba serio y rezaba que un terremoto azotara la ciudad con tal de detenerlo.

Lo Feliz Que Soy A Tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora