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Sí que las cosas, por más complicadas que se estén tornando, no podrían estar mejor.

Después de mi cumpleaños, sentí una especie de fuerza sobrenatural guiando mis pasos, logrando que vibráramos en sintonía todos. Estoy cada día más agotada que el anterior, porque miles de cosas y chequeos que son rutina para Adler, debían ser ejecutados.

A eso debo sumarle la entrega del libro en trece días... aún me falta bastante por escribir, esta es la segunda noche que paso en vela, tomando café, y ahora muy temprano debía llevar a Adler al centro porque le harían terapia aún más intensiva hoy.

Bueno, no sé si exactamente llamarle a esto sintonía, mucho menos armonía. Estoy bastante cansada, a decir verdad. Pero son responsabilidades que asumí una vez, y que aún debo afrontar.

— ¿Estás listo? — Pregunté mientras lo observaba conversar a gusto con Victoria sobre un partido de tennis que se emitió anoche. Karina llegó de la cocina con un batido para Adler y al parecer otro para mí. Aún podíamos llegar temprano si salíamos de casa en este instante y en dos horas más podría avanzar unas quince páginas más de mi libro. Le agradecí por la bebida y sin poder controlarme colapsé en el piso golpeándome brutalmente la cabeza. Sentí los gritos despavoridos de Adler para que me ayudaran y creo que fue así, porque luego todo se fue a negro. No desperté hasta estar en una ambulancia manejando a toda velocidad al hospital más cercano. Honestamente, no tenía idea a qué podría deberse mi repentino desplomo.

Karina se encontraba a mi lado y tomó mi mano al ver que abrí mis ojos intentando descifrar dónde estaba.

— Sh— susurró conteniéndome —, tranquila. Te has desmayado.

— ¿Adler? — Pregunté por inercia, no podía ser que aún que la que esté en peligro en estos momentos sea yo, esté pensando en él.

— Va con Victoria camino al hospital, llegarán un poco después que nosotros. — También no sólo estaba histérica por él, ahora resulta que toda nuestra agenda del día se vio cruelmente modificada por mi pequeña escena. Ahora tendría menos tiempo de escribir y comenzaba a afligirme cada vez más aún sin bajarme de la ambulancia.

Una vez que salí de esta en una camilla, cerré mis ojos por la fuerte luz del sol que agravó la migraña punzante que comenzaba a sentir gradualmente.

Rápidamente un montón de enfermeras me chequeaban. Yo insistía que había de ser un simple desmayo, pero para el doctor que luego me examinó no era nada normal, porque nunca me había pasado antes, además de ser tan repentino.

Después de media hora más o menos me dejaron descansar mientras buscaban un veredicto ante tal extrañeza. Abrí mis ojos sin pensarlo cuando a la distancia escuché ese chirrido tan peculiar, Adler estaba cerca. Diez segundos después se asomó preocupadísimo junto a Victoria quien acariciaba su cabello y mejilla, imaginándome que en un intento de calmarlo. Sus ojos algo hinchados, sus manos temblando y su mirada se veía tan agustiada.

— Oh, gracias a Dios — suspiró moviendo su silla más cerca de mí —. ¿Cómo estás? ¿Qué tienes?

— Estoy bien, no me ha pasado nada. Aun están averiguando el por qué me desmayé.

— ¿¡Cómo que no te ha pasado nada!? — Exclamó histérico — Te azotaste la cabeza contra el piso flotante, no reaccionabas — cerró sus ojos intentando borrar la imagen mental del momento que estaba describiendo. Me miró sorprendido después de unos segundos — Wow. Creo finalmente entender en carne propia lo que sientes cada vez que me sucede algo.

— Así es... — suspiré estirando mi brazo para entrelazar nuestras manos — siempre.

— Lo lamento.

Lo Feliz Que Soy A Tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora