Hoy me desperté con cierta nostalgia que de vez en cuando llega a atormentarme.
Sé que no se debe vivir de los recuerdos, pero no puedo evitar recordar tiempos pasados que fueron increíbles, los mejores de nuestras vidas. Tiempos en los que nada presagiaría el destino y fuerte desafío que tendríamos que afrontar.
Está bien, creo. Si me gusta recordarlos es porque fueron buenos, es más, los recuerdo con tanta alegría. Sí, es entendible que a veces sienta impotencia, ¿no? Pero lo que me ha costado asimilar es que, no porque las cosas hayan cambiado y no vuelvan a ser como antes, no viviremos momentos como esos, tan hermosos, tan propios, tan increíbles. Algo me decía que lo mejor estaba por llegar. Que debemos ser pacientes y simplemente esperar a que lleguen las cosas buenas a nuestro camino. Porque llegarán, no importa cuan tarde lleguen.
Me encontraba hojeando el libro de fotos que Adler había tomado cuando nos fuimos de viaje por un mes recorriendo lagos, montañas, lugares preciosos que tuvimos la oportunidad de conocer gracias a su trabajo.
Adler irradiaba talento, pasión y dedicación a la hora de hacer las cosas que más amaba. No había cosa o persona que lo detuviera si tenía un objetivo propuesto. Podía incluso llegar a ser tedioso, pero de eso se trataba. Gozador, alegre, un buen amante; hijo, amigo. Porque no tuviste la oportunidad de verlo con sus amigos, el mundo no tuvo la dicha de ver a Adler Cox de la forma que me gustaría. Él tiene tanto para dar, un gran potencial, o creo que solía tenerlo.
Luego pasé al álbum de fotos de nuestra adolescencia. Recién había salido de la escuela, solíamos juntarnos seguido con nuestros amigos en un bar, incluso si no podíamos beber por no tener la edad legal. Luego esas amistades se fueron distanciando cada vez más, hasta llegar al punto de sólo ser virtuales, algún que otro comentario en una foto en redes sociales y creo que eso sería todo. Nunca fui de tener muchas amigas, ¿sí te acuerdas de Zoe? ¿La que nos ayudó a viajar a Disneyland a escondidas? Bueno, ella no era tan cercana hasta que me ayudó. Ahora sólo hablamos de vez en cuando. Adler, por otra parte, a pesar de no haber sido el líder de la liga de fútbol o de algún deporte, fue muy querido y popular entre los estudiantes. Tiene esa estrellita que no mucha gente tiene. Esa capacidad de iluminar una habitación con el simple hecho de entrar en ella.
¿Sabes? Si de algo nos sirvió esta tragedia, fue para saber quiénes son las personas que valía la pena tener a nuestro lado. Muchos se nos acercaron por lástima, pero pocos se quedaron. Pienso que Adler debería volver a ver a sus amigos, y lo ha hecho, pero no con la misma frecuencia y cercanía. No tengo mucho por hacer, entiendo que las cosas han cambiado. Llegará un día en el que tendrá más ánimo de volver a hacer cosas que solía hacer.
Dejé de soñar despierta al pensar en todos los momentos vividos y me dirigí a la sala de estar para ver a Adler viendo la televisión con los ojos llorosos.
— ¿Estás bien? — Pregunté acercándome con cautela — ¿Qué estás viendo?
— A Liam Neeson. — Suspiró cerrando sus ojos. Sequé un par de lágrimas que estaban rodando por sus mejillas preocupada.
— ¿Liam Neeson? — Lo miré extrañada. Ese hombre definitivamente no creo que sea razón para llorar de esa manera tan desgarradora — ¿Cuál de sus películas estás viendo? Todas son de acción.
— No estoy viendo una película... ¿Te acuerdas de Natasha Richardson? ¿La actriz de Juego de gemelas? — Asentí con la cabeza sin saber hacia dónde iba el rumbo de esta conversación — Ella era su esposa. Hace bastantes años sufrió un accidente en la nieve y sufrió de muerte cerebral.
— Eso es tan lamentable. Sí había escuchado sobre su muerte.
— No es lo que me conmueve. Por alguna extraña razón, hicieron una promesa que si algún día alguno de ellos se encontraba en esa situación, ellos mismos se encargarían de desconectar a su amado. No dejarían que siguiera muerto en vida — suspiró serio. Analítico con una apariencia extraña. Volvió a dirigirse a mí —. ¿Y qué crees? Él cumplió.
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Lo Feliz Que Soy A Tu Lado
RomanceEl ser humano, considerado como individuo, es una unidad indivisible, dotada de alma y espíritu, cuya mente funciona de manera racional: tiene conciencia de sí mismo, capacidad para reflexionar sobre su propia existencia, sobre su pasado, su present...