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Ese mismo día escribí unas cuantas planas de lo que sería uno de mis libros más vendidos de todos los tiempos. Odié lo descorazonado que fue, que no pueda renunciar y dejar de darle ingresos a ese imbécil. Pues, como ya dije y es obvio, necesitamos ese dinero.

Aún no le he contado a Adler sobre qué temas tratamos en la reunión. Salí muy temprano en la mañana para ver si esta vez encontraría a Kiara en el centro. Ahí estaba, con sus infaltables coletas, una camiseta de plaza sésamo y un libro de El Principito.

— ¿¡Es para mí!? — Sonrió al ver el osito de peluche que compré en la última ida al aeropuerto.

— ¡Claro que sí! — Me agaché en una pierna para poder estar más cerca de ella — ¿Te gusta?

— ¡Me encanta, cumpliste tu promesa! — Gritó emocionada. Una enfermera le dijo que bajara el tono de voz y reímos despacio — Me encanta. Gracias, Mía. — Cerró sus ojos y llevó su cuello hacia delante. Reconocí el gesto inmediatamente, Adler también lo hacía. Rápidamente la envolví en un tierno abrazo.

— Claro que sí. Una enfermera habló con tus padres y con la compañía de ella, podremos ir al parque hoy. — Su sonrisa estaba a punto de explotar. No hay nada más lindo que la emoción y esperanza de un niño. Es algo tan puro, sobrepasa cualquier barrera. En ella veo a Rose y a todos mis sobrinos, también; como ya mencioné en algún futuro, a mis hijos. Porque Adler y yo aún podríamos tener hijos. Es algo emocionante y aterrador a la vez. ¿Es más difícil? Sí, no quiero mentirte. Tampoco a mí misma.
Existe una posibilidad de que no sea posible, pero siempre se puede intentar. Incluso mediante fertilización In Vitro. No es un tema descabellado o tabú en la vida de los parapléjicos. Muchos ya han formado sus familias, otros lo planean. Pero el tema aquí, es que no es imposible. Y que, es muy probable que una vez que estemos listos, intentemos ser padres. Para aquello ambos debemos madurar, acomodarnos. Recién llevamos aproximadamente tres meses de toda esta pesadilla. Ninguno de nosotros está en condiciones de cuidar a un bebé. Pero en algún futuro, ¿quién sabe? Por ahora, vivir el día a día es lo que debemos hacer.

Había un sol radiante perfecto para salir a pasear, los pequeños destellos dorados del cabello de Kiara resaltaban a más no poder. Al igual que su felicidad por no estar en el centro de rehabilitación en un día como este. Por sólo esta mañana no vería inyecciones, medicamentos ni nada que le causara temor.

— ¿Quieres un helado? — Pregunté mientras pasábamos por fuera de una heladería. Su mirada (y también el rápido asentimiento de su cabeza) me dieron a entender que moría por uno.
Compré helados para todas y Karina, la enfermera, se encargó de dárselo mientras yo atendía una llamada telefónica.

— ¿Hola, Mía?

— ¿Victoria? — La llamada se cortó y estaba teniendo una pequeña crisis de pánico. Sonaba algo seria. Intenté marcar al número nuevamente y marcaba ocupado.

— ¿Todo bien? — Preguntó Karina al ver mi rostro.

— No lo sé. — Mientras marcaba al número de Victoria veía como una pequeña y extraña ráfaga de viento llevaba consigo unas hojas arrastrándolas por las baldosas de la terraza de un café. Extraña porque el verano estaba por comenzar, o extraña porque justo sucedió cuando los nervios se apoderaron de mí. Intenté llamar una vez más y por fin contestó.

— ¿Mía? ¿Me escuchas? Creo que hay problemas en la llamada.

— Sí, te escucho — respondí — ¿Todo bien? ¿Cómo está Adler?

— De maravilla. Justamente de él quería hablar. Quiere encontrarse contigo y almorzar. ¿Me das tu ubicación?

— ¡Eso es increíble! — Suspiré relajándome. Tonta soy al creer que todo puede significar una tragedia. Quiere salir, aprovechar el día — ¿Por qué no vienen un poco antes? Estoy llegando a Broderick Street. Los espero ahí, ¿vale? — Por suerte hoy vine en taxi, por si Victoria y Adler debían utilizar el auto, por lo que no habrán problemas para el traslado.

Lo Feliz Que Soy A Tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora