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Los días para él y todos, fueron una completa tortura. Sólo dormía. Y mientras estaba despierto, lloraba o gritaba hasta quedarse sin voz.
¿Podía culparlo?                                                       
Odiaba el ser en el que se había convertido. No entendía por qué le había pasado esto. Siempre pensó que era un cliché esa frase "Dios les da las batallas más difíciles a sus más grandes guerreros" Quizás esté en lo cierto.                       
Duele como no imaginas. Duele saber que no quiere estar pasando por esto, que quizás hubiese sido más fácil para Adler si él... no hubiese sobrevivido.

Sé que aún queda mucho camino por recorrer y eso es lo que en realidad me aterra. ¿Nuevas complicaciones? Siempre puede haberlas. Pero es que de eso se basa la vida, su esencia, lo incierta que es. Un día estás de maravilla y al otro estás viviendo los peores momentos de toda tu existencia, si es que llegas a poder vivirlos. Estaba dispuesta a aceptar todos los desafíos que la vida nos ponga en el camino. Aunque estuviera tan cansada, apenas respirando.

— Buenos días. — Me encontré con una imagen curiosa. Aún desde su posición en la cama, se encontraba observando por la ventana. Habían dos opciones:

Que estuviese en paz viendo cómo los árboles lentamente se movían de un lado para el otro, alguna que otra hoja cayéndose y el radiante sol, que después de muchos días, finalmente apareció.
Está matándose por dentro al pensar que no podrá correr en el pasto de nuestra casa como solía hacerlo. O en cualquier lugar. O básicamente, hacer la mayoría de las cosas.
Habíamos contratado a una chica del centro de rehabilitación con la que hablé un par de veces cuando visité el lugar. Se llama Victoria. Se veía bastante profesional y necesitábamos a alguien que supiera sobre las necesidades y cuidados de Adler. Yo más que nadie debía aprender de ella. Porque no todo el tiempo estará Victoria con nosotros y, al final del día, soy yo la persona que lo llevará a la cama, se preocupará de todo. Las primeras noches no dormí pensando en que algo podía pasarle. Sentía su respiración cada veinte minutos, no veía la hora para oficialmente despertar. Además de la gran fuerza que necesitaba para acomodarlo.

Ha pasado un mes desde su despertar, aproximadamente. No he vuelto al centro de rehabilitación y me siento algo culpable. Quiero volver, en serio. Pero con Adler en este estado ni siquiera he escrito una sola página.

Esta mañana posó sus ojos en mí, por ningún motivo como solía hacerlo, no expresaba emoción alguna.

— Hola. — Respondió seco, evadiendo cualquier respuesta de mi parte, cerrando los ojos otra vez.

— No duermas — le ordené sonando un poco más dura de lo que esperaba y abrió sus ojos lentamente —. Digo, si en verdad lo necesitas, hazlo. Pero ya es hora de despertar.

— Mía... — suspiró con una pizca de ironía — ¿Qué quieres que haga? No tengo más opción que quedarme acá — movió lentamente su cuello en forma de protesta. Es una, si es que no la única, movilidad que momentáneamente posee —. Así pasará el tiempo más rápido.

— ¿Qué dices si planeamos un paseo al campo McPhee? Sé lo mucho que adoras ese lugar. Que "Cada vez que vas, encuentras algo nuevo" — me senté a un lado, rozando su barbilla con mi pulgar —. Muy pronto llegará la silla nueva. La entrega está agendada para mañana.

— Tú sabes por qué me gustaba ir a ese lugar.

— Igualmente, podemos ir, verlo desde otro punto de vista.

— Perdió la magia, ¿no lo entiendes? — Alzó la voz, desalmado — ¿Cómo podré tomar fotografías? — Preguntó enrabiado. No conmigo, estaba enrabiado con el universo entero — ¡Responde!

Lo Feliz Que Soy A Tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora