12

344 23 1
                                        

Pasaron tres semanas para finalmente idear, o más bien encontrar, una forma accesible de sacar fotografías para Adler. El pedido y los implementos llegaron hoy en la mañana.

¿Qué ha sido de nosotros durante estas tres semanas?

Hemos visitado a mis padres y a los suyos un par de veces. Adler oficialmente forma parte del centro de rehabilitación, llega a casa exhausto y no siempre de buen humor, porque claro, llevaba mucho tiempo haciendo ejercicios que no eran realmente efectivos para lo que él necesitaba. Pero creo que está bien. Se ve algo más animado, incluso más vivo desde que comenzó y sale de casa todos los días. Como si un pequeño rayo de sol lo iluminara por fin, escuchando cada una de mis plegarias.

También ha hecho un par de migas con Hal, quién lo diría. Hal ha dejado de ser grosero, mayoritariamente. Resulta que el sarcasmo es parte de quien es. No importa si está feliz, o si se siente triste, él será algo bruto contigo. Pero poder entablar una conversación con él, sin que sientas que te ha mordido un perro, es extrañamente agradable.

Por esta mañana, no lo acompañé a la sesión. Me quedé esperando al repartidor y aproveché de escribir lo que no había escrito en una semana. Las ideas brotaban de mi cabeza y no sabía por dónde empezar.

Victoria vino temprano a estabilizarlo pero al ver que llevaría a Adler al centro, prometió volver a la tarde. De vez en cuando para otras cosas, además de las visitas sagradas al doctor, Karina, la otra chica del centro; se encarga de ayudar en las labores, como aseo personal, entre otras.
No tenía muchas ganas de cocinar, así que antes de ir a buscarlo al centro, pasé por un restaurant de comida rápida mexicana.

Me estacioné al frente de la puerta y Adler no tardó en salir con un cuidador. Al verme, esbozó una débil sonrisa.

— Gracias, Rob. Buen fin de semana  — una vez que arranqué el auto, me dirigí a él  —. Hola, bonito. ¿Cómo te fue?

— Estoy algo exhausto  — suspiró cerrando los ojos  —, supongo que eso es algo bueno. Pero a veces necesito un descanso más largo. ¿Es tan necesario tanto ejercicio?

— Claro que lo es, Adler — aseguré mientras tocaba la bocina a un chico en bicicleta que apareció de la nada —. La mayoría de tus músculos permanecen quietos, necesitan moverse, necesitas una dieta balanceada rica en proteínas para que no adelgaces más de lo suficiente.

— No es novedad que ahora estoy desparramado, perdí mi físico. Claro, ya no voy al gimnasio. — Otro de los grandes problemas que Adler ha tenido que afrontar, es la repentina y rauda pérdida de su autoestima. Odiaba en lo que se había convertido, mucho a la vez, su aspecto. Que no estuviera tan tonificado, al estilo de un Dios griego como solía estar siempre. Todas las chicas lo veían al pasar. ¿Celos? Muchos. No podía evitarlos. Pero siempre leyó cada uno de mis pensamientos y tomaba mi mano con aún más firmeza en esos momentos. Por otro lado, también detestaba las cicatrices que el accidente le había dejado. Como si no fuese suficiente, tendría cicatrices para recordar ese momento cada vez que las vea. Como una en el labio, otra en la mejilla y muchas en el pecho; por decir algunos lugares.

— No es eso. Y no pienses que miento cuando te digo que sigues estando en forma. Quizás no como te gustaría, pero estás muy bien  — no sabía qué decir para animarlo. Nada de lo que le diría sería mentira, de todas formas —. No estoy mintiendo. Cómo será que hoy pienso que estás más bello que ayer.

— Estás intentando ser buena  — dijo  —. Lo agradezco, pero sé que eso no es cierto.

— ¿Cuándo te he mentido? Adler, en serio sigues siendo el bombón que conocí — sus comentarios tan duros consigo mismo lograron angustiarme. Siguió hablando de sus defectos, y dejó en el olvido cada una de sus virtudes  — Está muy mal que pienses así de ti mismo  — rompí el silencio cuando estábamos llegando a casa  —, sobretodo, cuando todo eso que dices no es cierto  — apagué el motor y me di media vuelta para poder mirarlo a los ojos desde el asiento posterior. Su mirada era triste. Su imagen le preocupaba más de lo que yo pensaba y eso me volvía loca. Porque esa conformidad consigo mismo no dependía de mí... dependía de él —. Ay, Adler. — Me quedé observándolo como siempre lo hacía. Me hipnotizaba con su mirada, con su forma de ser. Incluso en los peores momentos.

Lo Feliz Que Soy A Tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora