Adolescentes.
Nuestras respiraciones entrecortadas era lo único que se escuchaba en la habitación.
Luego nuestras nerviosas risas después de volver a mirarnos a los ojos. Aunque lenta y discretamente las miradas se desviaran a otro lado. Sus brazos envolviéndome. Sus besos en mis sienes. La inocencia de dos adolescentes fingiendo con amor que eran adultos... No porque ser jóvenes significara que no nos amáramos de verdad... Su forma de aferrarse a mi pecho descubierto y mi manía de enredar mis dedos en su cabello como única forma de calmar mi ansiedad.
No éramos más que unos adolescentes con hormonas alborotadas. Unos adolescentes llenos de sentimientos, que ni las palabras lograrían explicarlos. Adolescentes cómplices. Con metas en compañía, adolescentes visionarios. Capaces de cualquier cosa si están juntos. Locos... libres.
Nos vestimos con rapidez y salimos a explorar el mundo. Como siempre lo hacíamos, de la mano.
Me subo a su espalda por sorpresa y en una rauda maniobra agarra mis muslos para que en su torso queden como un cinturón. Él con su cámara, obvio.
Yo con ansias de conocerlo aún más. De saber qué hay dentro de él. De lo que está debajo de su piel. Sus pensamientos más oscuros, su esencia que cada día me gustaba más. Las cosas que nadie sabía de él, cosas que él desconocía de sí mismo. Quería todo. Lo bueno y lo malo. Quería la aventura compartida. La divina adivinanza de dónde nos depararía el futuro. De saber en qué parte del mundo estaríamos el día de mañana. Eras mi paisaje favorito, tus labios el más fino caviar y tu corazón el lugar de cobijo en el que quería estar.
Me has pegado mal, Adler Cox. Llegaste a mi vida para quedarte, arrasaste con todo a tu paso dejando que florezcan en mi vientre los más bonitos sentimientos.
Te quiero, tanto que a veces llega a asustarme. Porque a veces sentía que mi felicidad dependía de la tuya... y ahora con los años; sólo he logrado confirmarlo.
Mi primer amor, mi primer todo.
Adolescentes.
Gritar a los mil vientos que te amaba, que me gustabas tal como eres. Que hasta tu más mínima oscuridad, en mí, se transformaba en luz. Gritar aún más fuerte cuanto te extrañaba cuando debías ir a casa con tus padres. Porque queríamos estar juntos y pertenecernos a todas horas.
La atarantada decisión de vivir juntos siendo tan jóvenes, jurando saber todo del otro. Sabiendo la mitad. Sin saber que la otra haría enamorarnos aún más. Sin importar lo que diría mi padre o tu madre. Queríamos jugar a ser grandes, siendo tan sólo adolescentes entrando a la eterna adultez.
Ay, Adler. Eso es lo que extraño a veces.
Ser adolescentes:
Amar como niños, jugar a ser grandes.
Sentí el sonido de sus ruedas acercase a mí. Me di media vuelta y noté como avanzaba a mi dirección.
— Hey tú. — Sonreí sentándome delicadamente en sus piernas.
— Hey tú — Sonrió a la par depositando un beso en mis labios —. ¿Qué pretendes hacer hoy?
— Pues no sé. Alonzo te felicitó hoy — respondí posando mi mano en su mejilla —. Por lo que creo que deberíamos celebrar. Salir a algún lado. ¿Te parece la playa? Si recuerdas que Kiara te dijo que tomaras algo de sol, ¿no?
— Esa chiquita tan honesta... — Rió sonrojado — a veces me gustaría volver a ser niño. O adolescente.
— ¡A mí también! — Exclamé por haber pensado lo mismo hace un par de minutos. Sonreí con algo de melancolía recordando tantos bellos momentos que alguna vez vivimos —. Quién diría que extrañaría ir a la escuela. — Reí apoyándome en su pecho. Él comenzó a pasear por la casa. Daba ligeros apretones en mi mano con la suya entrelazada.
ESTÁS LEYENDO
Lo Feliz Que Soy A Tu Lado
RomanceEl ser humano, considerado como individuo, es una unidad indivisible, dotada de alma y espíritu, cuya mente funciona de manera racional: tiene conciencia de sí mismo, capacidad para reflexionar sobre su propia existencia, sobre su pasado, su present...