Me encantaría decir que los días siguientes fueron más fáciles para mí, pero sería una completa mentira. Sobretodo si lo sentía más cerca que nunca. Era como si todos los recuerdos, todo el amor que alguna vez me dio, se hubieran quedado grabados en cada fibra de mi ser. Y es por eso que se me ha hecho tan difícil olvidarlo. Cómo hacerlo si todo lo que recuerdo de él, es el amor loco que alguna vez ambos tuvimos. Cómo podría avanzar si cada uno de sus familiares intenta contactarse conmigo día y noche. En un comienzo no quería saber nada de ellos, pero debía entender que no tenían la culpa, y la verdad, es que no han sido nada más que un abrigo para mí. Un segundo hogar al que sabía que siempre me recibirían con los brazos abiertos. Por eso sentía que estaba siendo injusta. Me prometí a mí misma contestar las próximas llamadas, pero luego dejaron de llamar.
Dejé lentamente de hacer las cosas que me gustaban, ya no le encontraba gracia a la lectura, ni a mis artistas favoritos, mucho menos a la escritura. Todo aquel que ponía sus ojos en mí, derrochaba completa lástima.
— Mía... — sentía que mamá intentaría darme una lección, contarme alguna vivencia que pudiera hacerme sentir mejor, aunque ambas sabíamos que no serviría en lo absoluto.
— Mamá... — respondí de la misma manera, sin ganas de guerra.
— No has tocado nada de tu comida, hijita. — Su mirada era preocupante, más que nada porque sus ojos se desorbitaban al verme en este estado, nadie quiere ver mal a sus hijos, eso está claro.
— Es que no tengo apetito. — Sobé mi estómago ligeramente mirándola apenada.
— Este chico le ha quitado hasta el apetito — masculló pero aún así pude escucharla —. Tienes que comer, ni desayuno has tomado — acarició mi espalda y esa fue la gota que rebasó el vaso, lloré como una niña pequeña en sus brazos. Rogando por la contención de alguien que lograra asegurarme que todo eventualmente estaría bien, y que volvería a encontrarme a mí misma, por más lejano que pareciera —. Mi niñita... — limpió una lágrima rebelde que resbaló por su mejilla y besó mi cien — todo va a estar bien, ya lo verás. Mereces algo mejor, Mía. Alguien que no te limite.
— Él jamás lo hizo — arrebaté cualquier palabra que pudiera seguir a la frase que todos repetían y que más me enfadaba —. Adler me enseñó que mis sueños jamás serán más grandes que yo. Sentía que lo tenía todo, ¿sabes? Es irónico cómo jamás me había sentido tan plena en toda mi vida a pesar de todo, a pesar de su tetraplejia. Ese es el problema. Todo está de cabeza, ya no sé quién soy, ni en quién puedo confiar, ahora no sé en qué punto de mi vida estoy, eso me aterra.
— Estás donde debes estar. Por algo estás aquí, por algo así sucedieron las cosas. No le tergiverses la mano al destino. Parte de ti necesitaba este crecimiento.
— ¿Y por qué tenía que ser tan doloroso? — Volví a llorar ante el recuerdo, ante las imágenes en mi cabeza.
— A veces creemos que los aprendizajes pueden ser muy duros, pero por más que hayan sido difíciles, en su justa medida eran más que necesarios y no pudieron haber ocurrido de otra forma — se levantó y tomó mis manos dándoles un ligero apretón en señal de apoyo —. Eres una mujer joven, hermosa y muy talentosa. Tienes el mundo en la palma de tu mano y no te has dado cuenta. Ya verás que lograrás volver a ser la brillante chica que todos adoran, la escritora con éxito de ventas, la mejor hermana e hija que cualquiera desearía tener en sus vidas.
— Gracias, mamá. — La abracé muy fuerte, agradeciéndole por cambiar mi punto de vista ligeramente. Si bien, sé que esto es un proceso, pero sus palabras me dieron algo de ese aliento que necesitaba. Debía aprovecharlo aunque dure un par de horas.
— Ahora dame una sonrisita, niña bonita — pellizcó mis mejillas y tapé mi rostro con ambas manos —. Vamos, dale una a mamá — prosiguió, no moví mis manos — ¿Recuerdas cuando tenías ocho años y gruñías como un perro cuando te enojabas? — Tomó mi mano y nos dirigió al sillón. Me envolvió en sus brazos, dejando leves caricias en mi espalda.

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Lo Feliz Que Soy A Tu Lado
RomansEl ser humano, considerado como individuo, es una unidad indivisible, dotada de alma y espíritu, cuya mente funciona de manera racional: tiene conciencia de sí mismo, capacidad para reflexionar sobre su propia existencia, sobre su pasado, su present...