Me encontraba una vez más con el corazón en la boca. Llena de culpa y arrepentimiento, sentía que yo había provocado todo esto. Adler se encontraba en perfecto estado de salud días atrás, no había otra explicación lógica, lo hice pasar por más de lo que debería y me siento terrible.
Ellos se habían llevado la camioneta por lo que no me quedó más que correr un par de cuadras y alcanzar a duras penas el tranvía funicular que andaba a muy lenta velocidad.
Qué pasa si algo grave le sucedió, porque hasta lo que yo sabía, se había desmayado. No sé cómo estará ahora. Marcaba al teléfono de Victoria, Karina y hasta de el mismísimo Adler y nadie contestaba mis llamadas. Sollozaba con gran angustia, la gente me observaba sin descaro y rezaba para que todo anduviera en orden. Su malestar, mi más grande pesar. El sólo hecho de pensar que podría perderlo, mi más grande tortura.
Yo no me enojé con él como tal, sólo quería respirar aire fresco, pensar después de la gran discusión que habíamos tenido, pero al llegar a casa sabía que volvería a hablar con él, de corazón a corazón y resolveríamos todo como lo hacemos siempre, con amor; cariño y respeto.
Cómo deseo poder hacer eso en estos momentos. Al bajar la velocidad salté del tranvía que se había detenido. Seguí corriendo y cada vez faltaba menos para llegar.
O eso creía. Cuando vi la luz verde peatonal volví a correr pero, por razones inexplicables hasta el día de hoy, logré esquivar un auto que unos metros más allá se ensartó frente a otro con violencia.
La gente comenzó a gritar e intentar socorrer a los conductores cuyo impacto fue muy fuerte.
De el auto que casi me atropella se abre la puerta y se baja un hombre tambaleando. Esta mierda no podía estar pasando de nuevo. Estaba borracho. Un escalofrío recorrió toda mi espina dorsal y antes de salir corriendo aterrorizada, vi como lograban sacar del auto a una niñita de no más de cinco años, inconsciente. Su madre se encontraba bien, gritando por ayuda.
Ahí entendí que ese imbécil pudo haber acabado con mi vida. Que por diablos como él, mi Adler estaba como estaba. La impotencia y el miedo recorrían todo mi cuerpo, pero debía llegar al hospital. Dejando toda esta tragedia a segundo plano. Deseaba con todas mis fuerzas que esa niñita estuviera bien.
Pidieron mis datos en la recepción y subí hasta el quinto piso en el que según ellos, Adler se encontraba.
Sentadas en las sillas de el pasillo estaban Karina y Victoria, quienes al verme llegar se levantaron a tranquilizarme.
— ¿¡Cómo está!? — Ambas me contuvieron, no imagino cómo sería la expresión de mi rostro para que me trataran de esa forma.
— Está bien — dijo Karina —. Adler está bien. — Sentí que el alma me volvió al cuerpo y me desparramé en una silla que estaba detrás de mí.
— La discusión... muchas emociones deben haberlo descompensado. Fui a la cocina por su merienda y lo encontré con la cabeza colgando. Está bien, estable. Lo único que ha hecho es preguntar por ti. — Lo último que dijo rompió mi corazón en miles de pedazos, me acerqué a la recepción y solicité entrar a su habitación. Hicieron algo de papeleo, anotaron mi nombre y mis datos y por fin ya podía verlo.
Me quebré al verlo tan pálido, tenía los ojos cerrados. Al sentir algo de ruido abrió sus ojos rápidamente y al ver de quien se trataba, esbozó una débil sonrisa. Inmediatamente me lancé a sus brazos delicadamente.
— Oh, Adler. — Sollocé hundiéndome en su cuello, impregnándome de su olor.
— Estoy bien — respondió —. No te preocupes.

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Lo Feliz Que Soy A Tu Lado
RomantikEl ser humano, considerado como individuo, es una unidad indivisible, dotada de alma y espíritu, cuya mente funciona de manera racional: tiene conciencia de sí mismo, capacidad para reflexionar sobre su propia existencia, sobre su pasado, su present...