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— Estoy ansioso. — Adler rompió el silencio. Lo miré por el espejo retrovisor mientras conducía.

— No tienes por qué estarlo — respondí —, es el chequeo mensual. Siempre tiende a ser bueno, además, no te has sentido mal; no has cogido ni un solo resfriado, todo debería ir bien.

— Sí, bueno — suspiró no muy convencido de mis palabras —. Supongo que aún no me acostumbro a las incomodidades de ir al hospital. Eso es todo, creo. — ¿Al doctor? íbamos recurrentemente. ¿Exámenes? Bastante seguidos también. No sabía a qué se debía su repentina preocupación y eso me inquietaba un poco. ¿Me habrá estado ocultando algo?

— ¿Te has sentido bien últimamente, cierto? Yo no he notado algo extraño. Pero pareciera que algo más te está preocupando... ¿Te resfriaste?

— Estoy bien... es sólo que, no sé — masculló bajando la voz. Cada vez más apagado —. Así como estoy bien hoy; podría estar pésimo mañana. — Logró transmitir en mí esa preocupación que estaba acosándolo. El sonido del motor del auto, el leve chirrido de las llantas al doblar por la acera, cada vez estaba más alerta a los sonidos y detalles que suelen pasar desapercibidos. ¿Por qué habría de pensar negativo? ¿Tendría él una corazonada? No lograba entenderlo. Adler Cox, la misma persona que me dijo que viviéramos el presente y estuviésemos agradecidos de vivir como sea, está siendo completamente fatalista e injusto. Y qué me quedaba a mí si él se sentía de esa forma. Pensaba apresuradamente qué responder, y opté por lo que rondaba por mi cabeza.

— ¿No decías que debíamos vivir el presente?

— Sí, pero yo... — no dejé que terminara y seguí hablando con un ímpetu que nació desde lo más profundo de mi inseguridad. Porque deseaba con todas mis fuerzas que se mantuviera bien. Porque no podría soportar cualquier cosa que le pasara.

— ¿Por qué pensar en las diferentes posibilidades si ahora mismo te sientes bien? Tú mismo me has dicho estás palabras hace no mucho tiempo. Quiero que desde ahora en adelante utilices tus palabras y que no sirvan sólo de motivación para tu pobre novia que solo quiere verte bien y feliz. Para ti también. — Suspiré sonriendo al ver que de su boca se formaba una sonrisa a la par.

— Eres tan buena, llega a ser detestable. — Por primera vez en el trayecto oí su risa. Podía sentir como lentamente el ambiente se iba calmando, a pesar de en estos momentos buscar un estacionamiento en el hospital.

— Vamos. — Sin más nos dirigimos al piso en el cual revisarían a Adler. Me causa mucha curiosidad, y algo de conmoción ver cómo varias personas lo observan. Me encantaría saber qué es lo que pasa por su cabeza al mirarlo descaradamente pasar. ¿Sentirán lástima? ¿Se preguntarán cómo un joven como él llegó a estar en esa situación? Lo que más me apenaba de estas situaciones era Adler. Si a algo está acostumbrado desde el accidente, es a las miradas; sobretodo a las de compasión.

"Tenía un gran futuro por delante" "Es una pena" "Y tan guapo".

Los primeros meses pensaba como esas personas, y una parte de mí aún lo hace, pero todo hacía alusión a que no podría lograr nada más en la vida, y yo sé que esa no será la historia.

Las enfermeras saludando a Adler me sacaron del pequeño conflicto mental que estaba teniendo en estos momentos.

— Ya te atenderán en un segundo, guapito. — Adler siempre causaba sensación donde fuera. Su belleza siempre le llamaba la atención a la gente. Y es que no era muy difícil. Adler es hermoso por donde lo mires. Tiene una sonrisa el matador... que derrite a cualquiera, sus ojos; la mejor manera de conseguir lo que quiere y su boca hace que la mía suplique por juntarlas.
Ingresamos al box, y tal como pensaba (más bien suplicaba), todo estaba en orden. Desde sus músculos, a su sistema inmunológico, parecía estar de maravilla. Eso se debe a dos cosas: La milagrosa terapia, como me gustaba llamarle. Y las insistentes plegarias que día a día le imploraba al universo. A eso, se le suman las ganas de querer seguir adelante: Autosuperación.

Lo Feliz Que Soy A Tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora